29.1.18

“Todo desembocaba en el despacho de Marino Rajoy, tanto cuando estaba en Génova como en Moncloa”. “Es imposible que no lo supiera”.

"(...) Explicó Ramírez que no se planteó su encuentro con Bárcenas, a priori, como “una entrevista formal”; que acudió “con cierto escepticismo”, a instancias “de una tercera persona”, creyendo que el ex tesorero iba a limitarse a declamar “un relato exculpatorio de sus responsabilidades”. No hubo grabación ni notas. 

Pero, “ante su creciente interés y asombro”, se encontró, dijo, con “el modus operandi de lo que inequívocamente fue apareciendo ante mi capacidad de discernimiento como una máquina de delinquir instalada en la sede central del primer partido político de este país”.

 Inmediatamente salió de allí y fue a su casa a anotar todo lo que pudo sobre aquella conversación, que terminó publicando bajo el titular Cuatro horas con Bárcenas (¿porque creyó que le quedaba una hora a Bárcenas para ser el muerto de Miguel Delibes?).
Dijo Ramírez que creyó a Bárcenas porque había detalles que “coincidían exactamente” con lo que uno de los presuntos donantes de esa caja B –constructor cuyo nombre no podía desvelar, pero que figura en el proceso judicial– había contado previamente a su vicedirector en El Mundo. 

 Y recordó Ramírez lo que Bárcenas le contó: que “durante veinte años” se habían recibido donativos en el Partido Popular de parte de grandes empresas; que Álvaro Lapuerta y el propio Bárcenas contaban los billetes allí mismo, en el despacho de Génova, tras lo cual sucedía invariablemente una llamada de Lapuerta al dirigente de turno (“ministro, consejero, alcalde...”) para corresponder en consecuencia a la generosa donación, en forma de lo que quiera que el donante necesitara en ese momento. 

La fórmula de Lapuerta era: “Sólo te pido que seas amable y te tomes un café con él”. Y entonces el consejero (por ejemplo) se tomaba un café con el constructor (por ejemplo); y le pagaba el café, y era amable con él (para adjudicarle una contrata a cuenta del erario público, por ejemplo).  


Contó Ramírez, zumbón, que le había producido “un impacto entre lo literario y lo inverosímil” que Lapuerta fuera apuntando en una tarjeta de visitas minúscula, “sobada y ajada”, las cantidades y los nombres de las donaciones; “quizás sea una grandilocuencia hablar de la banalidad del mal”, dijo, mientras a algunos diputados pedían al ujier un diccionario y un ibuprofeno, “pero es un detalle que no puede dejar indiferente”.

 Más detalle, en realidad, es el hecho de que Lapuerta y Bárcenas lo apuntaran todo de manera paralela, cada uno en su sitio; no tanto por seguridad como por no fiarse el uno del otro: mirándose de reojo, mientras anotaban, los dos compadres.   


Artemi Rallo, del PSOE, preguntó a Ramírez tras el largo introito de éste “quién sería entonces el nuevo señor equis” de aquella ecuación, el sujeto incognito que moviera los hilos de todo aquel entramado delincuente desde el vértice de la pirámide, lo cual hizo su gracia al interpelado (que le preguntara eso ahora un diputado del PSOE, por aquello de cuando el primer señor equis, Felipe González: los del PSOE no parecían tan divertidos). “Todo desembocaba en el despacho de Marino Rajoy”, respondió el periodista; “tanto cuando estaba en Génova como en Moncloa”. “Es imposible que no lo supiera”.    (...)

El ex director de El Mundo explicó en algún momento que tuvo la sensación de que Bárcenas y su familia se habían sentido “traicionados por una persona a la que consideraban haber servido durante muchos años, que les había protegido, y que había dejado de protegerles”. 

 “Yo era parte de esa familia y el padrino me ha dejado tirado”, fue la frase con la que Pedro J. quiso resumir la sensación que traslucía Bárcenas en la cárcel. Dijo que “los hijos de unos salían con los hijos de otros”. 

La misma familia de Bárcenas habría dado a Ramírez ocho “pruebas e indicios” que respaldarían los “episodios” (trece en concreto) en los que, según el relato de Bárcenas, Rajoy estaría claramente vinculado con la caja B del partido. (...)

“Si se mueve como un pato, y canta (¿?) como un pato..., lo más probable es que sea un pato”, había dicho el periodista para respaldar su tesis de que es “imposible” que Rajoy no supiera nada de lo que sucedía en su partido, al igual que Oriol Junqueras, añadió; al igual que Felipe González. 

La cuestión es que, con similar capacidad de discernimiento, podría considerarse igual de imposible que, en los veinte años (veinte) que estuvo operando esa maquinaria delictiva, el presidente del Partido Popular anterior a Rajoy no supiera qué sucedía en sus despachos. 

Ni una sola mención a José María Aznar en toda la comparecencia, sin embargo (sí a Soraya Sáenz de Santamaría, a quien calificó como “la coordinadora” de la maniobra que le acabaría apartando de la dirección de El Mundo.

 También regaló una frase supuestamente dicha por el difunto Emilio Botín: “El Gobierno me ha pedido que nos carguemos a Pedrojota”, y contó cómo le estuvieron siguiendo personajes sin identificar en motocicleta).   (...)"            (Miguel Ángel Ortega Lucas  , CTXT, 24/01/18)

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