"(...) Explicó Ramírez que no se planteó su encuentro con
Bárcenas, a priori, como “una entrevista formal”; que acudió “con cierto
escepticismo”, a instancias “de una tercera persona”, creyendo que el
ex tesorero iba a limitarse a declamar “un relato exculpatorio de sus
responsabilidades”. No hubo grabación ni notas.
Pero, “ante su creciente
interés y asombro”, se encontró, dijo, con “el modus operandi
de lo que inequívocamente fue apareciendo ante mi capacidad de
discernimiento como una máquina de delinquir instalada en la sede
central del primer partido político de este país”.
Inmediatamente salió
de allí y fue a su casa a anotar todo lo que pudo sobre aquella
conversación, que terminó publicando bajo el titular Cuatro horas con Bárcenas (¿porque creyó que le quedaba una hora a Bárcenas para ser el muerto de Miguel Delibes?).
Dijo Ramírez que creyó a Bárcenas porque había detalles
que “coincidían exactamente” con lo que uno de los presuntos donantes de
esa caja B –constructor cuyo nombre no podía desvelar, pero que figura
en el proceso judicial– había contado previamente a su vicedirector en El Mundo.
Y
recordó Ramírez lo que Bárcenas le contó: que “durante veinte años” se
habían recibido donativos en el Partido Popular de parte de grandes
empresas; que Álvaro Lapuerta y el propio Bárcenas contaban los billetes
allí mismo, en el despacho de Génova, tras lo cual sucedía
invariablemente una llamada de Lapuerta al dirigente de turno
(“ministro, consejero, alcalde...”) para corresponder en consecuencia a
la generosa donación, en forma de lo que quiera que el donante
necesitara en ese momento.
La fórmula de Lapuerta era: “Sólo te pido que
seas amable y te tomes un café con él”. Y entonces el consejero (por
ejemplo) se tomaba un café con el constructor (por ejemplo); y le pagaba
el café, y era amable con él (para adjudicarle una contrata a cuenta
del erario público, por ejemplo).
Contó Ramírez, zumbón, que le había producido “un impacto
entre lo literario y lo inverosímil” que Lapuerta fuera apuntando en una
tarjeta de visitas minúscula, “sobada y ajada”, las cantidades y los
nombres de las donaciones; “quizás sea una grandilocuencia hablar de la
banalidad del mal”, dijo, mientras a algunos diputados pedían al ujier
un diccionario y un ibuprofeno, “pero es un detalle que no puede dejar
indiferente”.
Más detalle, en realidad, es el hecho de que Lapuerta y
Bárcenas lo apuntaran todo de manera paralela, cada uno en su sitio; no
tanto por seguridad como por no fiarse el uno del otro: mirándose de
reojo, mientras anotaban, los dos compadres.
Artemi Rallo, del PSOE, preguntó a Ramírez tras el largo introito de éste “quién sería entonces el nuevo señor equis”
de aquella ecuación, el sujeto incognito que moviera los hilos de todo
aquel entramado delincuente desde el vértice de la pirámide, lo cual
hizo su gracia al interpelado (que le preguntara eso ahora un diputado
del PSOE, por aquello de cuando el primer señor equis, Felipe
González: los del PSOE no parecían tan divertidos). “Todo desembocaba en
el despacho de Marino Rajoy”, respondió el periodista; “tanto cuando
estaba en Génova como en Moncloa”. “Es imposible que no lo supiera”. (...)
El ex director de El Mundo explicó en algún momento que tuvo la
sensación de que Bárcenas y su familia se habían sentido “traicionados
por una persona a la que consideraban haber servido durante muchos años,
que les había protegido, y que había dejado de protegerles”.
“Yo era parte de esa familia y el padrino me ha dejado tirado”,
fue la frase con la que Pedro J. quiso resumir la sensación que
traslucía Bárcenas en la cárcel. Dijo que “los hijos de unos salían con
los hijos de otros”.
La misma familia de Bárcenas habría dado a Ramírez
ocho “pruebas e indicios” que respaldarían los “episodios” (trece en
concreto) en los que, según el relato de Bárcenas, Rajoy estaría
claramente vinculado con la caja B del partido. (...)
“Si se mueve como un pato, y canta (¿?) como un pato..., lo más probable
es que sea un pato”, había dicho el periodista para respaldar su tesis
de que es “imposible” que Rajoy no supiera nada de lo que sucedía en su
partido, al igual que Oriol Junqueras, añadió; al igual que Felipe
González.
La cuestión es que, con similar capacidad de discernimiento, podría
considerarse igual de imposible que, en los veinte años (veinte) que
estuvo operando esa maquinaria delictiva, el presidente del Partido
Popular anterior a Rajoy no supiera qué sucedía en sus despachos.
Ni una
sola mención a José María Aznar en toda la comparecencia, sin embargo
(sí a Soraya Sáenz de Santamaría, a quien calificó como “la
coordinadora” de la maniobra que le acabaría apartando de la dirección
de El Mundo.
También regaló una frase supuestamente dicha por
el difunto Emilio Botín: “El Gobierno me ha pedido que nos carguemos a
Pedrojota”, y contó cómo le estuvieron siguiendo personajes sin
identificar en motocicleta). (...)" (Miguel Ángel Ortega Lucas , CTXT, 24/01/18)
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