"Expertos de la Organización Mundial de la Salud han denunciado
numerosas veces que hay muchos pueblos, sobre todo en el Sudeste
asiático, en donde el 90% de su población solo tiene un riñón porque el
otro lo ha vendido a tramas organizadas para que sea trasplantado a
personas pudientes de los países ricos.
Esa misma organización estima que uno de cada 10 trasplantes
realizados en el mundo se hace con órganos obtenidos ilegalmente,
generalmente mediante coacción y engaños de todo tipo y siempre
aprovechándose de la miseria de quien los ofrece.
La escasez de donantes en algunos países ricos, como especialmente
Israel, lleva a que muchas personas estén dispuestas a gastarse entre
150.000 y 200.000 dólares por un riñón por el que muchas veces no se
llega a pagar ni 2.000 dólares a quien lo vende.
Un tráfico criminal que no se ha podido frenar ni a pesar del
endurecimiento de la ley de ese país, que incluso ha llegado a prohibir
que las aseguradoras se hagan cargo de trasplantes fuera de Israel.
O a
pesar de que alguna gran empresa sanitaria como Netcare Ltd. se haya
declarado culpable por permitir trasplantes con riñones comprados en
Brasil o Rumania en sus hospitales.
Se conocen los estados que están
mayormente implicados en este tráfico y es lógico pensar que no se puede
llevar a cabo sin la colaboración de hospitales y cirujanos, pero ni
aún así se erradica semejante vergüenza y las policías de todo el mundo,
a pesar de tener éxitos parciales, resultan impotentes.
Es un negocio global más con el que ocurre más o menos lo mismo que
con el dedicado a traficar con personas. No parece que haya manera de
evitarlo.
Impresiona comprobar que en la época en que quedan grabados todos y
cada uno de nuestros mensajes de correo o telefónicos, cuando los
gobiernos pueden escuchar cualquier cosa que decimos y cuando se puede
localizar de qué granja proviene una gota de leche o yema de huevo no
sea posible acabar con estos crímenes horrendos. (...)" (
Juan Torres López , El País,
8 DIC 2014)
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