"(...) la esquilmación de recursos públicos de
nuestro país, no se produjo en la sección de electrodomésticos de El
Corte Ingles, ni en las siestas hoteleras de 500€, se produjo en
operaciones como la concesión de 4.000 M€ a Martinsa-Fadesa en plena
crisis, una operación construida para socializar perdidas.
Qué votaron
en el Consejo y cómo se construyó y aprobó esa operación y otras
parecidas que blanquearon balances, sin respaldo, de empresas amigas, es
el asunto.
Porque en esas pocas operaciones aprobadas a toda prisa es
donde se concentraron buena parte de los desequilibrios patrimoniales
que provocaron el “rescate” de más de 23.500 M€ de Bankia.
Por eso, a pesar de la magnitud de los
gastos, no fue una operación cara, sino barata. Las tarjetas debieron
servir y eso es lo triste (y lo corrupto) para que los consejeros
miraran a otro lado.
Si, consciente o inconscientemente lo hicieron, es
la mejor demostración de que “el sistema funcionó”, y demuestra que era
un trabajo bien planificado y medido, una operación construida desde la
cúpula del poder de la Caja para amodorrar conciencias y frenar la
voluntad de control (la colectiva pero también la individual, uno tras
uno, o casi) de los consejeros.
Y todo apunta a que lo consiguieron. La
participación de sindicatos, partidos y otros sectores ciudadanos en el
gobierno corporativo no solo se ha demostrado inútil como control
social, que era su objeto, sino que ha servido para legitimar la
política de rapiña generalizada que conocemos. (...)" (Ignacio Muro Benayas, Economistas frente a la crisis, 06/11/2014)
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