"Algunos hechos y dictámenes judiciales siembran dudas sobre la
justicia en España. ¿Es la propia de un Estado democrático con
separación de poderes e independencia judicial?
Para empezar a responder cuestión tan preocupante cabe referirse a la
reciente decisión del Tribunal Supremo de hacer recaer el impuesto
sobre las hipotecas sobre los hipotecados y no a los bancos
prestamistas.
Una marcha atrás del Supremo que se ha desdicho de su
primer dictamen: que ese impuesto debía pagarlo la banca. Tal viraje
difícil de comprender ha provocado que el sábado 10 de octubre haya
habido en España más de cincuenta concentraciones ciudadanas desde A
Coruña a Málaga, desde Gijón a Sevilla y desde Girona
Huelva con el sarcástico lema de ‘gana la banca’.
Esas cívicas
concentraciones protestaban contra la citada decisión del Supremo que en
finalmente hizo recaer el impuesto que grava los préstamos hipotecarios
en los ciudadanos solicitantes del préstamo, no en los bancos. Juristas
y entidades jurídicas no ligadas a la banca manifiestan que, según la
regulación de ese impuesto, aplicando el principio fiscal de progresividad,
el que establece que paga más quien más tiene y menos el que de menos
dispone, los receptores del préstamo no deben pagar el impuesto.
Por otra parte, el pasado mes de abril, una recientemente creada Asociación Atenas de Juristas por los derechos civiles
se querelló contra todos los miembros del Consejo General del Poder
Judicial por un presunto delito continuado de prevaricación por la
“ejecución de un plan tendente a alterar la garantía de imparcialidad y
la independencia judicial” (…) para el que “propusieron y aprobaron la
cobertura de los órganos más sensibles de la pirámide jurisdiccional con
miembros de la carrera judicial seleccionados por su perfil y postura
ideológica” (…) para “garantizarse el enjuiciamiento con magistrados
afines al Partido Popular” en las causas de corrupción que afectan a sus
dirigentes. (...)
Algunos hechos y dictámenes judiciales siembran dudas sobre la
justicia en España. ¿Es la propia de un Estado democrático con
separación de poderes e independencia judicial?
Para empezar a responder cuestión tan preocupante cabe referirse a la
reciente decisión del Tribunal Supremo de hacer recaer el impuesto
sobre las hipotecas sobre los hipotecados y no a los bancos
prestamistas. Una marcha atrás del Supremo que se ha desdicho de su
primer dictamen: que ese impuesto debía pagarlo la banca.
Tal viraje
difícil de comprender ha provocado que el sábado 10 de octubre haya
habido en España más de cincuenta concentraciones ciudadanas desde A
Coruña a Málaga, desde Gijón a Sevilla y desde Girona
Huelva con el sarcástico lema de ‘gana la banca’.
Esas cívicas
concentraciones protestaban contra la citada decisión del Supremo que en
finalmente hizo recaer el impuesto que grava los préstamos hipotecarios
en los ciudadanos solicitantes del préstamo, no en los bancos. Juristas
y entidades jurídicas no ligadas a la banca manifiestan que, según la
regulación de ese impuesto, aplicando el principio fiscal de progresividad,
el que establece que paga más quien más tiene y menos el que de menos
dispone, los receptores del préstamo no deben pagar el impuesto.
Por otra parte, el pasado mes de abril, una recientemente creada Asociación Atenas de Juristas por los derechos civiles
se querelló contra todos los miembros del Consejo General del Poder
Judicial por un presunto delito continuado de prevaricación por la
“ejecución de un plan tendente a alterar la garantía de imparcialidad y
la independencia judicial” (…) para el que “propusieron y aprobaron la
cobertura de los órganos más sensibles de la pirámide jurisdiccional con
miembros de la carrera judicial seleccionados por su perfil y postura
ideológica” (…) para “garantizarse el enjuiciamiento con magistrados
afines al Partido Popular” en las causas de corrupción que afectan a sus
dirigentes. (...)
Por otra parte, el Grupo de Estados Contra la Corrupción y el Crimen
Organizado (GRECO), que depende del Consejo de Europa, ha enviado al
Gobierno de España en cuatro ocasiones denuncias y advertencias por la
“total parcialidad de los altos estamentos de la Justicia española
designados por un órgano tan politizado como el Consejo General del
Poder Judicial (CGPJ)”.
En su Informe sobre prevención de la corrupción con parlamentarios, jueces y fiscales,
el GRECO reclamó a España ya en enero de 2014 que evaluara “el marco
legislativo que rige el CGPJ y sus efectos sobre la independencia de
este órgano”, y que “se estipularan por ley los criterios objetivos y
requisitos de evaluación para nombrar altos cargos de la judicatura como
presidentes de las Audiencias Provinciales, presidentes de Tribunales
Superiores de Justicia, de la Audiencia Nacional y del Tribunal Supremo,
y garantizaran que esos nombramientos no ponen en tela de juicio la
independencia, imparcialidad y transparencia de este proceso”.
Dar la callada por respuesta
Tres años después, en octubre de 2016, el GRECO, en su Informe de
Cumplimiento, lamentaba que España no hubiera aplicado ni una sola de
las recomendaciones hechas al gobierno, denunciando como “globalmente
insatisfactorio” el comportamiento del gobierno español para garantizar
la independencia de la Justicia. (...)
Visto lo anterior, no cabe duda de que en el Reino de España hay una
situación preocupante en la administración de justicia. Inquietante
porque una justicia independiente e imparcial es requisito
imprescindible de un país democrático. ¿Lo es en el Reino de España?" (Xavier Caño, El Viejo Topo, 23/11/18)
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