"La historia de los denunciantes de corrupción en España suele ser de calvario y frustración, pero no siempre de derrota. El sevillano Francisco Javier Perejón conoce la dignidad de ganarle partidos a Goliat.Es
ingeniero y cree en un Dios: los documentos que dan vida a la que es su
misión desde hace una década. Una voluntad a prueba de sudor y lágrimas
contra un desafío familiar que se ha vuelto ético y profesional: la causa de su vida.
"A mi mujer le costaba tener hijos. Cualquier
producto químico, como los que se usan en la limpieza, le inducía a un
aborto y/o a malformaciones en el feto, y con esos mismos productos me
topé el día que empecé mi lucha como denunciante de corrupción en la Junta de Andalucía", comienza diciendo este veterano empleado de la Empresa Pública de Deporte y Turismo de Andalucía a Vozpópuli.
"Era el año 2010, acababa de ser designado supervisor
de las instalaciones deportivas de la Junta. Haciendo mi primera
inspección en la instalación deportiva más grande de la Junta, en la
Garza de Linares, observo que se encontraba fuera del casco urbano y
pregunto cómo se llevaba a cabo el suministro de agua y en especial el
de consumo humano. Solicite las autorizaciones correspondientes, y me
indican que el sistema no estaba en regla: se estaba dando agua
posiblemente no potable, y con algunos elementos químicos en niveles que
se acercaban a lo ilegal, además con el desconocimiento tanto por parte
de trabajadores, de usuarios y empresas que allí trabajaban", dice
Perejón.
"Fue el comienzo de todo, el click de pensar en lo
que vivía mi mujer y verlo en miles de madres y niños que iban a la
instalación....no me podía permitir consentir semejante barbaridad. Así
que empecé a hacer gestiones y a redactar informes procurando no poner
en peligro puestos de trabajo de gente que no tenía nada que ver...Pero
había que cerrar el grifo de esa instalación hasta que no se
regularizara".
El descubrimiento de Perejón y sus gestiones tardarían en salir a luz. Tres años, en concreto, hasta que el ABC de Sevillapublicó
un informe del director de la instalación cediendo a las "denuncias de
los técnicos" y reconociendo que La Garza había operado durante trece
años de una forma que no garantizaba que el agua fuera potable.
Fue una primera victoria, pero para nada gratuita. La
clásica espiral del silencio al denunciante mediante había empezado a
hacer de la suyas. "En 2012 me enteré también que un alto directivo de
la Junta, al ver que regularizar la Garza costaba dos millones de euros,
prefirió que todo siguiera igual. Al tiempo los arreglaron...pero con
45.000 euros. Yo utilizaba los cauces administrativos para intentar
enterarme de todo y pelear dentro de la empresa para cambiar el sistema,
pero se me volvió en contra".
"La gente dejó de hablarme. Me miraban feo. Y los
jefes empezaron a encerrarme en oficinas y a amenazarme. A dejarme
entrever que mi puesto de trabajo corría peligro. Me presionaron y me
abrumaron encargándome trabajos que no servían para nada. Era todo
nervios y presión sinsentido, y me vi obligado a pedir una excedencia",
dice Perejón, que confiesa que para 2013, mientras la sociedad ya se
beneficiaba de sus anónimos descubrimientos, él había empezado a tomar
pastillas. No tardaría en empezar a ir al psicólogo.
"Dos semanas antes de que me reincorporara, me llega un burofax en el que se informaba de un traslado forzoso a Granada desde Sevilla, siendo la empresa pública conocedora de que yo tenía, ya para entonces, un pequeño hijo con parálisis cerebral.
Empezaron a ensañarse conmigo, pero yo no podía traicionarme", cuenta
emocionado. Perejón impugnó el traslado y, con la ayuda del CSIF,
consiguió una cautelar para seguir en su ciudad hasta que no se
celebrara el juicio.
"Estuve un año en una mesa donde no había nada, ni un
lápiz, el poco trabajo que me mandaban lo tenía que resolver con un
teléfono, era evidente que molestaba...y a mí me molestaba la silla en
la que estaba, me generó problemas de espalda". El juez finalmente le
dió la razón: era absurdo mandar un técnico de inspección a una pequeña
jurisdicción como Granada en la que ya había otro.
La punta del iceberg
Para ese entonces, el denunciante ya había asumido
que lo de La Garza era la punta del iceberg. Y ante la inactividad que
le imponían, se rebeló y empezó a intensificar sus denuncias, metiéndose
con posibles dedazos y adjudicaciones sospechosas a unas mismas
empresas. Eso sí, siempre con un documento en la mano. Sabía que si no,
todo sería en balde. "He llevado muchos temas a la Justicia pero, o no
encontraban indicios de delito, o todavía siguen investigando; hay que
encontrar la mayor cantidad de pruebas y documentos posibles", dice
Perejón. Recurrió así al Portal de la Transparencia e interpuso unas 200 peticiones. Una de ellas tiempo después afloraría que la Junta no tenía evidencia del proceso de selección del subdirector jurídico de la empresa, del que se sospecha que fue 'colocado' por su cuñada.
"Se fueron cabreando más y más hasta que encontraron
un motivo. Una de mis peticiones de información versaba sobre posibles
malas relaciones entre un jefe y varios trabajadores a su cargo, y el
gerente de la empresa, Manuel Muñoz
(actual secretario de Turismo de la Junta), entendió que yo, al pedir
información a Transparencia, le estaba ofendiendo públicamente. Me
abrieron un expediente de despido por mal comportamiento con mis
compañeros. Mi abogada respondió con 40 folios en mi defensa, pero dio
igual. En 2017, estaba en la calle".
Resurgir del despido
Javier no se rindió. Volvió a dar la batalla en los juzgados.
Su mujer tuvo que tirar del carro familiar. Y él, tragar con todo y
tirar para adelante sin apechugar. "No he querido salir en los medios
hasta ahora porque solo mi mujer y otros amigos denunciantes conocen el
caso. Mis padres no, les hubiera hecho mucho mal".
Fueron dos años, largos y casi interminables...pero
quien perservera, triunfa, dice el refrán. El pasado mes de diciembre,
un juez concluía
que no había habido más razón para su despido que "su continua petición
de información y denuncias": anulaba el cese y le devolvía a la lucha, a
la vida. La contundencia del fallo ha sido tal que la Junta ha acabado
'asumiendo' el triunfo de Perejón: ha retirado el recurso contra la
nulidad de su despido y le ha readmitido. Se ha ganado el derecho a volver a luchar.
"Empecé esta semana, pero nada más llegar descubrí
que queda mucha batalla por dar: a mí regreso, toda la información sobre
mi trabajo ha desaparecido, me han dicho que ordenaron borrarla. Me han
dejado sin prácticamente pruebas de mi trabajo, y no tengo copias de
seguridad: nos decían que podía traer virus...pero esto no quedará así",
insiste el denunciante de corrupción. En su batalla ya no está solo:
cuenta con el más unánime de los apoyos por parte del colectivo de
denunciantes. "Están avisados. Mi readmisión es solo un triunfo que
empuja a seguir, pero soy consciente de que esto no ha acabado. Queda
mucha suciedad por limpiar". (Joaquín Hernández, Vox Populi, 10/03/19)
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