"The New York Times acaba de publicar una investigación que atribuye buena parte de la fortuna de Donald Trump a prácticas fiscales dudosas o claramente fraudulentas, quizá confirmando lo que decía Honoré de Balzac de que detrás de cada gran fortuna, se encuentra
un gran crimen. En este caso, detrás de la fortuna que le alzó a la
presidencia de EEUU, estarían los delitos fiscales.
Sin llegar a tanto, aquí en España, según el colectivo de técnicos del Ministerio de Hacienda, el 70% del fraude fiscal lo comenten los grandes patrimonios y corporaciones. Periódicamente
salta la noticia de políticos o personajes famosos pillados en
renuncios en sus obligaciones tributarias, bien sea bajo la forma de
fraude, evasión o elusión fiscal.
Los últimos políticos en
circunstancias comprometidas han sido dos ministros de gobiernos de
diferente signo: Pedro Duque y Rafael Catalá; Màxim Huerta, otro
ministro de Pedro Sánchez, tuvo que dimitir por esta razón.
Recientemente hemos conocido que una veintena de diputados recurre a sociedades para poner inmuebles a su nombre y llegar a pagar hasta la mitad a la Hacienda pública.
Antes aparecieron otros famosos
personajes del mundo del deporte, del cine o de las grandes empresas,
vinculados a diferentes tramas de evasión fiscal (Papeles de Panamá o los Paradise Papers. Por
no hablar de la famosa amnistía fiscal de Montoro, que perdonó los
grandes fraudes por módicas aportaciones a las arcas públicas. Estas
prácticas reducen los ingresos a la hacienda pública y, sobre todo,
suponen un mal ejemplo para la ciudadanía.
Estamos, pues, ante un problema
muy serio. La cuestión es ¿cómo hacer frente al fraude y a la mentalidad
social que lo permite con total impunidad y sin ninguna mala
conciencia? Veamos algunas ideas:
1. Lo primero es apostar por un sistema fiscal progresivo y suficiente. La progresividad es
la condición necesaria para evitar la falta de equidad impositiva que
existe. Es muy injusto que los trabajadores asalariados aporten 3,5
veces más con el IRPF que las empresas con el impuesto de Sociedades. La
progresividad es que paguen más quienes más tienen; cuando sucede lo
contrario estamos ante una falta de justicia fiscal y social por los
privilegios consentidos a las élites. Que por cierto, ponen el grito en
el cielo para mantener el statu quo cada vez que
se plantean algunas tímidas medidas para corregir la situación como las
que están negociando ahora PSOE y Unidos Podemos.
2. La suficiencia fiscal es la otra condición porque permite hacer frente a las inversiones y gastos del Estado,
desde las infraestructuras a servicios sociales tan fundamentales como
la sanidad, la educación el desempleo, la dependencia o las pensiones.
Por cierto, el Gobierno en vez de crear alarma social lanzando la idea
de que el sistema de pensiones es insostenible más de una década,
debería estar buscando alternativas fiscales a su financiación. Hay
mucho margen para mejorar la suficiencia del sistema: España tiene una
presión fiscal siete puntos más baja que la media de la Unión Europea
que permitiría recaudar 80.000 millones de euros más.
3. La actuación punitiva.
Hay leyes y una administración para combatir el fraude fiscal que debe
funcionar correctamente. Persiguiendo a los grandes delincuentes
fiscales y demostrando que la ley se cumple y es igual para todos los
ciudadanos. Ghesta critica que la Agencia Tributaria haya centrado sus investigaciones en los contribuyentes de escasos recursos (pymes,
autónomos y trabajadores).
Como dice la Plataforma por la Justicia
Fiscal, es muy escandaloso que teniendo España el doble de fraude fiscal
que Europa, tengamos la mitad de inspectores de Hacienda para
combatirlo: un inspector cada 1.000 habitantes, frente a uno por cada
387 habitantes en Alemania, 427 en Francia o 535 en Portugal.
4. También debe de haber la correspondiente sanción social y ciudadana hacia los defraudadores. Ello
exige la máxima transparencia. De ahí, que no se entienda que el
Gobierno del PSOE no haya hecho público el listado de los acogidos a la
amnistía fiscal aplicada por Rajoy y Montoro, cuando además se había
comprometido a ello.
5. Por último, es necesaria una remoralización de la sociedad,
frente a las ideas neoliberales dominantes que fomentan el
individualismo y la consiguiente insolidaridad. Es una tarea ardua,
porque las viejas ideas liberales de “cada uno para sí y al último que se lo lleve el diablo” parecen
estar de moda desde hace tiempo. Como no basta solo la disuasión
represiva, hay que educar en la mentalidad social de que el pago de
impuestos es algo sagrado y no una molestia que si puedes te la evitas.
Los impuestos son los que
aseguran los recursos necesarios para la protección social y el Estado
de Bienestar que nos permite ser solidarios, civilizados y reducir la
desigualdad. Hay que educar desde la escuela para ser un buen ciudadano.
Más importancia que una asignatura sobre iniciativa emprendedora,
tendría otra sobre educación para una ciudadanía responsable donde,
entre otras cosas, se aprenda qué es la justicia fiscal, las
obligaciones contributivas y la defensa de lo público como pilares
fundamentales para construir una sociedad cohesionada y del bien
común
Esto último es muy importante,
porque de lo contrario, seguiremos de forma interesada echándole la
culpa al fontanero, al autónomo…, olvidándonos de quiénes son los grandes defraudadores
y manteniendo una ruptura del orden social con unas reglas para las
élites y otra para el resto. Pero sobre todo, viviremos en la
inmoralidad de pensar que es de tontos ser honrados. Una sociedad
moderna se define por el grado de conciencia fiscal y en España Hacienda
nunca hemos sido todos." (Agustín Moreno, Cuarto Poder, 06/10/18)
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