"Ha formado parte de esa élite de altos funcionarios por cuyas manos
transita gran parte del poder de decisión y coerción del Estado; es el
poder de los segundos niveles, de esos hombres que sin necesidad de dar
la cara, porque no son ministros ni siquiera secretarios de Estado,
mueven tras las bambalinas los hilos de decisiones que luego se plasman
en el BOE, gobierne PSOE o lo haga el PP.
Hablamos de José Pérez Fernández, Pepe
Pérez, un “economista ilustrado” –así ha sido descrito- cuya brillante
carrera acaba de terminar en oprobio al ser despedido de la presidencia
del Banco Madrid, una pequeña entidad intervenida por el Banco de España
(BdE) bajo la acusación de dedicarse a blanquear dinero negro de mafias
diversas. Todo un baldón.
Profesor ayudante en la cátedra de Luis Ángel Rojo,
el padre putativo de todo economista de izquierda de cierto fuste
surgido durante la Transición, Pérez siguió la senda de su maestro desde
la Universidad al BdE, dispuesto a convertirse en “una de las figuras
clave del sistema financiero español”, según elogio de sus exegetas.
Tras incorporarse en 1972 al Servicio de Estudios de la entidad que Rojo
dirigía, el propio Rojo, recién nombrado gobernador del BdE, lo nombró
en 1992 director general de Inspección, es decir, jefe de policía del
sistema bancario.
Y en esto llegó la crisis de Banesto, cuya
intervención (“había una clara insolvencia contable; se había consumido
el capital. El banco no podía salir adelante sin un plan de
saneamiento”) se llevó a cabo con los informes de los inspectores de
Pérez. (...)
Tras la aventura, Pérez (“El padre de los SIP”), protagonizó otra
curiosa pirueta. Ocurrió que la Banca Privada de Andorra (BPA) llevaba
tiempo peleando por una licencia bancaria en España. Y el citado, quién
mejor, se la gestionó con eficacia ante sus amigos del BdE.
Se trataba
de la ficha del Banco Madrid, por aquel entonces un cascarón vacío tras
haber pasado de Banesto a Deutsche Bank (fue precisamente Pérez quien,
como responsable de la Inspección, obligó a Conde a venderlo a los
alemanes en febrero de 1993, por la nada despreciable suma de 42.000
millones de pesetas), y de Deutsche Bank a la Kutxa vasca, quien en el
verano de 2010 la dejó en manos de BPA, no sin que antes Andorra se
comprometiera con España a abandonar su estatus de paraíso fiscal.
Y
naturalmente fue MAFO –el personaje que ha hecho del antaño venerado BdE
una de las instituciones públicas más corruptas de España- quien impuso
a los andorranos a Pepe Pérez –que había quedado aislado en un
Intermoney del que habían saltado sus pesos pesados- como presidente de
Banco Madrid cual garantía de buena práctica bancaria.
El “pollo” inexplicable del Banco Madrid
La aventura terminó el pasado 10 de marzo, cuando el Departamento del
Tesoro USA anunció que estaba investigando al BPA andorrano por haber
facilitado transacciones para el lavado de dinero de organizaciones
criminales rusas, venezolanas y chinas, por no mencionar personajes tan
familiares ya para los españoles como Gao Ping.
Y de
pronto esa “buena práctica bancaria” que según el inefable MAFO
garantizaba su amigo Pérez, saltó por los aires. (...)
Al “pollo” que se ha montado con Banco Madrid ha contribuido
activamente las manifestaciones, desmedidas en opinión de no pocos,
tanto del ministro de Economía, De Guindos, como del secretario de
Estado, Fernández de Mesa, que en algún caso han
llegado a mencionar la palabra maldita, “rescate”, (...)
comportamiento
del Sepblac -Servicio de Prevención del Blanqueo de Capitales- que,
después de haber investigado durante 10 meses las actividades del Banco
Madrid, parece no encontró nada digno de ser enviado a la Fiscalía
Anticorrupción, algo que hizo días atrás a uña de caballo cuando estalló
la denuncia del Tesoro de los EEUU), (...)
Uno de esos amigos, y muy destacado,
es el tantas veces citado Pepe Pérez y sus colegas, que a la
sombra de MAFO ganaron mucho dinero con las sustanciosas facturas
pagadas por las Cajas a cuenta del invento de los SIP (las “fusiones
frías”), sin dejar siquiera las migajas a la competencia.
El Banco Madrid camina directo hacia su liquidación, la senda que
tendrían que haberse visto obligadas a transitar algunas de las cajas
cuyo rescate tanto dinero público ha consumido tan dolorosa como
innecesariamente. Esta puede ser la evidencia de cómo liquidar una
entidad, o dejarla quebrar, no supone el fin del mundo para nadie, si
acaso para los gestores y accionistas que consintieron las malas
prácticas que les llevaron al desastre.
En otro orden de cosas, el caso
que nos ocupa encierra una llamativa metáfora moral relativa a uno de
esos episodios financieros que jalonan la historia de la Transición y
que, como la expropiación de Rumasa, más controversia social han
producido: la intervención de Banesto: todos, o casi, los personajes
principales que intervinieron en aquel episodio han visto sus carreras
mancilladas por algún tipo de escándalo final. La venganza de don Mendo.
El dramatis personae de aquella operación habría de iniciarse por Alfredo Sáenz,
el alto ejecutivo de un banco de la competencia que el BdE colocó al
frente del banco intervenido y que, debiéndose al BBV presidido por Emilio Ybarra, a la hora de la subasta pasó la información fetén
a un banco competidor, el Santander, cuyo presidente le premió después
con 1.000 millones de pesetas en acciones de Banesto. Sáenz ha terminado
condenado e inhabilitado por denuncia falsa, con el Tribunal Supremo
rechazando el indulto que le fue otorgado por el Gobierno Zapatero.
José Pepe Pérez o el cazador cazado
Banesto fue adjudicado al Santander no obstante el “detalle” de que
el sobre ganador iba sin firma en el momento de la apertura de
plicas. El gobernador, el célebre Rojo, envió rápidamente a un propio
para que Emilio Botín subsanara la deficiencia y
pudiera así confirmarse la adjudicación.
La operación fue un gran
negocio para un Santander que a partir de entonces protagonizó su gran
salto adelante hasta convertirse en uno de los mayores bancos del mundo,
bajo la batuta inabarcable de un águila como don Emilio, el hombre
dispuesto a firmar un pacto fáustico con la eterna juventud y cuya vida
acabó de forma misteriosa en la soledad de una bañera con agua caliente
un anochecer de septiembre del año pasado.
Capital en el reparto de la
obra, el tantas veces citado Rojo, la eminencia progre de todo economista progre
que se precie, que fue capaz de aceptar un puesto en el Consejo de
Administración del Santander después del episodio relatado, un error que
marcaría para siempre su currículum.
Otros protagonistas menores también recibieron su óvolo, si bien notoriamente más modesto, caso de Miguel Martín,
subgobernador del BdE en el momento de la intervención, que a propuesta
del Santander ocupó durante años la presidencia de la Asociación de
Banca Privada (AEB).
Pero ha sido la defenestración de Pepe
Pérez del Banco Madrid lo que ha venido a poner broche de bronce al
episodio de Banesto. Quien tras la intervención se distinguiera por la
dureza de sus manifestaciones contra Conde, ha venido a caer manchado
por asuntos tan poco edificantes como el lavado de dinero de mafias
internacionales.
Aunque su presidencia no fuera ejecutiva, ¿nunca vio
nada raro durante los años de su mandato como guardián de la ortodoxia?
¿No intuyó nada? ¿Nada sospechó? Pepe Pérez o el interventor intervenido. El cazador cazado. Cruel ironía del destino." (Jesús Cacho, Vox Populi, 22/03/2015)
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