"(...) La corrupción a escala ha surgido de un sistema que ha sido muy
tolerante con la pequeña corrupción y que, además, ha eliminado todos
los controles independientes que un Estado de derecho debería tener
sobre su Administración pública.
Cuando un sistema permite que los
funcionarios encargados de velar por lo público pierdan su
independencia, y sus carreras profesionales estén al albur del
politiquillo de turno, lo que está procurando es que ese funcionario se
libre muy mucho de exigir honestidad a sus jefecillos.
Cuando un
interventor ya no es un titular de un puesto que ha superado una
oposición nacional limpia, sino un interino que ha promocionado en una
oposición autonómica, lo que se está procurando es que este sepa a quién
debe un favor y cómo debe portarse.
Lo mismo ocurre con jefes de
servicio médicos, letrados, jefes de personal, etc. Funcionarios de toda
índole cometen a diario el pecado de omisión (y algunos,
desgraciadamente, el de acción) por no ver en peligro su futuro
profesional.
Si quieren conocer el grado de heroísmo necesario
para destapar un escándalo pregunten por Ana Garrido (primer denunciante
de la Gürtel) en Boadilla del Monte. Esta situación de clientelismo en
la Administración permite un estado de cosas que hace que las pequeñas
corruptelas: contratar a conocidos, realizar pequeños favores, aceptar
invitaciones etc… pasen a ser “lo normal”. Después solo hay que ir
subiendo en escala hasta acabar en los grandes comisionistas de las
obras públicas.
Es urgente recuperar esos pequeños controles. Es
urgente que los funcionarios encargados del control vuelva a ser
prestigiados permitiendo su acceso a esos puestos solo tras pasar
oposiciones nacionales lo más desligadas y lejanas del control caciquil
local. De esta manera ya no deberán favores a nadie.
Es urgente eliminar
la interinidad al máximo entre el funcionariado y que el acceso a esta
interinidad, que ha de ser obligatoriamente breve, se realice mediante
bolsas de empleo con criterios objetivos y eliminando los ‘perfiles’.
Es
urgente que se restaure el principio de igualdad de mérito y capacidad
para el acceso a los puestos directivos de la Administración y que la
libre elección sea restringida al máximo. Es urgente reformar el régimen
disciplinario de los empleados públicos y elaborar un nuevo código de
buenas prácticas.
Solo unos empleados públicos eficaces, bien pagados,
orgullosos de sí mismos y con carreras independientes de la política
asegurarán que se cree un clima de retorno a la moralidad en la
Administración que haga más difícil la tolerancia hacia estas actitudes. (...)" (La teoría de la ventana rota y la corrupción en España, de Francisco Igea Arisqueta en El Confidencial, en Caffe Reggio, 07/11/2014)
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