Entonces hubo quiebra, un agujero patrimonial de 259.339 millones de pesetas, según el auditor, Arthur Andersen. El desenlace de la gemela está por ver, pero su dinámica corría pareja a la de la antecesora.
Cabalgaba a lomos de tigre: incesantes compras de empresas en apuros; valoradas a altos precios; pagadas a largos plazos con recursos ajenos; sobre la confianza en que la gestión las impulsaría.
El clan se escuda en el tamaño, 400 empresas entonces, 160 ahora; 60.000 empleos entonces, 9.000 ahora. Apela al victimismo frente a los grandes, ahora Emilio Botín, antes Luis Valls Taberner.
Y reedita su heterodoxa operativa, ahora, desviando a fines distintos (autoinyección para cubrir desfases de otras compañías) dinero recaudado a los inversores teóricamente para "adquisición de empresas". De posibles engaños, alzamientos, estafas o falseamientos, que entiendan los jueces.
Económicamente, surgen tres incógnitas para otros protagonistas.
¿Por qué hasta quizá 5.000 inversores compraron pagarés de 50.000 euros (parece que en algún caso, de menor cuantía, incumpliendo más reglas) al falso holding? Les ofrecían intereses del 8%, 10% y 12%, ¡a lo Madoff! ¿No sospecharon? ¡Pero si la CNMV había lanzado siete alertas públicas! Decía Galbraith que la memoria de la especulación dura 10 años, y aquí han sido 28. ¿O tenían más fe que cálculo? ¿O su dinero era negro?
¿Por qué tanta prensa calló tanto? ¿Porque los Ruiz-Mateos repartieron 18 millones en publicidad, en años de sequía? "Tanta" no es "toda". Repasen los buenos textos admonitorios de Miguel Jiménez publicados en este diario desde febrero de 2009.
Los Ruiz-Mateos anuncian que se querellarán contra Botín, por cortarles el grifo crediticio, tras los 330 millones que les habría prestado el Santander. Con los precedentes del caso y dado el tradicional rigorismo del banco cántabro, ¿acaso no maravilla más bien que se les hubiese abierto generosamente el grifo?" (XAVIER VIDAL-FOLCH: Siempre a lomos de tigre. El País, 10/03/2011, p. 22)
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