"Francisco Correa Sánchez es ahora un apestado. No tiene amigos. Fuera de la cárcel nadie se atreve a reconocer que tuvo relación con él, que le trató con asiduidad, y mucho menos que le acompañó en algunas de esas fiestas que tan bien organizaba. Claro está, nadie disfrutó de los servicios de la mujer que le acompañaba con frecuencia, una belleza eslava cuyo disfrute él ofrecía generosamente.
Para ser un hombre que agasajó con regalos y atenciones a tanta gente, sus pasos no han dejado huella, fuera de un voluminoso sumario judicial. Nadie quiere hablar de Don Vito, como parece gustarle que le llamen. Dado el apodo, tampoco es de extrañar la ley del silencio a su alrededor. (...)
No tiene amigos. Ni conocidos. Nadie alza la voz en su defensa. Incluso su actual mujer alegó ante el juez que apenas tenían relación en los últimos tiempos. (...)
Y es que los inicios de la carrera de Francisco Correa determinan cómo fue su aprendizaje. De aquel botones de 13 años que trabajaba en uno de los hoteles frente a la estación de Príncipe Pío, convertida desde hace unos años en centro comercial, no hay un recuerdo definido, salvo que hubo en tiempos un tal Paquillo, "que era muy espabilado".
Posiblemente, ése era el pequeño Correa que hizo carrera haciendo disfrutar de su estancia a los turistas. De esa dedicación al ocio ajeno hizo una profesión, porque Francisco Correa entró a trabajar en una sucursal de Viajes Meliá próxima al hotel. (...)
Correa se había casado con María Antonia, viajaba mucho, comenzaba a tener éxito en una nueva rama de la industria turística: la organización de convenciones para empresas y los viajes de incentivos para ejecutivos.
Tan bien le iban las cosas que decidió establecerse por su cuenta y montó una agencia, FCS (responde a las iniciales de su nombre) con sede en la calle Blasco de Garay. Uno de sus mejores momentos fue asistir a una entrevista con Luis del Olmo en el programa Protagonistas: Correa era por entonces un experto a la hora de hablar sobre las condiciones de vida de los ejecutivos.
Los ejecutivos eran su mercado. Cómo entenderlos, cómo entretenerlos, cómo satisfacerlos, como hacerles disfrutar del escaso tiempo que les deja su estresante vida. Conocía la noche, tenía las llaves para abrir la coraza bajo la que el ser humano esconde sus miserias. Y tenía un pico de oro.
Había tenido un hijo, que nació con una dolencia incurable (fibrosis quística). Le pronosticaron un año de vida, pero vivió 13.Su ex mujer, María Antonia, se atrevió a dirigir una carta al diario El Mundo en la que expresaba su dolor por aquellos años y aquella ausencia reiterada de un padre que no quiso saber nada del sufrimiento de su hijo: "Durante esos años, su padre no se ocupó un solo segundo de su hijo", escribió en esa carta María Antonia: "No voy a consentir que este hombre vuelva a dar pena ni fuera ni dentro de la cárcel como al parecer ha hecho estos años". (...)
En 1996, la vida de Francisco Correa ya había dado un vuelco. Mantenía por entonces una relación sentimental con otra mujer, María del Carmen Rodríguez Quijano, con la que se casaría en 1997 en Marbella. Los casó la alcaldesa Marisol Yagüe, luego imputada por el caso Malaya.
Marbella. Correa había empezado a transitar por el entorno marbellí con todo lo que ello significa: conducía coches de alto standing, comenzaba a relacionarse con el lujo y con el tipo de amistades que te pueden abrir puertas.Había fracasado en un negocio inmobiliario en Pozuelo, uno de sus primeros pasos en este tipo de actividad tan lucrativa, pero tenía un soporte: su mujer. Mejor dicho, quien iba a ser su suegro. Porque María del Carmen era hija de Emilio Rodríguez Bugallo, un conocido constructor en Madrid, propietario de Construcciones Salamanca. (...)
Su nueva mujer tenía un perfil muy diferente: educada en colegio caro, pija y dispuesta para colaborar en las actividades de su marido. Cuando años después entró a trabajar como jefa de gabinete del alcalde de Majadahonda, Guillermo Ortega, recibió un sobrenombre entre los empleados municipales: La Barbie. Por ese nombre se la conocía en la sierra madrileña.
A partir de su segundo matrimonio, la estrella de Correa comienza a brillar. Coincide esta fase de su vida con la mayoría absoluta que disfruta el PP en el Gobierno central, en el autonómico de Madrid y en buena parte de los municipios de la sierra.
En este momento se produce uno de los momentos más oscuros de la biografía de Correa, momentos que esconden algunas de las claves de su ascenso que no han sido resueltas todavía por el sumario en el que está imputado y que lleva su apellido en alemán (Gürtel), idioma que precisamente él no conoce (a lo largo de los últimos años hizo considerables esfuerzos por manejarse en inglés).
El nivel de contactos que va atesorando Correa junto a su mujer, le llevan a introducirse en la sede central del Partido Popular en Madrid. Correa tiene entrada en la calle Génova y desde ahí tiende sus redes hacia la periferia. Es un movimiento centrífugo. Amigos que le recomiendan. Amigos que imponen sus servicios en el exterior.
¿Cómo y a través de quién entra en Génova con esa fuerza? En este punto hay más especulaciones que documentos probatorios, entre otras cosas porque el sumario no va más atrás de sus actividades a partir del año 2005, cuando el PP ha perdido el poder en el Gobierno central.
Es evidente que tuvo una buena relación con Alejandro Agag, con los políticos populares del llamado clan de Becerril, que tenían entre otras características la de estar educados en colegios de pago y ser asiduos a pasar jornadas en Marbella y Sotogrande. Pero es larga la lista de populares que visitan ambas localidades y no está del todo claro quién, verdaderamente, le apadrinó.
En la última legislatura del PP, Correa ya era considerado como el gran organizador de eventos, de mítines, de actos públicos del partido. "Era el más caro, pero organizaba muy bien", recuerda un político popular, "contrataba a los mejores y sabía vender el producto".
Nada extraño hubiera pasado si Correa no hubiera llegado demasiado lejos, si no hubiera compartido su actividad como organizador de eventos con la mera y harto conocida tentación de hacer mucho dinero con la especulación urbanística. Correa llevaba años moviéndose como intermediario, recibiendo y repartiendo comisiones en gestiones de compra y venta de terrenos.
Había probado la dulce sensación del dinero fácil. Y es evidente que parecía saber cómo comprar voluntades y cómo hacer amigos. Dominaba el arte de la seducción. Manejaba los bajos fondos de la condición humana.
No tenía un despacho fijo. Vivía entre Madrid y Sotogrande. Viajaba por motivos de negocio a Panamá, Colombia, Reino Unido y Holanda, lugares donde estaban domiciliadas algunas de las sociedades que figuran a nombre de testaferros. Buscaba nuevas inversiones. Se movía mucho.
Eso sí, siempre atildado, con ropa cara. Era muy narciso Correa (dedicaba mucho tiempo en arreglarse, confiesa un conocido), frecuentaba la peluquería. Estaba orgulloso de su porte y lo lucía. Sabía ser educado y déspota, dependiendo de quién fuera su interlocutor. (...)
Correa sabía que estaba siendo investigado. Tomaba precauciones. Lo hacía con sus móviles o a la hora de encomendarle ciertos encargos a su fiel Andrés. Viajaba con frecuencia y parecía buscar un permiso de residencia en algún lugar donde no existiera tratado de extradición con España, caso de Panamá. " (El País, Domingo, 18/10/2009, p. 8/9)
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