Personas, organizaciones, la economía, los lenguajes, el deporte, la política, las empresas, la justicia, las ideologías, el Estado, la comunicación; todo estragado, pervertido. Es decir, la adulteración de las conciencias, la corrupción del espíritu, que transforman cualquier propósito en barbarie.
Por eso, hoy, la generalización y persistencia de las prácticas corruptas no sólo han trivializado su uso, sino que lo han connaturalizado, inscribiéndolo, con todos los honores, en el patrimonio de los comportamientos legítimos y necesarios de nuestra contemporaneidad. (...)
Lo más lamentable, lo más repugnante de esta situación, es la tolerancia, cuando no la complicidad, del sistema democrático en su conjunto, es decir, de sus actores políticos, de sus Estados y de sus Gobiernos, en una acumulación de falsedades y engaños que sin ellos no podría existir.
Porque más allá de la general codicia humana y de las fechorías de las que es habitualmente causa, la criminalidad económica de guante blanco no hubiera podido alcanzar estas elevadísimas cotas de eficacia y de éxito sin la contribución determinante de una arquitectura financiera que ha elaborado unos dispositivos técnicos, tan sólidos como sutiles, y cuya legalidad, es decir, cuya protección jurídica, procede de quien puede otorgarla, es decir, de los Estados. Lo que los hace muy difícilmente impugnables. (...)
La macroestafa de Madoff ...
Pero aún no estamos ahí y seguimos en la impotencia judicial y en la penosa comedia de la búsqueda de la localización de unos fondos que, gracias a la valentía personal y a la competencia profesional de Denis Robert, todos sabemos dónde están y bajo qué cobertura. Se trata de la cuenta número 646, abierta por Bernard Madoff el 2 de noviembre de 1999 en la sociedad financiera Clearstream de Luxemburgo, una de las más importantes cajas de compensación del mundo y quizás el más eficaz dispositivo de coordinación de los 10 paraísos fiscales del ámbito político europeo.
Ésa es el arma del crimen, ése es el lugar de la abominación financiera, pues nadie ignora que los paraísos fiscales son el instrumento principal de la economía criminal, que Bernard Madoff, el rey de la trampa, maneja con destreza e impunidad. La primera la pone él; la segunda, los Estados. Economía criminal que va desde la evasión fiscal y el blanqueo de dinero hasta el mercadeo de seres humanos, pasando por el botín procedente de las extorsiones mafiosas, el tráfico de drogas y de armas, la producción y comercialización de moneda falsa, el robo, estafas y contrabandos de todo tipo, que constituyen los componentes de un volumen conjunto que supera ya el 40% de la economía legal mundial. Volumen que sin los paraísos fiscales no encontraría tan extraordinario acomodo para su conservación, ni tantas facilidades para su producción y multiplicación.
Pero, volviendo a Clearstream, se afirma que tuvo mucho que ver con la apropiación indebida de fondos del FMI destinados a Rusia a través de la Sociedad Menatep, apropiación que, al parecer, se operó desde y en Clearstream.
Sin olvidar que, según Jean-François Couvrat, portavoz de Attac-France, las ramificaciones del holding de la familia de Bin Laden llegan y se cruzan en Luxemburgo con las operaciones criminales del Banco de Comercio y Crédito Internacional (BCCI), tan ligado a los intereses de los Saud y de éstos a los dos presidentes Bush de los Estados Unidos, como confirma Craig Unger, director del The New York Observer, en su libro Los Bush y los Saud. Denis Robert señala al financiero Nadhmi Auchi, el banquero de Sadam Husein, que realizó la discutida compra de Ertoil a la pareja Piqué-De la Rosa, como el centro neurálgico de estas siniestras maniobras, que encontraron en el paraíso fiscal luxemburgués la hospitalidad que necesitaban." (JOSÉ VIDAL-BENEYTO: El arma del crimen. El País, ed. Galicia, Opinión, 31/01/2009, p. 27 )
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