"Por estos días, Rafael Correa viene denunciando una persecución
política por parte del actual mandatario, Lenin Moreno. Pero el cambio
de signo político ecuatoriano es aún más profundo: la transición hacia
una derecha más radical se impone con poca resistencia social, observa
Mauro Cerbino.
En diálogo con Página/12, el investigador de la
Flacso Ecuador analiza los rasgos del gobierno de Moreno en un escenario
regional de viraje hacia una derecha que vino para quedarse. Aunque
advierte que los resultados de las elecciones en Argentina son el
ejemplo de un “volver a pensarse de los pueblos en Latinoamérica”.
-¿Qué implicancias tiene el cambio de signo político en la región?
-En
la región estamos observando el retorno de las derechas y el ocaso de
aquellos procesos que pudimos definir como progresistas. Estamos
acostumbrados a un movimiento cíclico en la región, pero no debemos
olvidar nunca quiénes son los que tienen el verdadero poder: el poder de
la banca y de las finanzas, los poderes militares, los poderes de la
opinión, los grandes medios de comunicación.
Los grandes poderes
fácticos nunca descansan. Cuando viven momentos que les son contrarios o
les afectan, presionan para que haya un cambio. Cuando retorna, la
derecha lo hace con mayor fuerza porque es capaz de neutralizar el poder
existente.
-¿A qué "poder existente” se refiere?
-A
la potencialidad que se expresó en la construcción política anterior a
este gobierno. El presidente Lenin Moreno es, en verdad, una transición
hacia la derecha más radical, que podría venir próximamente y que
tendría el gran poder de enterrar, desactivar y vaciar de sentido aquel
vocabulario que, durante el gobierno de Rafael Correa, fue capaz de
sostener discursivamente una acción política novedosa y alternativa.
-¿En qué reside la importancia de los discursos para la acción política?
-¡El
vocabulario es importante! El gobierno de Correa, desde 2007 hasta
2016, se propuso construir una nueva terminología política; eso tuvo
efectos en la construcción de subjetividades, especialmente de los
sectores populares. Uno de los dispositivos más importantes de la acción
política de Correa fueron los “Enlaces” todos los sábados. En ese
espacio, se nutría de los significantes clave de ese vocabulario
político que marcaba una diferencia con el pasado, esos significantes
podrían tener la capacidad de incidir en lo que Gramsci llamaba “el
sentido común”. ¿Cómo transformamos el sentido común que han ido
configurando los grandes medios de comunicación? ¡Disputando
significantes! En Ecuador no solo vendrá la derecha, sino que esa
derecha tendrá la capacidad de vaciar el vocabulario.
-¿Por qué se desactivaron esos significantes?
-Esos
significantes se hicieron carne en los sectores populares. Siempre hubo
una identificación con el líder; caído el líder, se vacía también el
discurso. El logro actual es que se haya revertido la construcción de
aquellos significantes y, en su lugar, se lograra poner la corrupción en
la agenda pública. La corrupción es el caballito de batalla de todas
las derechas del mundo. Ha sido una gran arremetida sobre el impacto
emocional, tratar la problemática de la corrupción política atribuida al
anterior gobierno. Eso ha neutralizado cualquier posibilidad de
mantener vivos aquellos significantes.
-¿Por qué cree que es tan eficaz instalar la corrupción como tema de agenda?
-La
corrupción tiene mucho apego, sobre todo en la clase media. No solo
porque está bien orquestado por el discurso político del actual gobierno
ecuatoriano y los medios de comunicación, sino porque va directo a la
psicología del ciudadano de clase media.
-¿Cómo funciona esa psicología?
-El
razonamiento es: “¿cómo es posible que aquellos que nos habían hecho
creer esto, aquello y lo otro, se fueran llevando partes del recurso
público? ¿Y cómo es posible que yo no haya participado del reparto de la torta?” No se olvide de que en la clase media, más que un colectivo hay un conjunto de yoes.
Lo que abona el resentimiento de clase media no es solo que se hayan
cometido actos de corrupción, sino el hecho de no haber participado de
ese reparto. Y ese argumento es muy eficaz del lado del receptor. Mi
foco no está puesto en cómo viene armado ese discurso desde el gobierno o
los medios, sino en cómo pega en la gente, porque la gente se siente
defraudada, pero no tanto porque no sea justa la corrupción, sino porque
le afecta en su bolsillo.
-¿Qué factores explican la
desactivación de la figura de Rafael Correa, tratándose de un ex
presidente que terminó su mandato con imagen positiva?
-Desde
el punto de vista simbólico, pesa mucho que Correa se haya ido a otro
país a poco de haber terminado su gobierno. En algunos casos, eso debe
haber producido algún tipo de escozor; creo que esa decisión ha tenido
sus defectos en términos simbólicos. Luego están los cuadros intermedios
de ese movimiento que nunca quiso ser partido. No es posible construir
un escenario político si no se crea una organización que se parezca a la
estructura de un partido. La idea de movimiento dura un tiempo, pero
luego debe convertirse en otra cosa, especialmente cuando el movimiento
político tiene aspiraciones de gobierno. Por eso, cuando cae el gran
líder que personificó el proceso, que incluyó públicos muy diferentes en
colectividades —no solamente las clases más plebeyas o parte de la
clase media, sino que también convenció a otros sectores— que se
identificaron con ese líder, no hay recambio. Ese liderazgo fuerte
permitió que se mantuviese el proceso a lo largo del tiempo. Pero el
líder no es vitalicio. Por eso, cuando cae el líder muestra la costura
y, con ello, sus límites. El populismo en general tiene esta paradoja:
un liderazgo fuerte viabiliza procesos de cambio a veces acelerados, y a
la vez representa un límite debido a la incapacidad de ser reemplazado.
-¿Cómo hacer sostenible estos procesos, más allá de esos liderazgos fuertes?
-Es
necesario razonar sobre el recambio, los líderes no son eternos. En el
caso venezolano, como en el ecuatoriano y el boliviano, parecería que
los líderes que han dado paso a esos procesos bloquearon ellos mismos la
posibilidad de generar cuadros que puedan luego convertirse en
potenciales líderes.
-¿En qué medida la polarización política es condición de posibilidad de los gobiernos de derecha en la región?
-Creo
que se acabó el tiempo de la polarización. Hoy, en el Ecuador, hay un
gobierno que está manejando la crisis y tratando de administrar la
transición hacia una derecha más radical. Pero el nuestro no es un país
polarizado; no sabría reconocer cuáles son los polos enfrentados.
También a ese respecto habría que preguntarse sobre la responsabilidad
del gobierno anterior.
-¿Por qué lo dice?
-El
anterior gobierno también neutralizó, incluso, las mínimas capacidades
de resistencia y de protesta que podían persistir en este país.
Desarticuló los movimientos sociales, despotenciándolos. Un país sin
movimientos sociales pierde la columna vertebral, y por ende, la
posibilidad de organizar políticamente, toda acción de protesta. Hoy
están reformando, casi mutilando, la Ley de Comunicación, como lo
hicieron en Argentina con la Ley de Servicios Audiovisuales. Hemos hecho
unos comunicados y varios intentos, pero estamos seguros de que vamos a
perder. ¿Dónde está la capacidad de organizarse políticamente y generar
presión sobre el gobierno o el Parlamento para no retroceder a antes de
2007? La polarización, en definitiva, es un signo político muy
importante, es la esencia de la política. Yo, en cambio, veo una
sociedad política neutralizada, vaciada de vocabulario progresista; veo
un gobierno que está administrando una transición hacia la derecha
radical y no veo ninguna posibilidad de resistencia y oposición de
ningún tipo.
-¿Cómo observa esta “transición” del gobierno de Moreno, en lo económico y social?
-Desde
el punto de vista económico, no hemos tenido grandes shocks como los
que están viviendo en Argentina. Aunque sí hubo cierto cambio de
política económica. En los años anteriores pensábamos en nacionalizar
empresas y ahora, en cambio, estamos privatizando las empresas del
Estado. Hay retrocesos en cuanto al rol de los medios de comunicación y
la famosa norma de la distribución del espectro radioeléctrico. Pero
desde el punto de vista macroeconómico, lo que se está haciendo no
produce siquiera reacciones por parte de los sectores de la sociedad.
-¿Y en áreas como educación y salud?
-Esas
áreas sensibles se han mantenido. En educación superior se ha mantenido
el mismo presupuesto. Inicialmente se quiso reducir, pero
inmediatamente empezaron las reacciones contra esa medida y se regresó a
los anteriores presupuestos. Desde el punto de vista económico, este
gobierno está tratando de aguantar lo más posible, aunque la
deuda está aumentando. Para este año están previstos cerca de ocho mil
millones de dólares de deuda nueva, y cara, además.
-¿Cara?
-Es
una deuda importante, contraída con intereses cercanos al 11%. De
hecho, se habla del Fondo Monetario Internacional. En el tiempo que
lleva este gobierno se tomaron decisiones desde el punto de vista del
impacto discursivo, recurriendo al slogan “el gobierno de todos”. Una
cosa que, obviamente, ya hace reír, porque nunca un gobierno puede ser
de todos. Pretenden mostrar que en todos los espacios hay momentos de
deliberación que luego se traducen en política pública. Pero es solo un
maquillaje, una retórica. Y los medios de comunicación se han alineado
con el gobierno sin demasiado esfuerzo.
-¿Observa cambios en el mercado de trabajo en estos dos años de gobierno de Lenin Moreno?
-Ha
aumentado el subempleo, más que el desempleo. Pero a diferencia de
Argentina, este país en los últimos años ha vivido una especie de
burbuja, donde fue posible producir una serie de medidas. Por ejemplo,
la eliminación de la tercerización.
-¿Cómo se logró eliminar la tercerización?
-En
los hechos, no se podía abaratar costos laborales contratando a
terceros para realizar actividades que las empresas estaban en
condiciones de realizar con personal propio. Y además el Estado fue el
gran inversor. Es decir que, desde 2007 y hasta 2014, el gran caudal de
inversiones en el Ecuador estuvo dirigida por el Estado, en parte
gracias a los altísimos niveles del petróleo, a lo que se sumaron
algunas acciones bien desarrolladas por parte del gobierno de Correa.
Luego empezó la crisis y en 2016, el gran terremoto.
-Entre esas acciones, ¿incluye la investigación y reestructuración de la deuda externa?
-La
redefinición de la deuda fue beneficiosa. Hubo un momento de mayor
efervescencia económica que permitió al Estado invertir muchísima
cantidad de dinero en obras y eso generó más trabajo. La burocracia
creció bastante durante el gobierno anterior, con un fuerte incremento
de los puestos de trabajo. Hoy se nota que hay un problema, pero tampoco
es muy notorio todavía. Hay desempleo, pero no es tan importante como
en otros países. Por eso digo que no hay ningún motivo que nos haga
pensar en la posibilidad de un estallido. Lo que sí hay es una amenaza
permanente de salirse de la dolarización. Y ese es un recurso discursivo
al que el gobierno acude mucho con la amenaza de: “si no hacemos bien
las cosas…”, “si no cuidamos las cuentas…”, “si no disminuimos el gasto
público…”.
-¿Qué cree que puede ocurrir en las próximas elecciones?
-Nuestro
país está claramente dividido entre sierra y costa. En la costa está la
mayor cantidad de empresas exportadoras de banano, de camarones, de los
commodities que exporta Ecuador. Pero en la costa están también los
líderes de la derecha tradicional, muy conservadora y radical. En este
gobierno estamos viendo cómo en ciertos puestos clave hay personas que
vienen de la costa. La incógnita, por ahora, es entender el
comportamiento político de la sierra y especialmente de Quito, y ver si
lo que queda de la revolución ciudadana —el movimiento de Correa— es
capaz de reorganizarse electoralmente.
-¿A qué puestos clave se refiere, puntualmente?
-El
vicepresidente viene de una familia empresaria de Guayaquil, es un
joven de poco más de 30 años. El presidente le ha encargado las
funciones principales relacionadas con la economía, más puntualmente la
relación con las empresas. Pareciera que con este gobierno se está
produciendo una entrada paulatina de las élites de la costa, en
particular de las élites de Guayaquil. Las élites de la costa han estado
muy retrasadas desde el punto de vista del ejercicio del poder del
Estado, y este pareciera ser su momento de ingreso.
Espero equivocarme,
pero cuando la derecha vuelve, vuelve para quedarse, para permanecer más
tiempo del que pudieron permanecer los gobiernos progresistas cuando se
dieron las condiciones para gobernar desde una perspectiva que no fuera
de derecha. Porque los tiempos de la derecha son siempre más largos que
los tiempos del progresismo y de la izquierda. El centro no existe en
política. Y la derecha en el Ecuador no es una derecha conservadora al
estilo del conservadurismo europeo. Es una derecha mucho más retrógrada e
inequitativa.
-¿Cree que el triunfo de la fórmula Fernández-Fernández en las elecciones de Argentina tendrá algún efecto a nivel regional?
-Podría
ser, considerando además la magnitud de la diferencia obtenida en las
PASO en relación a la coalición liderada por Macri. Podría ser un
ejemplo interesante de un volver a pensarse de los pueblos que en
Latinoamérica se han volcado hacia la derecha, tras capitalizar algunos
malestares producidos en los gobiernos progresistas. Pero, sobre todo,
por no haber profundizado dichos gobiernos en las reformas estructurales
para un sólido cambio político en nuestras sociedades."
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