20.6.19

Aranda: “Siempre lo he hecho con los jugadores; sin los jugadores no lo hago”

"La digestión de las pérdidas por sus apuestas al Valladolid-Valencia y Getafe-Villarreal no fue sencilla para el exfutbolista Carlos Aranda, presunto cabecilla de la trama Oikos de amaño de partidos para obtener ganancias a través del juego. 

La tarde y la noche del pasado 18 de mayo mantuvo varias conversaciones en las que lamentó haberse fiado de Raúl Bravo, su presunto socio en la cúpula de la trama, según se desprende de las escuchas policiales recogidas en el sumario del caso al que ha tenido acceso EL PAÍS. Aranda había apostado al menos 10.000 euros a una jugada vinculada que preveía que el Valencia y el Getafe ganarían sus partidos. El Valencia cumplió (0-2). El Villarreal chafó el pleno en el minuto 86 con el empate de Gerard Moreno (2-2).

Algo después de las diez de la noche de ese sábado, Aranda circula en su coche por Madrid con un primo y un amigo. Hablan del batacazo. Gran parte de las conversaciones que aparecen en el sumario proceden de un micro que la policía decide instalar, con autorización judicial, en el automóvil del exfutbolista al ver la frecuencia con la que cambia de teléfono móvil, y el uso habitual que hace de terminales encriptados.

 Esa noche, después de los partidos y después de haber dormido una siesta, repasa sus errores en el coche: “Aunque sea muy fiable... Porque si yo no estoy por medio, y los jugadores están, yo eso no lo hago, porque yo eso siempre lo he hecho con los jugadores, yo sin los jugadores no lo hago, olvídate. Y aquí no hemos hecho nada con los jugadores. Raúl lo único con el del Valladolid... ¿Pues tú no te has sentado ya con el del Valladolid? Pues vamos a hacer eso”, se lamenta.

Ese había sido el plan inicial de Aranda, apostar a la victoria del Valencia, que veía garantizada tanto por la situación deportiva como por la reunión que Bravo había mantenido con el jugador blanquivioleta Borja Fernández dos días antes en Pucela, y que la policía registró en sus seguimientos. 

Bravo llegó a Valladolid el jueves 16 de mayo a las 14.30 al volante de un Mercedes clase A, seguido de varios policías. Poco más de una hora después, a las 15.50, emprende el viaje de regreso a Madrid, de lo que los investigadores deducen que “Raúl Bravo fue a la ciudad de Valladolid con el único objetivo de citarse con Borja Fernández, el cual tendría la encomienda de influir sobre el resto de jugadores del equipo, al objeto de condicionar el resultado del partido” contra el Valencia, “todo a cambio de un precio que sería abonado por los líderes de la organización”.

Eso creían tenerlo controlado. “Tengo 100%”, le había dicho Bravo. Sin embargo, según una conversación intervenida esa misma tarde después de los partidos, el mismo Bravo le persuadió de ser más ambicioso. “Lo mejor de todo es que yo sabía una apuesta sólo, cuál era, que era que empataba y ganaba el Valencia. Yo no sé para qué Raúl me metió en la cabeza al Getafe, me hizo hablar con gente del Getafe y me cago en los muertos, que me dijeron hay siete sólo. Y yo sabía que esos siete, de siete había tres en el campo, te lo garantizo”, le dice Aranda a su interlocutor.

No había sido la única gestión que los presuntos cabecillas de la Oikos habrían realizado con el Getafe, según las intervenciones policiales. Una vez que, según la versión de Aranda, se habían asegurado a Borja Fernández, Bravo apunta sus influencias hacia futbolistas del club del sur de Madrid. Lo cuenta también Aranda en su coche esa noche: “Vas ahora a hablar con Paco Estévez, intermediario. ¿Ese sabes lo que ha hecho? Ha hablado con el otro, el otro le ha dicho que sí y le hemos tocado un par de jugadores, soltar la... la esto, por si cuela, pues se lleva 15.000 euros”.

Después de ver cómo se había esfumado el dinero de su apuesta, Aranda duda de que en realidad tuvieran atado el concurso de jugadores azulones, algo que él considera imprescindible en este tipo de arreglos: “Te digo una cosa, yo he visto el partido ese y aunque se hubiesen dejado el Villarreal, de verdad, el Getafe no... Es que ha tenido veinte ocasiones solo, en el primer tiempo y en el segundo tiempo ha tenido dos o tres nada más. Un equipo que, que tiene que ganar, se mata”, se queja Aranda. “Hazme caso, que la apuesta o estás dentro de la... o estás jugando tú al fútbol o si no es muy difícil enterarte así al 100%”, le dice a uno de sus acompañantes.

Para el exfutbolista malagueño es una noche de lamentos, una caída empujado por la avaricia: “A 2.10 se pagaba, vale. En el primer tiempo y en el segundo tiempo. A 2.10 y eso es lo que pasó. Esa es la mierda que pasó. Yo le dije [a Raúl]: somos gilipollas, tío, por abusar. Por buscar una puta cuota de 3, por abusar mira lo que hemos hecho”, dice a su interlocutor. A 2.10 se pagaba solo la victoria del Valencia en Valladolid. La rentabilidad subía hasta 3 si se combinaba la apuesta con la victoria del Getafe contra el Villarreal. No sucedió y perdieron él y la gente a la que había aconsejado.

La jornada había empezado con sensaciones muy distintas. Minutos antes del mediodía, también desde su coche, Aranda aconseja a un amigo sobre posibles apuestas a los partidos de LaLiga que iban a empezar a las 16.15. Su primer impulso es el camino sencillo: “Hermano, no me empieces a decir tonterías, ¿vale? Tú espera a que yo te diga lo que te vaya a decir: una cuota de dos y a tomar por culo, ya está. Déjate de gilipolleces: que cómo lo ves esto, cómo lo ves lo otro. Si vas a lo seguro vas a lo seguro; si no haz lo que te dé la gana”.

Pagar a Borja Fernández

Un minuto después recibe una llamada y parece mantener la prudencia. “Déjate de tonterías, de verdad te lo digo. ¿Tú quieres combinar? ¿Tú quieres combinar?”, dice a su interlocutor, que le contesta: “No, no, no, yo voy a hacer lo que tú”. Enseguida Aranda se muestra más osado: “Mira, hermano, está primera parte, que gana primera parte y segunda el Valencia, ¿vale? Escúchame, que gana la primera parte y segunda, vale, o sea, que gana la primera parte y que el partido lo gana también; no que gana, que tiene que marcar dos goles en las dos partes, que gana primera y segunda. Y que gana Getafe, ya está. No hay otra cosa”, le dice.

Minutos después, Aranda parece haber olvidado sus reparos. Llama a su prima Maca, que trabaja en uno de los locales de apuestas Luckia de los que es propietario en Málaga y le da instrucciones para apostar 10.000 euros: “Cuando tú termines, sin que nadie te vea, le pones que gana el Getafe y la combinas con que gana el Valencia”, le pide. “Que no lo digas en voz alta, Maca, que no te puede escuchar nadie, que si no todo el mundo habla en mi salón”. Y sigue: “Mételo todo y cuando ya no te deje meterlo, te esperas al directo, vale, y haces lo mismo, vale, todo a eso. No te puede ver nadie, Maca, nadie”, le insiste.

Aranda pierde eso, más su parte de lo que presuntamente utilizaron para seducir al Getafe para que ganara, que es lo que necesitaba, más “50.000,00 euros a Raúl Bravo para pagar su parte correspondiente a Borja Fernández por los servicios prestados a la organización criminal [del total de 100.000 que le habrían prometido]”, según la policía.

En el coche, con sus dos acompañantes, frustrado, esboza los siguientes pasos: “A ver si esta semana cojo el dinero del salón [puso a la venta el local de apuestas de El Palo], los 120.000 euros, le doy 50 a Raúl, que se los dé a ese desgraciado ya y que me deje tranquilo ya... Y a vivir muy tranquilo”, dice en un trayecto que le deja una conclusión más sentida: “Hoy me ha enseñado la vida una experiencia que no veas... Ya no por la apuesta... Yo venía a ver a mi niño, yo no venía a jugar apuestas ni a salir ni nada, yo venía a ver a mi niño. Pues yo he estado todo el día pendiente del puto partido ese de mierda sin hacerle caso a mi niño”, lamenta.


“Algo va a caer seguro; Segunda no es Primera, en Segunda cae”


Al día siguiente del batacazo de las pérdidas de la trama Oikos por la fallida apuesta combinada al Valladolid-Valencia y al Getafe-Villarreal, sigue funcionando la grabadora instalada por la policía en el coche de Carlos Aranda, uno de los presuntos cabecillas. Son las ocho y media de la tarde y va acompañado de su primo, Carlos López Aranda Buitre, y de un amigo, Iván Alonso Barquilla.

Aranda sigue dándole vueltas a cómo recuperarse de las cuantiosas pérdidas sufridas la tarde anterior, y a cómo ayudar a recuperarse a sus amigos, que habitualmente siguen sus consejos. Acabada la competición de Primera, aún les quedan partidos de Segunda por delante.

—Barquilla: ¿Qué hago, Carlos, dejo metido algo en Bet por si acaso?
(...)
—Carlos: Algo va a caer seguro, vamos, eso lo tengo seguro, eso lo tengo clarísimo. Segunda no es Primera, en Segunda siempre cae.
—Buitre: Hay que preguntar si alguien está aliado, hermano.
—Carlos: No te preocupes, que claro que habrá hecho...
—Buitre: Claro, claro, seguro.
—Carlos: Porque éste gana dinero... Siempre pasa igual, antes [ininteligible].
—Barquilla: Es muy peligroso, tío. Yo apuesto una vez más y si pierdo no apuesto nunca más.

Sin embargo, no todo son malas noticias esa noche. En sus informes, la policía recoge también otro fragmento de conversación producida un par de horas después en el automóvil en el que siguen Aranda, Buitre y Barquilla: “Carlos les dice que hoy su salón de juegos de La Palmilla ha podido ganar entre unos 30-40 mil euros, Iván le pregunta que cuánto le queda de eso, respondiendo Carlos que unos 17.000, 18.000 euros”, resumen los agentes.

“El lunes me voy a quitar el teléfono, voy a ir a Movistar y le digo, cámbiame el número, cuánto es, se acabó, a mí que no me llamé Raúl Bravo, que no me diga nada nadie”, se propone Aranda.

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