5.12.17

35 años de silencio: el libro perdido sobre la cuenta B de Banca Catalana

"La historia interminable. Hace unas tres décadas dos ya exsupervisores decidieron escribir un libro sobre la crisis de Banca Catalana. Por qué surgió, por qué terminó afectando al bolsillo de todos los españoles, y por qué Jordi Pujol nunca fue inculpado por la caída de lo que hasta 1982 fue el décimo grupo bancario del país.

Los dos exsupervisores, que conocían al detalle las cuentas de Banca Catalana, elaboraron un único borrador de lo que iba ser el primer libro de esta entidad financiera, y lo que fue el primer gran fracaso de un banco catalán. El proyecto estaba en marcha.

 Las consecuencias de ese libro podrían haber cambiado el rumbo de alguno de los protagonistas del independentismo catalán, como es el caso de Pujol. “Ahora es demasiado tarde, el caso está prescrito”, reconoce uno de los protagonistas que no quiere dar su nombre. De hecho, no sé si le gustará tan si quiera que se conozca este frustrado proyecto.

La mala suerte hizo que este borrador quedase enterrado entre cajas. Uno de sus autores murió repentinamente. El otro dejó España. Hace unas semanas, y en esta ocasión por casualidad y con el don de la oportunidad, el borrador fue desenterrado, pero ya no tomaría la forma de un libro.

Pero antes de que ese borrador con la contabilidad de Banca Catalana, incluida su caja B, terminase en la basura, alguien decidió que sus conclusiones podrían ver la luz justo 35 años después de que se celebrara la junta extraordinaria de accionistas en la que se decidió aprobar una operación acordeón, ante unos 5.000 accionistas. Al final, fue el Fondo de Garantía de Depósitos (FGD) el que tuvo que hacerse cargo de la inyección de 15.000 millones de pesetas (90 millones de euros).

El descubrimiento de este borrador coincide con las investigaciones de la Audiencia Nacional sobre el origen del patrimonio de la familia Pujol.




Los administradores de Banca Catalana en noviembre de 1982, encabezados por Juan Antonio Ruiz de Alda (fue secretario general del FGD y subgobernador del Banco de España), y otros representantes del FGD tuvieron que salir escoltados por la puerta de atrás del Palacio de Congresos en aquella junta. “Los accionistas estaban histéricos. Comprensible”, asegura uno de los protagonistas de esta historia.

La crisis de Banca Catalana se desencadenó a raíz de una información periodística que el 11 de junio de 1982 derivó en una caída de la confianza del grupo, formado por siete marcas (Banca Catalana, Banco de Barcelona, Banco Industrial del Mediterráneo, Banco Industrial de Cataluña, Banco de Gerona, Banco de Alicante y Banco de Crédito e Inversiones).
En total, el Estado tuvo que hacer frente a 345.000 millones de pesetas de 1982 (2.073 millones de euros, en un año en el que el PIB per capita era de 4.996 euros).

Pero este grupo de entidades, encabezado por Banca Catalana y vinculado a Jordi Pujol (presidente de la Generalitat de Cataluña entre 1980 y 2003 y líder del nacionalismo catalán), contaba, según los papeles del Banco de España recogidos en este borrador, con una cuenta B. 

“Hasta el 31 de octubre de 1982 Banca Catalana mantenía la práctica de incorporar en el activo de su balance oficial operaciones, generalmente de crédito, que no respondían a transacciones financieras generadas con ortodoxia en el negocio bancario y carecían de entidad patrimonial. 

El importe de estas operaciones en el activo del balance oficial justificaba una salida de fondos (pasivo en la cuenta B) cuya aplicación (activo en la cuenta B) no tenía reflejo en la contabilidad oficial”, recoge este borrador redactado por los supervisores del Banco de España y del FGD, en el que se detallan las partidas de esta cuenta paralela a la oficial. 

"La fecha de comienzo de las operaciones en cuenta B fue el año 1968, estableciéndose el primer balance en 1969”. Su objetivo era la “adquisición de inmovilizado, adquisiciones de participaciones accionarias bancarias y remuneraciones extraoficiales de los depósitos de los clientes”. 

Este documento añade que en la cuenta B había créditos simulados y cartera comercial ficticia. Y se documenta que, excepto una pequeña cantidad, “la totalidad de los créditos que sirvieron para nutrir la cuenta B son fallidos”.

Otra parte del borrador, descrito como datos de una crisis, dice: “Se puede afirmar que los ajustes que afectan a las cuentas de periodificaciones y otros conceptos tuvieron su origen y motivo contable en el arreglo de la cuenta de pérdidas y ganancias para que presentara periódicamente saldos positivos, es decir, que corresponden a activos inexistentes sin contrapartida real alguna”.

Puede que este proyecto de libro, realizado por dos de los supervisores que inspeccionaron Banca Catalana aportase hoy poco, o tal vez no, nunca se sabrá. Pero es cierto que en el momento en que se iba a publicar, entre 1988 y 1989, podía haber sido muy aclaratorio de hechos que sucedieron o se conocieron después.

Uno de los coautores del borrador, que insiste en que ya no tiene sentido terminarlo ni facilitar su nombre, asegura que si los abogados de entonces hubieran tenido más conocimientos económicos “a lo mejor se hubieran hecho otras preguntas en el proceso de Banca Catalana y el final de este caso también hubiera sido otro. Nunca se sabe”.

 También dice que desde entonces este colectivo ha mejorado en estos conocimientos económicos, y está convencido de que ahora las conclusiones serían muy distintas, pero eso es una teoría que no se podrá demostrar.

Banca Catalana fue creada en marzo de 1959 por Florenci Pujol Brugat, su hijo Jordi Pujol y Francesc Cabana i Vancells, cuñado de Pujol, con la compra de Banca Dorca de Olot. En 1961 trasladó su sede a Barcelona y cambió su nombre por el de Banca Catalana.

En 1984 pasó a manos de un consorcio formado por los grandes bancos españoles. Un año después Banco de Vizcaya se hizo cargo del grupo catalán, e integró más tarde sus activos en la firma vasca, hoy BBVA, haciendo desaparecer la marca de Banca Catalana.

 Ese año, los fiscales Carlos Jiménez Villarejo y José María Mena presentaron una querella contra directivos de Banca Catalana, entre los que se encontraba Jordi Pujol, por supuesto desvío de fondos y cobro de dividendos cuando el banco estaba en pérdidas, pero no se logró demostrar.

Un libro del periodista Pere Rios, Banca Catalana: caso abierto, escrito en 2015, es el último testimonio de lo que pasó en la entidad."                 (Ángeles González Alconada, Cinco Días, 27/11/17)

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