"La historia interminable. Hace unas tres décadas dos
ya exsupervisores decidieron escribir un libro sobre la crisis de Banca
Catalana. Por qué surgió, por qué terminó afectando al bolsillo de todos
los españoles, y por qué Jordi Pujol nunca fue inculpado por la caída
de lo que hasta 1982 fue el décimo grupo bancario del país.
Los dos exsupervisores, que conocían al detalle las
cuentas de Banca Catalana, elaboraron un único borrador de lo que iba
ser el primer libro de esta entidad financiera, y lo que fue el primer
gran fracaso de un banco catalán. El proyecto estaba en marcha.
Las
consecuencias de ese libro podrían haber cambiado el rumbo de alguno de
los protagonistas del independentismo catalán, como es el caso de Pujol.
“Ahora es demasiado tarde, el caso está prescrito”, reconoce uno de los
protagonistas que no quiere dar su nombre. De hecho, no sé si le
gustará tan si quiera que se conozca este frustrado proyecto.
La mala suerte hizo que este borrador quedase
enterrado entre cajas. Uno de sus autores murió repentinamente. El otro
dejó España. Hace unas semanas, y en esta ocasión por casualidad y con
el don de la oportunidad, el borrador fue desenterrado, pero ya no
tomaría la forma de un libro.
Pero antes de que ese borrador con la contabilidad de
Banca Catalana, incluida su caja B, terminase en la basura, alguien
decidió que sus conclusiones podrían ver la luz justo 35 años después de
que se celebrara la junta extraordinaria de accionistas en la que se
decidió aprobar una operación acordeón, ante unos 5.000 accionistas. Al
final, fue el Fondo de Garantía de Depósitos (FGD) el que tuvo que
hacerse cargo de la inyección de 15.000 millones de pesetas (90 millones
de euros).
El descubrimiento de este borrador coincide con las
investigaciones de la Audiencia Nacional sobre el origen del patrimonio
de la familia Pujol.
Los administradores de Banca Catalana en
noviembre de 1982, encabezados por Juan Antonio Ruiz de Alda (fue
secretario general del FGD y subgobernador del Banco de España), y otros
representantes del FGD tuvieron que salir escoltados por la puerta de
atrás del Palacio de Congresos en aquella junta. “Los accionistas
estaban histéricos. Comprensible”, asegura uno de los protagonistas de
esta historia.
La crisis de Banca Catalana se desencadenó a raíz de
una información periodística que el 11 de junio de 1982 derivó en una
caída de la confianza del grupo, formado por siete marcas (Banca
Catalana, Banco de Barcelona, Banco Industrial del Mediterráneo, Banco
Industrial de Cataluña, Banco de Gerona, Banco de Alicante y Banco de
Crédito e Inversiones).
En total, el Estado tuvo que hacer frente a 345.000
millones de pesetas de 1982 (2.073 millones de euros, en un año en el
que el PIB per capita era de 4.996 euros).
Pero este grupo de entidades, encabezado por Banca
Catalana y vinculado a Jordi Pujol (presidente de la Generalitat de
Cataluña entre 1980 y 2003 y líder del nacionalismo catalán), contaba,
según los papeles del Banco de España recogidos en este borrador, con
una cuenta B.
“Hasta el 31 de octubre de 1982 Banca Catalana mantenía la práctica de incorporar en el activo de su balance oficial operaciones, generalmente de crédito, que no respondían a transacciones financieras generadas con ortodoxia en el negocio bancario y carecían de entidad patrimonial.
El
importe de estas operaciones en el activo del balance oficial
justificaba una salida de fondos (pasivo en la cuenta B) cuya aplicación
(activo en la cuenta B) no tenía reflejo en la contabilidad oficial”,
recoge este borrador redactado por los supervisores del Banco de España y
del FGD, en el que se detallan las partidas de esta cuenta paralela a
la oficial.
"La fecha de comienzo de las operaciones en
cuenta B fue el año 1968, estableciéndose el primer balance en 1969”.
Su objetivo era la “adquisición de inmovilizado, adquisiciones de
participaciones accionarias bancarias y remuneraciones extraoficiales de
los depósitos de los clientes”.
Este documento añade que en la cuenta B
había créditos simulados y cartera comercial ficticia. Y se documenta
que, excepto una pequeña cantidad, “la totalidad de los créditos que
sirvieron para nutrir la cuenta B son fallidos”.
Otra parte del borrador, descrito como datos de una
crisis, dice: “Se puede afirmar que los ajustes que afectan a las
cuentas de periodificaciones y otros conceptos tuvieron su origen y
motivo contable en el arreglo de la cuenta de pérdidas y ganancias para
que presentara periódicamente saldos positivos, es decir, que
corresponden a activos inexistentes sin contrapartida real alguna”.
Puede que este proyecto de libro, realizado por dos
de los supervisores que inspeccionaron Banca Catalana aportase hoy poco,
o tal vez no, nunca se sabrá. Pero es cierto que en el momento en que
se iba a publicar, entre 1988 y 1989, podía haber sido muy aclaratorio
de hechos que sucedieron o se conocieron después.
Uno de los coautores del borrador, que insiste en que
ya no tiene sentido terminarlo ni facilitar su nombre, asegura que si
los abogados de entonces hubieran tenido más conocimientos económicos “a
lo mejor se hubieran hecho otras preguntas en el proceso de Banca
Catalana y el final de este caso también hubiera sido otro. Nunca se
sabe”.
También dice que desde entonces este colectivo ha mejorado en
estos conocimientos económicos, y está convencido de que ahora las
conclusiones serían muy distintas, pero eso es una teoría que no se
podrá demostrar.
Banca Catalana fue creada en marzo de 1959 por
Florenci Pujol Brugat, su hijo Jordi Pujol y Francesc Cabana i Vancells,
cuñado de Pujol, con la compra de Banca Dorca de Olot. En 1961 trasladó
su sede a Barcelona y cambió su nombre por el de Banca Catalana.
En 1984 pasó a manos de un consorcio formado por los
grandes bancos españoles. Un año después Banco de Vizcaya se hizo cargo
del grupo catalán, e integró más tarde sus activos en la firma vasca,
hoy BBVA, haciendo desaparecer la marca de Banca Catalana.
Ese año, los
fiscales Carlos Jiménez Villarejo y José María Mena presentaron una
querella contra directivos de Banca Catalana, entre los que se
encontraba Jordi Pujol, por supuesto desvío de fondos y cobro de
dividendos cuando el banco estaba en pérdidas, pero no se logró
demostrar.
Un libro del periodista Pere Rios, Banca Catalana: caso abierto, escrito en 2015, es el último testimonio de lo que pasó en la entidad." (Ángeles González Alconada, Cinco Días, 27/11/17)
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