"Hermosas pero falsas son las fotografías que frecuentemente son la única evidencia de que alguna compañía ha ejecutado un costoso proyecto de ayuda ubicado en algún lugar de Afganistán demasiado peligroso para que lo visite la agencia donante.
"Fui a ver una planta procesadora de alimentos en el este del país, que supuestamente iba a emplear a 250 mujeres", contaba un afgano que solía trabajar para una organización de ayuda estadounidense.
"Habíamos iniciado el proyecto y estábamos pagando por los equipos y los salarios. Pero cuando visité el sitio, lo único que encontré fue unas cuantas personas trabajando en una pequeña huerta del tamaño de un aula".
Cuando, exasperado, se quejó por la planta fantasma, un funcionario local le dijo que cerrara la boca. "Y dijo que si no me callaba iba a haber problemas en el camino de regreso a Jalalabad, en otras palabras, que me matarían".
Entre tanto, el Presidente Obama prepara su discurso sobre el progreso de la estrategia afgana, para ser difundido la próxima semana; es probable que sólo se limite a hablar del progreso militar.
Pero el fracaso más extraordinario de la coalición liderada por los Estados Unidos en Afganistán es que las decenas de miles de millones de dólares gastados hasta ahora han tenido muy poco impacto sobre la miseria en que viven 30 millones de afganos. Desde 2001, solamente los Estados Unidos han proporcionado $52 mil millones en ayuda, dos tercios en seguridad y un tercio para desarrollo económico, social y político.
A pesar de esto, unos nueve millones de afganos viven en absoluta pobreza, mientras que otros cinco millones, considerados 'no pobres', intentan sobrevivir con $43 al mes. "Todo aparenta estar bien para los extranjeros pero, de hecho, la gente está muriendo de hambre en Kabul," dice Abdul Qudus, un hombre en sus cuarentas con la cara profundamente arrugada, que vende ropa de segunda mano en una esquina de la capital. Son algo más que trapos, a la vista, en el suelo fangoso medio congelado.
"Compro y vendo ropa por entre 10 y 30 afganis (dos a seis centavos de dólar) y aún así hay gente demasiado pobre para comprarla", dice el Sr. Qudus. "Yo mismo soy muy pobre y en ocasiones no como para que mis hijos tengan suficiente". Dice que empezó a vender ropa de segunda hacía dos años cuando perdió su empleo de lavador de alfombras.
En privado, los funcionarios estadounidenses admiten que el torrente de dinero de ayuda que ha inundado Afganistán ha alimentado la corrupción y ha ayudado muy poco al afgano de a pie. Destinado a mejorar las condiciones económicas y sociales y así reducir el apoyo a los Talibanes, ese dinero está teniendo el efecto inverso de desestabilizar al país. Afganistán fue identificado como el tercer país más corrupto de 178 países del mundo en un reporte hecho público ayer por Transparencia Internacional.
"Los proyectos de ayuda son demasiado grandes, ejecutados en tiempos muy cortos, y en lugares extremadamente alejados," nos dijo un diplomático. Él recordaba que no pudo monitorear un proyecto de construcción de una carretera en la provincia de Kunar, al este [de Kabul], porque no le permitieron visitar la región por motivos de seguridad, ya que no lo podrían proteger del fuego indirecto.
Los afganos y estadounidense que han supervisado los proyectos de ayuda concuerdan en que el enfoque 'quick fix' ha sido desastroso. Hay escuelas donde nadie las necesita, equipadas con ordenadores en distritos donde no hay electricidad ni agua potable.
El diluvio de dinero ha tenido muy poco éxito en reducir las penurias económicas del pueblo afgano. "Todo es un gran mejunje", nos dice Karolina Oloffson, jefa de promoción y comunicación para la ONG afgana Integrity Watch Afghanistan. Las organizaciones de ayuda son evaluadas por la cantidad de dinero que gastan y no por algún resultado productivo." (Sin Permiso, 19/12/2010, citando a 'La gente está muriendo de hambre en Kabul. ¿Dónde va el dinero de la “ayuda” a Afganistán?', de Patrick Cockburn)
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