“El proceso para desviar dinero a un paraíso fiscal es sencillo, aunque difícil de detectar. En lugar de tomar una ruta directa hacia, en este caso, Liechtenstein, el dinero defraudado hace escala en varios países de la Unión Europea, donde el movimiento de capitales es libre. El objetivo es complicar la madeja y dificultar el ejercicio de tirar del hilo, pues en cada una de estas operaciones, el propietario del dinero cambia de identidad.
Más fácil de identificar es el camino de vuelta. Cuando el defraudador decide recuperar el dinero negro (por ejemplo, para comprar un solar y edificar en él), el rastreo es más fácil, ya que en algún momento ese dinero queda deja una huella que se puede seguir y, en algunos casos, permite descubrir grandes tramas. (…)
No existe una idea precisa de qué cantidades atesoran esos territorios libres de tributación y opacos en el intercambio de información. La OCDE, organización que aglutina a las 30 economías más prósperas del mundo, estima que mueven entre tres y 4,6 billones de euros, es decir, entre tres y cuatro veces el producto interior bruto (PIB) de España. La Organización de Inspectores de Hacienda, que toma los datos del Fondo Monetario Internacional, eleva esa cantidad a una cuarta parte de la riqueza mundial, aproximadamente nueve billones de euros.
Aunque nadie calcula cuánto dinero pueden tener los españoles depositado en paraísos fiscales, hay una pista: la Agencia Tributaria denunció ante los tribunales delitos fiscales en los que se defraudaron en total entre 3.000 y 5.000 millones en 2006.” (El País, ed. Galicia, Economía, 02/03/2008, p. 34/7)
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