"(...) Como es lógico, según nuestras leyes siempre están obligados a
devolver lo sustraído todos los responsables de un robo, una estafa,
cualquier sustracción, y también los que se hayan beneficiado después
ayudando a ocultar el fruto de la fechoría. Legalmente, siempre es
obligatorio devolver lo robado.
Sin embargo, la gente percibe la
desmoralizante evidencia de que prácticamente nadie lo devuelve. Los
sistemas de ocultación y aseguramiento del botín parecen inacabables y,
sobre todo, inexpugnables.
Para asegurar el fruto de las sustracciones los ladrones necesitan la
ayuda de otros. Los corruptos, y todos los delincuentes de cuello
blanco, también. Necesitan el soporte de terceros para esconder,
transformar o repartir lo sustraído.
Hoy ya nadie esconde el botín en
cuevas de islas remotas como los antiguos piratas. Los de ahora tienen
islas más accesibles. Sus cuevas son los paraísos fiscales, o
simplemente reconvierten las ganancias fraudulentas en fruto de negocios
aparentemente honorables.
Estos personajes que ayudan a los ladrones, y también a los de cuello
blanco, lo hacen a cambio de participar en las ganancias, sabiendo que
ayudan a un ladrón. Son intermediarios imprescindibles para cualquier
delincuente, y también para los corruptos.
Además de estos intermediarios, hay otras personas o entidades que
simplemente se benefician del fruto del latrocinio, que no siempre
saben, con precisión, el origen concreto de la ganancia que obtienen. En
las películas de mafiosos, las esposas, como la de los Soprano,
son un ejemplo paradigmático de esa especie de “ignorancia consciente”.
A veces solamente sospechan, a veces miran para otro lado, prefieren
ignorar, y algunas veces ignoran.
Recientemente la opinión pública ha conocido una extraña expresión jurídica que hasta hace poco tiempo no había aparecido en los medios de comunicación: “partícipe a título lucrativo”.
Algunos malpensados creyeron que era otra complicación jurídica
incomprensible, un nuevo truco inventado por un fiscal anticorrupción de
Palma de Mallorca para socorrer a la Infanta. Sin embargo la fórmula es
antiquísima.
El fiscal acusa severamente al marido, pero exculpa a la
Infanta, aunque la considera responsable por los beneficios que obtuvo, y
le exige que los devuelva. Algo parecido les ocurre a Ana Mato y al
propio PP, en sus respectivos procesos.
La extraña expresión jurídica de “partícipe a título lucrativo”
novedosa mediáticamente, no es reciente. Está en nuestros Códigos desde
hace casi ciento sesenta años. Es una inteligente solución práctica para
los casos en que resulta imposible demostrar que el beneficiado con
todo o parte del botín sabía que este provenía de la mano de un ladrón.
Si no se puede demostrar la complicidad, por lo menos debe devolver lo
ilícitamente disfrutado, hay que recuperar lo sustraído.
Es lo
prioritario, según el Código Penal. En la práctica la mayor parte de
esta gente beneficiada sobre la que no hay prueba suficiente de su
complicidad, son cónyuges de los traficantes de drogas, de los ladrones o
estafadores, casi siempre esposas que a veces sospechaban, a veces
querían ignorar, y algunas veces, verdaderamente, ignoraban. A esta
gente es a la que el Código llama partícipe a título lucrativo.
Muchas veces no es fácil distinguir a esta gente de los intermediarios
que sí saben que ayudan a un ladrón, a cambio de participar en el botín.
Las esposas que no son capaces de entender, o las que solamente
sospechan, no pueden ser condenadas penalmente como cómplices de ayudar
al cónyuge ladrón.
El Tribunal Supremo dice que para mandar a la cárcel a
alguien por ayudar al ladrón no basta con que la persona beneficiada
tuviera la simple sospecha, duda o recelo. Hacen falta pruebas
inequívocas de la certidumbre de la procedencia ilícita del beneficio
con que se enriquece. El problema surge cuando la persona beneficiada
prefiere no sospechar, no quiere saber, mira para otro lado, mientras
sigue lucrándose.
Un flamante palacete en Pedralbes, una contabilidad
paralela con reparto generoso de sobres-sorpresa, debieran producir a
sus beneficiados cierta curiosidad sobre su procedencia, algo más que
disfrutar de ello sin preguntar. Para la opinión pública ese disfrute
mirando para otro lado sería, seguramente, una prueba inequívoca de
conocimiento del origen delictivo.
En tales casos la justicia debería
hacer algo más que conformarse con la fórmula pragmática de los
partícipes a titulo lucrativo. Aunque más vale eso que nada. Por lo
menos que les declaren partícipes de la corrupción, escondidos tras una
bochornosa fingida ignorancia.
Es bochornoso que la hermana del Jefe del Estado, Infanta de España,
empleada de lujo de ‘La Caixa’ con un privilegiado cargo en Suiza,
razonablemente conocedora de los negocios de su marido, y, al menos, de
los documentos que ella misma firma, necesite formar parte del pelotón
de esposas estúpidas e ignorantes, para acogerse a la excusa de la
“ignorancia consciente”, como partícipe a título lucrativo.
O, por lo
menos, que el fiscal la tenga por tal, para ayudarla a eludir una
responsabilidad criminal en el proceso de Palma, pero que no podrá
eludir en el proceso ante la opinión pública, porque en este hace ya
tiempo que recayó sentencia condenatoria, firma e inapelable." (José María Mena, Jurista. Ex fiscal Jefe de Catalunya, La Lamentable, 12/01/16)
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