"El estallido público de nuevos casos de corrupción que, esta vez,
alcanzan al Partido de los Socialistas de Catalunya y, sin perjuicio
del resultado final de la investigación judicial, es muy preocupante. El
momento siempre es inoportuno, sobre todo para los implicados, pero
esta vez más. El pasado 23 de Octubre se publicó la reforma de la Ley de
Financiación de los Partidos Políticos de 2007 (L.O. 5/2012).
En ella
se fija el presupuesto de este año para los “gastos de funcionamiento” y
de “seguridad” de los partidos con representación parlamentaria.
Exactamente, 69.165.000 €. Una suma elevadísima, en relación con las
partidas que se reducen drásticamente para los servicios públicos
esenciales. ¡Qué contradicción!
Pero, vayamos por partes. Prestigiosos sociólogos norteamericanos
hacen una distinción entre tres formas de corrupción, la blanca, la gris
y la negra. Depende de los factores que concurran en cada una de ellas,
la naturaleza de las infracciones legales, el perjuicio económico
causado al erario público o, entre otros, el deterioro sufrido por las
instituciones implicadas en ella. La denominada como negra es, en todo
caso, delictiva.
Y, precisamente, estos días, al tiempo de conocerse
aquellos casos de corrupción, los medios han dado cuenta de ciertas
decisiones políticas que han generado entre la ciudadanía dudas o,
directamente, repulsa. Decisiones que, si bien no encajarían
directamente en la corrupción negra, suscitan dudas sobre su
legitimidad.
Es sabido que la Consejería de Territorio y Sostenibilidad ha cedido la gestión de Aigües Ter-LLobregat a la sociedad Acciona Agua, en un proceso más que discutido por la privatización de un bien tan esencial como el agua para la comunidad. La sociedad Agbar, disconforme con tal decisión, la ha impugnado. Pero concurre, en este proceso un dato significativo y no irrelevante.
Es sabido que la Consejería de Territorio y Sostenibilidad ha cedido la gestión de Aigües Ter-LLobregat a la sociedad Acciona Agua, en un proceso más que discutido por la privatización de un bien tan esencial como el agua para la comunidad. La sociedad Agbar, disconforme con tal decisión, la ha impugnado. Pero concurre, en este proceso un dato significativo y no irrelevante.
Un alto cargo de la Generalitat, el
Presidente del Consell Asesor per al Desenvolupament Sostenible, órgano
asesor de la Presidencia, es desde el 20 de Marzo de este año Ferran Rodés Vilá,
(1) quien a la vez es Consejero desde el 4 de Junio de 2009 de la
sociedad Acciona, matriz de la sociedad adjudicataria? Ha habido un
trato de favor? ¿En qué zona de la corrupción estaríamos?
Simultáneamente, se ha sabido que la Consejería de Salud -el
conseller, Boi Ruiz, está pendiente de una querella por delitos, entre
otros, de corrupción- ha decidido, por vez primera en la historia de la
sanidad pública catalana, adjudicar la gestión del Centro de Asistencia
Sanitaria y siete Consultorios de L’Escala (Girona), a la empresa Eulen,
SA, durante diez años por un importe de 24 millones de euros. Es una
sociedad, propiedad de la familia Álvarez Mesquiriz, que, salvo su
filial Euxa, dedicada a la atención de personas de la tercera edad, está
calificada en el Registro Mercantil como “líder en España en prestación
de servicios intensivos en personal” , “como gigante español en
servicios” o especialista en “seguridad privada, limpieza y logística”.
Y, que se conozca, sus actividades principales son la explotación
vinícola -Bodegas Vega Sicilia- y ganadera -sociedades Valles del Esla y
Neal-. Pese a ese particular perfil, encabeza el rechazable proceso de
privatización de la sanidad catalana. ¿Por qué? Dicen que superó a la Fundació Salut Empordà,
actual gestora de dichos centros, en la calificación de los requisitos
exigidos. Pese a que carece de toda experiencia en la gestión
sanitaria. Ya veremos lo que hay detrás de esta discutible y brumosa
decisión.
En este contexto, salta a la publicidad la corrupción ya citada. De
la que, según los datos disponibles, no puede dudarse de su carácter
delictivo. Siempre según esos datos, el Ayuntamiento de Sabadell, en los
últimos dos años, durante los procedimientos de contratación de obra
publica de su competencia, resolvía sobre las adjudicaciones, se
entiende que a empresarios del sector, exigiendo cantidades previas de
aproximadamente 120.000 €, mas una comisión ilegal sobre el coste total
de la obra.
Estaríamos ante delitos de prevaricación, cohecho y otros.
De comprobarse los hechos -ya ha habido 12 detenciones y están previstas
unas 25 inculpaciones- es evidente su suma gravedad. Aún no se sabe si
los beneficiarios de las comisiones ocultas -solo naturalmente entre los
partícipes- son los políticos y funcionarios que intervenían en el
procedimiento o el partido al que pertenecen los implicados -el PSC-
como forma de su financiación ilícita.
Lo que resulta claro es que estamos ante un supuesto de corrupción
negra. Muy grave, porque difumina la ecuación entre las instituciones y
la legalidad y las deslegitima ante los ciudadanos, ya demasiado
cansados y decepcionados de unas Administraciones que solo merecen un
duro reproche.
Y es de especial gravedad proviniendo de un partido que
impulsó y aprobó la LLei 3/2007 de 4 de julio, de Obra Pública, que,
complementando otras disposiciones estatales y autonómicas, pretende
“asegurar que el modelo de contratación de obra pública garantice la
libre concurrencia y la eficiente utilización de los fondos públicos”,
así como, entre otros objetivos, “transparencia y publicidad en el
proceso de contratación e información de las adjudicaciones de los
contratos”. De comprobarse los actuales indicios sería además una
traición.
Ley que fue una consecuencia de la denuncia, entonces
histórica, del llamado 3% para afrontar el problema de la corrupción
que subyace siempre en la contratación pública. Es de sobra sabido que
el 3% hace referencia al pago ilícito por los particulares a la
Administración de una comisión que representa un porcentaje sobre el
precio fijado en los contratos administrativos, comisión que se abona
como condición para obtener la adjudicación en perjuicio de los
competidores o como forma oculta de beneficiar al partido político que
controla esa esfera de la Administración, y que, además, encarece
injustificadamente la obra o servicio contratado.
El profesor Caciagli, analizando el caso italiano, afirmaba que
estaba acreditada “la propagación del intercambio corrupto en todas las
áreas de la intervención publica” en la economía y, particularmente, en
las obras públicas, porque los procedimientos administrativos contenían
factores inductores de la corrupción. En efecto, de nuevo han fallado
los contrapesos y controles establecidos para evitar este intercambio de
favores que crea un mercado ilegal entre los políticos, los burócratas y
los empresarios.
Fallo evidentemente calculado para garantizar la
clandestinidad de los intercambios y que necesita de la complicidad
-favorecida por la superioridad jerárquica- de los responsables de dicho
control. La consecuencia ha sido una suma de decisiones y actuaciones
ilegales -por violación de las normas-, ilegítimas -por
antidemocráticas- e ilícitas -por su carencia absoluta de criterios
propios de la ética pública.
Como han expresado muchos especialistas,
esta corrupción, posiblemente, mas que otras, es un ejercicio continuado
de deslealtad con los valores democráticos. Por todo ello, lo razonable
sería que, los ya imputados, cesaran en sus cargos públicos.
En cuanto a la conducta que se atribuye al Diputado Daniel Fernández,
de ser cierta, es indiciariamente un delito de tráfico de influencias.
Pero es también preocupante que en el seno de la socialdemocracia
catalana pervivan elementos propios de clientelismo, que es una forma
modernizada de caciquismo, por el cual los que ocupan posiciones de
poder político en un estrato superior se aprovechen de esa superioridad
para cuestionar o anular decisiones ajustadas a la legalidad de los
responsables públicos que están situados en un nivel político inferior.
No es aceptable en modo alguno.
Qué razón tenía el jurista alemán J. Roth cuando afirmaba: “La
corrupción en todas sus variantes destruye silenciosa y eficazmente las
instituciones democráticas” (2)." (Carlos Jiménez Villarejo, La Lamentable, Rebelión, 05/12/2012)
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