Las cantidades parecen modestas comparadas con el patrimonio del rey de Marruecos y los soberanos del golfo Pérsico, pero hay que tener en cuenta que esos monarcas recibieron una gran herencia mientras que los Ben Ali prácticamente partieron de cero. Leila Trabelsi era peluquera cuando conoció a Ben Ali y antes fue vendedora ambulante para ayudar a su numerosa familia. (...)
“Sectores enteros de la economía, desde los más prestigiosos hasta los más humildes, cayeron en manos de Leila y de sus hermanos aprovechando las privatizaciones o la búsqueda, por inversores extranjeros, de socios locales bien relacionados”, prosigue Graciet.
“El principal depredador era Belhassen, el primogénito de los Trabelsi, pero hasta la hermana pequeña de Leila se hizo”, según Graciet, “con el control de los quioscos de bocadillos y refrescos de colegios y universidades”.
Con las ganancias generadas dentro se invertía fuera. Los Ben Ali-Trabelsi poseen propiedades inmobiliarias en Francia, Malta, Argentina y Dubái y abultadas cuentas corrientes en algunos de esos lugares y en Suiza.
“Este enriquecimiento fulgurante era más o menos conocido por la población”, asegura Graciet. “De ahí la virulencia de la revuelta”, añade. “Los tunecinos se vengan de la corrupción y arrasan las propiedades de los hermanos de Leila”. (El País, 25/01/2011, p. 7)
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