Junto con tres colaboradores y durante nueve largos años, envió a la SEC y a los inversores numerosos análisis en los que identificaba decenas de errores, cuestionando los resultados que prometía Madoff a sus adinerados clientes. Ninguno de los documentos iba firmado, porque así evitaba que le siguieran el rastro, hasta el punto de que llegó a manejarlos con guantes para no dejar huellas.
"Si hubiera sabido mi nombre, y que tenía un equipo para seguir su rastro, creo que no estaría ahora en este mundo", relató el gestor de fondos refiriéndose a Madoff, a la vez que explicó que ese miedo se debe a que parte del dinero que se manejó en la trama "provenía de la mafia rusa y de los carteles de droga en América Latina". Markopolos no es el primero que recurre a este argumento para dar dimensión al fraude y para explicar por qué no terminan de aflorar los miles de millones que se creen perdidos.
Su gran obstáculo fue toparse con la burocracia de una agencia que, según dijo, carece de profesionales con experiencia como para entender lo que se estaba cociendo." (El País, ed. Galicia, Economía, 08/02/2009, p. 22)
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