21.4.22

La esquizofrenia de los medios al hablar de corrupción política en Estados Unidos. La política aquí mueve tanto dinero, y lo hace tan a la vista, que es muy difícil no caer en el cinismo. Los medios parece que ni lo intentan

 "Escándalos variables

La esquizofrenia de los medios al hablar de corrupción política en Estados Unidos.

Amistades saudíes

Hace algo más de una semana, el NYT publicó un largo, detallado artículo sobre las actividades empresariales de Jared Kushner tras dejar la Casa Blanca.

Kushner, para los olvidadizos, es esa especie de idea platónica de pijo heredero de una fortuna familiar que estaba casado con la hija de Donald Trump, que trabajó de asesor en su administración durante los cuatro años de la presidencia. No se le conoce talento alguno, aparte de ser yerno, tener una infinita confianza en él mismo y ocuparse de temas que iban desde Oriente Medio a la pandemia de COVID.

Pues bien, el bueno de Jared fue, durante todo el mandato de Trump, uno de los proponentes más entusiastas de un acercamiento diplomático hacia Arabia Saudí. Fue uno de los mayores defensores de Mohammed Bin Salman, el príncipe heredero y líder de facto del país, como alguien en el que podían y debían confiar. Fue favorable a darle carta blanca en Yemen y romper todo contacto/deshielo con Irán. Cuando los saudíes hicieron filetes (literalmente) a un columnista del Washington Post, Jamal Khashoggi, porque hablaba mal del príncipe, fue Jared el que convenció a Trump de que mira, pelillos a la mar, y que tampoco es que tuviera demasiada importancia.

La fortuna de los Kushner siempre ha estado basada en el negocio inmobiliario en Nueva York (que siempre ha sido honestísimo), aunque Jared nunca fue demasiado bueno en ello (y estuvo a punto de arruinarles). El tipo siempre ha sido una criatura del ladrillo, no del mundo financiero, así que cuando decidió crear un fondo de inversión privado generó ciertas suspicacias. Y más aún cuando empezaron a circular rumores de que Kushner estaba buscando capital fuera.

La historia del NYT, que está excepcionalmente documentada, explica cómo el fondo soberano de Arabia Saudí, dirigido personalmente por Mohammed Bin Salman, es el mayor inversor en la empresa de Jared Kushner, con 2000 millones de dólares. También cuenta cómo los informes internos del fondo saudí mostraban serias reticencias a poner dinero, señalando la falta de experiencia de sus gestores, el enorme riesgo de pérdidas, la falta de controles internos, y unas comisiones desorbitadas.

Bin Salman decidió meter dinero igualmente.

Consecuencias

Es obvio, para cualquiera que tenga dos dedos de frente, que esta transacción financiera es, como mínimo, muy, muy, muy, muy dudosa desde cualquier punto de vista ético o moral. El yerno del ex- presidente de los Estados Unidos, que se pasó cuatro años en la Casa Blanca poco menos que de lobista de los saudíes, tiene un fondo de inversión, y un 80% de los fondos en él vienen directamente del gobierno saudí.

Kushner no está violando ninguna ley. No hay un régimen de incompatibilidades o nada parecido para familiares de ex- presidentes o asesores. Sea legal o no, sin embargo, esta es la clase de transacción financiera que apesta a compensación por servicios prestados, y es un escándalo tremendo que debería generar indignación en todo el país.

Excepto que… no ha generado indignación alguna. La noticia del NYT fue publicada hace diez días. Hubo como ocho personas en Twitter que se soliviantaron mucho, un par de tertulias indignadas en CNN y MSNBC y una columna en el WaPo (que siguen escocidos por el hecho de que los saudíes literalmente hicieran filetes a uno de sus empleados), pero… nada más. Ayer David Corn publicaba un artículo literalmente preguntándose por qué todo el sistema político y mediático del país, ante un posible soborno escandaloso al yerno del presidente, había respondido pasando olímpicamente del tema. Como comentaba Josh Marshall, Mohammed Bin Salman parece estar “invirtiendo” en Kushner; un autócrata literalmente comprando influencia. Y nadie está diciendo nada.

El señor del carbón

La historia de Kushner es escandalosa, pero lo que me ha chocado siempre de Estados Unidos es cómo los periódicos parecen publicar historias similares con cierta frecuencia, y a menudo no pasa absolutamente nada.

Pongamos, por ejemplo, una historia del 27 de marzo, también del NYT, en la que se explica con detalle cómo el Emperador de Todas las Almas y Gran Inquisidor de la Fe Verdadera Joe Manchin se había pasado toda su carrera política poco menos que tirando dinero de los contribuyentes de su estado (fuera público o privado) a una mina de carbón de una calidad ínfima de su propiedad, utilizando toda clase de triquiñuelas regulatorias y legales para obligar a las eléctricas a que le compraran todo a precios hinchados.

Básicamente Manchin, que viene de una familia política de toda la vida de West Virginia, debe su fortuna a aprobar leyes que favorecieran sus negocios repetidamente. Todo documentado, todo público y… nada. Anteayer, un pequeño medio de izquierdas sacó un video resumiendo el artículo, pero como si lloviera. Nadie le ha prestado atención.

Preocupaciones mediáticas

Lo más increíble del tema no es que nadie le preste atención, sino el contraste de estas dos noticias, que son dos casos obvios y delirantes de corrupción y tráfico de influencias, con otros escándalos recientes mucho menos importantes. El más clásico, e infame, es esa portada del NYT a once días de las elecciones (...)

Por si no recordáis de qué va, ese fue el día en que el FBI anunció que el marido de una de las asesoras de Clinton quizás tenía alguno de los correos electrónicos que había enviado Hillary cuando era secretaria de estado utilizando un servidor privado. Resultó no ser cierto, y el portátil de ese individuo (Anthony Wiener, que tiene toda una historia), no tenía nada relevante.

Pero aquí lo tenéis, toda la portada sobre un posible escándalo que ni siquiera resultó serlo, a seis columnas, con todas las piezas en tono acusatorio. Estuvimos hablando de los correos electrónicos sin parar durante toda la semana, algo que, muy probablemente, acabó por darle la presidencia a Trump.

Esto sucede constantemente. Lo que obsesiona a los medios, los escándalos de corrupción que se convierten en sainetes que duran semanas y semanas, son a menudo o estúpidos o completamente irrelevantes. Esto sucede tanto en medios nacionales como locales (el CT Mirror está obsesionado con un funcionario aleatorio desde hace meses), y me pone de los nervios.

Me podría poner conspirativo, y hablar sobre cómo las noticias sobre poderosos y ricos son ignoradas, o cómo el tráfico de influencias legal pero dudoso éticamente es tolerado, pero no estoy seguro de que sea ni eso. A Hunter Biden bien que lo están investigando, sin ir más lejos. No sé si el sesgo es que Manchin y Kushner están haciendo esto en público y sin esconderse, y eso no le da la intriga que los periodistas necesitan para que algo sea noticia, o les falta narrativa, o Dios sabe qué. La cosa, de todos modos, va más allá de los medios; hay como una vagancia sistémica para hablar de corrupción en este bendito país.

La política aquí mueve tanto dinero, y lo hace tan a la vista, que es muy difícil no caer en el cinismo. Los medios parece que ni lo intentan."                  (Roger Senserrich, Four Freedoms, 20/04/22)

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