19.4.12

“El supuesto oasis catalán era un puro camelo”... “todo el mundo quería ser engañado, había una predisposición para ser engañado y existía el componente de querer ser engañado”

"A Trallero le llevó a escribir el libro, que cuenta con entrevistas en exclusiva a los protagonistas, incluido el propio Millet, el silencio, el (mal) llamado oasis catalán y el sospechoso olvido de la prensa: ”No he creído nunca que haya sido un caso de corrupción en el sentido estricto del término, son muchísimas cosas más“. Música celestial es lo que algunos llaman caso Palacio.
¿Por qué el título de Música celestial?
Creo que las explicaciones que sobre lo sucedido, pasados casi mil días de la entrada de la policía en el Palacio, por su inverosimilitud e incoherencia suenan precisamente a eso, a música celestial.

Usted empieza el libro con una cita de Jordi Pujol en la que acusa a Franco de ser no solo “un opresor” sino también “un corruptor”. La cita es de 1960. ¿Por qué esta cita?Fue una gran aportación teórica de Pujol para tratar de explicar la ya entonces larga supervivencia de la dictadura. Y sin embargo, la corrupción ha estado presente en los años de su largo mandato.

¿Qué le dice, en su conjunto, esta serie: Banca Catalana, Javier de la Rosa, caso Casinos, juez Estivill, abogado Piqué Vidal, consejero Planasdemunt, 3%, informes políticos de periodistas, caso Pretoria…?
Que el supuesto oasis catalán era un puro camelo.

Usted defiende en su libro que al caso del Palacio de la Música no se le debería denominar caso Palacio o caso Millet, sino que es algo más. ¿A qué se refiere en concreto?
Limitarlo a un delito y a unos delincuentes, a un caso de corrupción e incluso a una supuesta financiación irregular de un partido político [Convergència Democràtica de Catalunya] es obviar que se trata de una verdadera crisis de país. Tiene una transversalidad que va desde las administraciones que formaban parte del Palacio hasta la élite barcelonesa que apoyaba a Millet, desde los medios de comunicación que lo ensalzaban y no se enteraban de nada, hasta el propio Orfeón Catalán, que lo tuvo treinta años como presidente. Hay que abrir el objetivo de la cámara y no limitarnos a la escena de la simple crónica de sucesos o de tribunales. Es el imaginario del país el que se ha resquebrajado.

Define a Millet como caudillo, loco, distante, autista e incluso travestista del aspecto físico exterior. Si esto es así, ¿cómo pudo hacerse con el control del Palacio de la Música? ¿Solo por su apellido? ¿Cuántos Millet hay en el Millet, el contemporáneo, que conocemos por los medios de comunicación?
Millet es ante todo un héroe postmoderno. Fruto del fin de la historia. No importa si el gato es blanco o negro lo importante es que cace ratones, es decir el éxito. Tuvo la habilidad de darles a todos lo que pedían. A los nacionalistas la única institución cultural creada en el siglo XIX por el catalanismo político que llega hasta el siglo XXI con proyección internacional. A los socialistas un pieza -el Palacio- para su parque temático en que querían convertir a Barcelona como meca turística, a los del PP la posibilidad de poner pie y medio en un territorio hostil y a una autoproclamada sociedad civil la posibilidad de figurar y participar en el modelo de gestión, instaurado con los Juegos Olímpicos de 1992 en que se mezcla iniciativa privada con fondos públicos.

En el libro comenta que el Orfeón y el régimen franquista colaboraron durante muchos años. Incluso, le “cogieron el gustillo”. Y, sin embargo, uno de los cuatro fundadores de Òmnium Cultural fue uno de los Millet, que compartió presidencia de esta entidad y el Orfeón. ¿Cómo explicaría este dualismo aparentemente antagónico?
Las contradicciones del Orfeón y del Palacio son constantes a lo largo de la historia. El Palacio es una joya modernista pero el fundador del Orfeón no era musicalmente modernista. El Palacio es un edificio burgués enclavado en un barrio obrero y fabril. Es la sede de una institución privada pero realiza una función pública. El Orfeón es apolítico pero tiene una constante actividad política, los Millet se pasan más de cien años en el Palacio de forma ininterrumpida como si fuera su empresa familiar. Todas estas contradicciones, y otras muchas, forman la historia y sin la historia no podemos entender nada de lo sucedido.

¿Qué le parece que la nueva presidenta del Orfeón Catalán sea Mariona Carulla?
Dejando aparte mi afecto personal por ella hay cosas que no logró entender. Que se pasase quince años al lado de Millet y no se enterase absolutamente de nada. Que fuese nombrada presidenta en su sustitución y dijese que no se presentaría a las elecciones y se presentase. Pero, sobre todo, no entiendo que una persona, que está imputada por la justicia por un presunto delito de sus empresas, figure al frente de una institución como el Orfeón y, ahora, también la Fundación. Sobre todo después de todo lo que ha sucedido. Sinceramente, no lo entiendo ni creo que la opinión pública pueda entenderlo.

Ha creado un blog, con todos los datos recopilados durante la elaboración del libro, el volcado de información, como la agenda de Millet, y las entrevistas que ha ido realizando, ¿cuál es el objetivo de este sitio en internet?
Es doble. Por una parte que el lector sepa en todo momento sobre qué bases se está efectuando la narración periodística. Hay mucho presunto periodista de investigación que se limita a explicarnos cómo no pudo entrevistar a The Rolling Stones, aderezado con unas gotas sobre la angustia de la profesión y otras pamplinas. Por otra parte creo que la opinión pública tras casi mil días de la entrada de la policía en el Palacio tiene el derecho a conocer la información que posee el periodista. Y, en el siglo XXI, parece que internet es el medio para ello. Ha habido demasiado oscurantismo en este tema.
Se sabía pero se miró para otro lado
Trallero ha recordado, este miércoles, en la presentación del libro, que “todo el mundo quería ser engañado, había una predisposición para ser engañado y existía el componente de querer ser engañado”.

La trama del caso Palacio fue la constatación de que todo el mundo miraba para otro lado porque el coliseo musical era la “fibra sensible” del nacionalismo y de las familias que, como se suele decir, controlan lo que ocurre en Barcelona.

En este sentido, el periodista se ha mostrado autocrítico con la profesión (si bien Trallero, Ernest Lluch y Félix de Azúa fueron los tres únicos columnistas que osaron poner negro sobre blanco en la prensa, durante el mandato de Millet, que las cosas en el Palacio no se estaban haciendo bien)."              (lavozdebarcelona.com, 19/04/2012)

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