8.1.09

Afganistán: Los sobornos van desde 70.000 euros para ser jefe de policía hasta los 2.800 para salir de la cárcel

"Todo tiene un precio en el violento Afganistán. ¿Quiere ser jefe de la policía provincial? Le costará 100.000 dólares (70.000 euros). ¿Quiere transportar combustible con camiones por todo el país? Esté preparado para pagar 6.000 dólares (4.000 euros) por vehículo, si no quiere que la policía se chive a los talibanes. ¿Quiere resolver extrajudicialmente una disputa sobre la titularidad de una propiedad? Tenga a mano 25.000 dólares (18.000 euros), aunque algunos jueces le pedirán más.

"Es una pena, pero probablemente pagaré el soborno", afirma Mohamed Naim, un joven profesor de inglés. Su hermano está detenido y la policía pide 4.000 dólares (2.800 euros) para liberarle. "Todo es posible en este país. Todo", añade. La corrupción ha invadido Afganistán y su Gobierno, mantenido a flote gracias a la ayuda de Estados Unidos y otros países. Desde el más insignificante policía de tráfico hasta la familia del presidente Hamid Karzai, el Estado construido hace siete años tras la expulsión de los talibanes parece existir para que se enriquezcan los que lo dirigen.

Según diversas investigaciones, varios altos cargos de la Administración -incluido uno de los hermanos del presidente, Ahmed Wali Karzai- están relacionados con el tráfico de opio. En las calles y en las oficinas gubernamentales es difícil realizar un trámite sin tener que pagar un soborno, un regalo o, en el caso de un mendigo, harchee, es decir, lo que lleve en el bolsillo. (...)

"Los políticos de este país se han hecho con todo: dinero, montones de dinero", reconoció Karzai en noviembre. "Dios sabe que se ha superado el límite. Bancos de todo el mundo están llenos de dinero de nuestros funcionarios", añadió. (...)

"Este Gobierno ha perdido la capacidad de gobernar, porque el control está en manos de un gabinete en la sombra", cuenta Ashraf Ghani, ex ministro afgano de Finanzas. Dejó su cargo en 2004, según él, porque el Estado estaba bajo el control de los narcotraficantes. "Este narco-Estado se ha consolidado", dice. (...)

En el barrio de Sherpur, en la capital, se huele la corrupción más que en ningún otro sitio del país. Antes de 2001, era una colina sin edificios. Hoy, es el lugar más rico de Afganistán, con ostentosas y grandiosas mansiones valoradas en cientos de miles de dólares. Los afganos suelen llamar a estos inmuebles casas amapola (en referencia a la planta con la que se produce el opio). El barrio ha sido bautizado, con ironía, como Char-pur (la ciudad del saqueo). Lo más destacable de Sherpur es que algunos de los propietarios de estas viviendas son funcionarios del Gobierno, cuyos sueldos no dan para vivir en un sitio como éste ni dos días.

Una de las propiedades pertenece a Abdul Jabbar Sabir, un ex fiscal general que se hizo popular por declarar una yihad (guerra santa) contra la corrupción. Después de que Karzai le destituyera el año pasado, empezó a circular un vídeo en el que aparecía borracho y bailando y que fue un escándalo. Ahora, vive en Canadá y su casa en Sherpur se puede alquilar por 5.000 dólares mensuales.

Mientras tanto, el jefe de la policía de Kabul, Mahamed Ayob Salangi, es propietario de una mansión aún más grande, decorada con largas columnas y una enorme fuente. Se alquila por 11.000 dólares al mes. El sueldo de Salangi no es público, pero, a modo de comparación, el presidente Karzai gana unos 600 dólares al mes.

Amin Farhang, ministro de Comercio, explica en una larga conversación en el salón de su casa, que pasó dos años intentando despedir al responsable de otorgar las licencias de apertura de nuevos negocios, que lo hacía a cambio de una suculenta comisión. No logró deshacerse de él porque, según Farhang, sobornaba a otros miembros del Gobierno para que no lo echaran. (...)

La corrupción es palpable en los juzgados del centro de Kabul. Farooq Farani lleva siete años intentando recuperar la titularidad de su casa. La abandonó en 1990, cuando empezó la guerra civil y tuvo que salir del país. Cuando volvió, en 2001, tras la caída del régimen talibán, un extraño ocupaba la vivienda. "Mi casa vale 50.000 dólares y me han dicho que tengo que pagar 25.000 para recuperarla", cuenta.

La corrupción puede ser endémica, pero si existe alguna esperanza está en gente como Farani, que se niega a pagar el soborno. "Es una cuestión de principios. No pagaré. ¡Nunca!", asegura. "Pero no tengo mi casa y no sé si alguna vez la recuperaré". (El País, ed. Galicia, Internacional, 03/01/2009, p. 6)

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