24.4.15

Un político en activo, alguien que tiene un cargo electo, no puede cobrar dinero de una empresa que tiene contratos con la administración. Nunca...

"La noticia que Federico Trillo y Vicente Martínez-Pujalte tenían jugosos contratos de consultoría con una constructora siendo diputados es preocupante. Lo es tanto por el contenido y la forma del trabajo que se supone estaban haciendo estos políticos como por la actitud de todos los implicados cuando se ha descubierto el pastel.

Empecemos por lo obvio: un político en activo, alguien que tiene un cargo electo, no puede cobrar dinero de una empresa que tiene contratos con la administración. Nunca. Es un obvio, notorio, tóxico conflicto de interés.

Parece mentira que uno tenga que decir estas cosas en voz alta a estas alturas, pero es algo que todos los políticos y cualquier persona, empresa, asesoría, despacho de abogados, ONG, asociación de vecinos o club de petanca que interactúa con un cargo público deben recordar absolutamente siempre: a un político no se le debe dar dinero en el ejercicio de su cargo. 

Ni dinero, ni regalos, ni viajes, ni préstamos, ni reformas en la cocina, ni darles una paseo en burro. Nada. Si el político recibe algo que le lucre de forma personal de cualquier modo o le ahorre una cantidad substancial de dinero, ese donativo o favor debe ser visto como algo inmediatamente sospechoso por todos los implicados y debe ser evitado.

No, no hay excepciones. Incluso un regalo de cumpleaños cuesta más de €30, debe ser quemado en una hoguera antes que caiga la noche. Por precaución.

Si os fijáis, ni siquiera estoy mencionando nada relacionado con la ley. Da absolutamente igual que la legislación española tenga lagunas en este aspecto, y es más irrelevante aún que el receptor declare los ingresos a hacienda.

 Un político no puede tener conductas que den pie a la más mínima duda sobre su honestidad, ni puede hacer nada que pueda llegar a sugerir que en algún momento, en alguna decisión, voto o conversación con compañeros de partido, funcionarios o ministros sus acciones podían venir marcadas por una fuente de ingresos que no fuera su salario como cargo público. 

Si un político tiene una fortuna personal o empresas antes de meterse en política, la gestión de estas debe ser puesta en manos de administradores independientes (un blind trust) antes de jurar el cargo. Si es un cargo sin dedicación completa deberá recusarse de inmediato antes de tratar cualquier tema que pueda levantar la más mínima suspicacia sobre posibles favoritismos o falta de imparcialidad.

Trillo y Pujalte, obviamente, no cumplieron con ninguna de estas condiciones. Como cargos públicos en puestos de responsabilidad dentro de un partido político cualquier labor de asesoramiento a empresas que tienen contratos con la administración es completamente inaceptable. 

Si estos contratos, además, pagan decenas de miles de euros anuales sin que haya ni una sola prueba documental, informe, memorándum, notas a mano o nada remotamente parecido a lo que se le exige a un consultor que te está cobrando una tarifa de estrella internacional, los receptores deberían abandonar la política de inmediato, muertos de vergüenza, incluso antes que alguien llegue a plantearse si lo que han hecho es ilegal o no. 

Los genios que deciden sobre compatibilidades en el Congreso pueden haber dicho que tener un despacho de abogados es compatible con la labor de diputado todo lo que quieran: ejercer de consultor de esta manera es completamente inaceptable.

Lo que me ha puesto especialmente de los nervios, sin embargo, ha sido las respuestas de Trillo y Pujalte cuando se les ha preguntado por este pastel. Su justificación es que la asesoría “verbal” era para temas que no tenían nada que ver con la contratación pública, sino “expansiones estratégicas”, “estudios de mercado” y demás perlas parecidas.

 Aún suponiendo que un político puede tener algo parecido a personalidades múltiples y estancas y olvidarse sobre quién le está pagando más de 100.000 euros al año fuera del Congreso cuando está ejerciendo de legislador, el hecho que ni Trillo ni Pujalte parezcan considerar anormal que alguien pueda dudar de ellos es asombroso. No estamos hablando de un problema con Hacienda; el escándalo, insisto, no es si han cumplido con el fisco, sino sobre la posibilidad que una empresa privada les diera dinero a cambio de posibles favores. 

Haya sucedido esto o no, la mera posibilidad que esto hubiera podido suceder es un escándalo en el mejor de los casos, y motivo de cárcel en cualquier país medio normal.

Por añadido, y como decimos a menudo, no basta con hacer que esta clase de conductas y relaciones incestuosas sean ilegales. La clave, y lo que cualquier reformista debe tener como punto de partida, es que las empresas lleguen a la conclusión que dar dinero a los políticos a cambio de favores sea un gasto inútil, ya que estos realmente no toman la decisión final sobre adjudicaciones, contratos, concesiones o nada relacionado con el gasto público. 

El problema, en este caso, es que en Collosa / Corporación Llorente pudieran llegar a pensar que poniendo a sueldo a cargos nacionales del PP estos les iban abrir puertas en despachos en Castilla-León. 

La corrupción es tanto un problema de oferta como uno de demanda: para que un empresario deje de pagar por dar favores debemos hacer que los políticos no puedan ofrecer venderlos.

En fin, creo que todo lo dicho arriba es obvio: conflictos de intereses, recusaciones, imagen de imparcialidad, cosas bien básicas sobre cómo debe funcionar una administración pública. Al menos, debería serlo. Hay días que me pregunto si algunos políticos incluso se han olvidado de esto."             (Politikon, 23 abr, 2015 - )

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