31.10.14

La corrupción del juez Ricardo Varón Cobos y de su compañero de farra, el magistrado del Supremo Jaime Rodríguez Hermida, especialista en exonerar a narcotraficantes

"(...) En 1983 Yoldi empezó a trabajar para El País, donde ha permanecido 29 años y donde las exclusivas tenían mayor impacto. La famosa excarcelación del capo de la Camorra napolitana Antonio Bardellino, reclamado en Italia por asesinato y otros delitos, fue una sus primicias e investigaciones más sonadas. 

Su trabajo periodístico dejó al descubierto la corrupción del juez Ricardo Varón Cobos y de su compañero de farra, el magistrado del Supremo Jaime Rodríguez Hermida, especialista en exonerar a narcotraficantes. 

El primero, por indicación del segundo, dejó en libertad al jefe mafioso, que pagó 15 millones de pesetas por su libertad. Yoldi recogió el testimonio de la novia de un lugarteniente de Bardellino, a quien visitó en la cárcel, y puesto que aquella mujer, Encarnación Reaño, aseguraba que 200.000 pesetas fueron para pagar a un fiscal, así lo puso.

 El fiscal del caso era Luis Poyatos, un ultraderechista adinerado que incumplió su obligación de informar sobre la excarcelación decretada por Varón Cobos aprovechando la suplencia del titular de vigilancia penitenciaria. Poyatos negó haber recibido dinero y alegó que le falsificaron la firma. Su alegato –siempre firmaba con rotulador y la excarcelación estaba a bolígrafo– se dio por válido y quedó libre de sospecha.

 Pero además consiguió que el fiscal general del Estado, a la sazón Burón Barba, se querellara contra Yoldi. La querella fue archivada. Pero como aquel episodio algo pudo influir en que no ascendiera a fiscal jefe de la Audiencia Nacional, aquel Poyatos escupía en el suelo cada vez que se cruzaba con el periodista.

 Yoldi narra ese y otros episodios de la tarea de corresponsal judicial con amenidad, sencillez y un enfoque crítico no exento de ironía. Basta con accionar el “timbre de gloria” que para el Tribunal Supremo supuso la condena y expulsión de Baltasar Garzón de la carrera judicial por su investigación del caso Gurtel de corrupción del PP para descubrir cuán independiente era y es la cúpula judicial.

 Basta con recordar que las mismas observaciones telefónicas que ordenó Garzón fueron prolongadas por el juez Pedreira sin reproche alguno, para significar la existencia y acreditada aplicación de dos varas de medir por parte de la más alta instancia judicial del Reino de España.

 Y, en fin, con leer los epítetos que le dedicaron cuando el Supremo instó y aplicó la chapuza de la “doctrina Parot”, el lector se puede hacer una idea de lo que Yoldi conoció, vivió y soportó directa y personalmente. “No me digas quiénes son, puedo olerlos desde aquí”, podría decir de determinados prebostes de la Judicatura. Pero es elegante, correcto y educado y nunca diría eso. (...)

El relato de Yoldi ayuda además a discernir entre la honradez informativa y el servilismo, entre la búsqueda de la verdad probada y el retorcimiento  “conspiranoico” al servicio de la causa del PP que él y otros periodistas de tribunales soportaron durante todo el proceso y el juicio a los terroristas de yihad islámica y sus cómplices en la masacre del 14 de marzo de 2004 en los trenes de cercanías de Madrid. 

Al contar sus experiencias, Yoldi revela la golfemia, parcialidad, opacidad y la falta de independencia de la cúpula judicial –a Garzón lo echaron cuando ya no les hacía falta porque ETA se estaba desmantelando, dice–. 

Y sobre todo ayuda a valorar la templanza y la capacidad de aguante que ha de tener el periodista para soportar las amenazas, presiones, los insultos y el temor a que atenten contra tu familia. Ha pasado por todo eso sin arrugarse. De sus vivencias y experiencias queda claro que la justicia no es igual para todos ni todos somos iguales ante el aparato judicial."            (El último recurso, 21/10/2014)

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