"Los casos de corrupción están a la orden del día y producen gran
alarma social. Pero ¿podemos decir que España es un país corrupto?
Veamos, ¿cuándo un país es corrupto? Cuando existe lo que los
anglosajones llaman petty corruption. Es decir, corrupción generalizada a
pequeña escala, consistente en tener que pagar gratificaciones para el
desarrollo de las actividades cotidianas, como hacer un trámite
administrativo, acceder a un servicio público, como elegir escuela o ser
atendido por los servicios de salud.
En este sentido, España no es un país corrupto. No sale mal parada en
los rankings que miden este tipo de corrupción. Más bien se acerca a
los países nórdicos.
¿No tenemos, entonces, que preocuparnos por la corrupción? Sí, porque
aunque no haya una “cultura de corrupción”, como a veces se dice, que
afecte al conjunto de la sociedad, si existe una grand corruption que se
ha enquistado en algunas actividades públicas. Las causas de la
corrupción tienen mucho que ver con el funcionamiento de esas
actividades. Si las identificamos, seremos más capaces de erradicar la
corrupción.
Son de tres tipos. La primera tiene que ver con el urbanismo y afecta
especialmente a alcaldes y responsables de planes urbanísticos. La
segunda se relaciona con la licitación de obra pública y las concesiones
para la gestión privada de servicios públicos. La tercera, con el uso
de subvenciones y ayudas públicas a ciertas actividades, como los
expedientes de regulación de empleo (ERE) o las “primas” a las energías
renovables.
¿Qué es lo que ha permitido conocer esa corrupción sistémica? No ha
sido la actividad preventiva de los organismos encargados de auditar y
controlar esos procesos. Esto ha fallado. Han sido, por un lado, los
medios de comunicación; y, por otro, la actividad investigadora de los
tribunales de justicia y otras instituciones como la Agencia Tributaria.
El conocimiento de las actividades que generan esa grand corruption y
de las instituciones más efectivas en identificarlas, nos permite
formular lo que podríamos llamar la ecuación de la corrupción española: C
= DA + S + Cc - (T + D)
En primer lugar, la ecuación nos dice que cuanta más discrecionalidad
administrativa (DA) en la aprobación de planes y licencias
urbanísticas, mayor será la corrupción.
En segundo lugar, cuanto mayor sea el volumen de subvenciones
públicas a actividades privadas (S), mayor será la corrupción. La
“prima” es una garantía pública de rentabilidad privada que pesa durante
años y años sobre el presupuesto público.
Además, incentiva actividades
que están más próximas al negocio financiero que al proyecto
industrial. En el caso de los ERE, la subvención da lugar a la aparición
de buscadores de rentas, y a que las empresas destruyan empleo en lugar
de desarrollar fórmulas para conservarlo.
El tercer factor es la licitación de obra pública y las concesiones
para la gestión privada de servicios públicos. Lo podemos llamar
capitalismo concesional (Cc). Si analizamos los nombres de las grandes
donaciones a los partidos veremos que están relacionados con estas
actividades.
La corrupción en este caso no solo consiste en donaciones o
pago de comisiones, sino en contratos que hacen que el beneficio vaya
al operador privado, mientras que el riesgo de pérdidas se lo queda el
sector público. Los ejemplos son numerosos.
La primera conclusión de nuestra ecuación podría formularse diciendo
que en España se ha desarrollado un tipo de capitalismo concesional y
subvencionado que es proclive a la corrupción. Si queremos disminuir la
corrupción hay que acabar con este tipo de capitalismo rentista y
depredador.
La segunda conclusión surge del análisis de los dos factores de la
ecuación que disminuyen la corrupción. El primero es la transparencia
(T), entendida como el derecho ciudadano a conocer, y la obligación de
las Administraciones a responder, con responsabilidad penal si no lo
hacen. Este es un elemento poderoso de higiene pública. El segundo es la
democracia (D).
Hay tres elementos de la democracia que son esenciales para erradicar
la corrupción. El primero es que en las elecciones los ciudadanos
penalicen a los políticos y partidos corruptos. El segundo es una prensa
libre, capaz de denunciar la corrupción. El tercero, unas instituciones
judiciales independientes que investiguen y penalicen la corrupción.
Nos podemos sentir relativamente satisfechos, porque esos tres elementos
están funcionando.
Pero no hay que bajar la guardia en los dos focos principales de la
corrupción: el planeamiento urbanístico y el capitalismo concesional y
subvencionado.
La ausencia de incompatibilidad entre ser alcalde o concejal de
urbanismo y la dedicación a estas actividades es como poner al zorro al
cuidado de las gallinas. Sorprende que un ministro tenga que salir del
Consejo de Ministros cuando se tratan cuestiones que le implican a él o a
sus familiares y no haya nada similar en los Ayuntamientos. Alguna
restricción hay que introducir en este terreno.
El capitalismo concesional y subvencionado ha operado hasta ahora en
la obra pública, los servicios domiciliarios y algunas actividades como
las renovables. Pero está comenzando a penetrar en un nuevo campo: la
sanidad. Hay que ir con cuidado, porque es susceptible de generar la
misma corrupción.
No trato de demonizar la colaboración público-privada en la gestión
de servicios de la sanidad pública. Pero las empresas que quieran operar
en esas actividades han de funcionar con el mismo criterio de
transparencia, riesgo y ventura con el que lo hacen los empresarios que
arriesgan su patrimonio en las actividades de mercado. Ese es el buen
capitalismo." (
Antón Costas , El País, 28 JUL 2013 )
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