"¿Es esta su firma?, le preguntaba Gonzo, de El Intermedio,
a Clara Souto, una de las profesoras que habrían firmado (o no) el acta
del máster de Cristina Cifuentes en la Universidad Rey Juan Carlos. La
pregunta, sencilla, no obtuvo respuesta sino huida.
Una profesora
universitaria evitando responder si aquella era o no su letra, ilustra
bastante bien el recorrido que puede tener la metástasis de la
corrupción política en España y nos trasladaba a un momento conocido de
la historia contemporánea. Ese que nos recordaba que este follón no
tendría, en principio, consecuencias.
El listón de la dimisión está hoy
día, como los alquileres, por las nubes. La última vez que, como hoy, se
nos vino a la cabeza esa idea ingenua de “no puede ser que no dimita”,
la cosa acabó en reelección del presidente que, por SMS, pedía fuerza al
tiempo que prometía ayudar en lo que pudiera al delincuente del
momento. Pelillos a la mar.
Con el estado de la Nación llegando a ese punto dulce en
el que las profesoras universitarias tienen que huir de los periodistas y
el líder espiritual Mariano Rajoy califica como “debate estéril” si una
presidenta autonómica tiene documentos oficiales falsificados, el
desprestigio le tocaba ahora a la Asamblea de Madrid.
Allí estaba citada
a declarar a las cuatro y media de la tarde la presidenta de la
Comunidad que, tras entrar al pleno con sonrisa de recién doctorada
honoris causa, cambió radicalmente el gesto al subir al estrado y
debutar con tres adjetivos: “grave, irregular y preocupante”.
Cualquiera
a quien el arranque de Cifuentes le hubiese pillado recién levantado de
la siesta, habría pensado que la protagonista del día estaba en pleno
acto de contrición, confesando sus pecados para sorpresa de todos.
Pero
no. Lo grave, preocupante e irregular era que ella tuviese que estar
allí, hablando de su máster y de su trabajo de fin de máster, que en paz
descanse en el limbo de los TFMs. (...)
Lorena Ruiz-Huerta (Podemos), Ángel Gabilondo (PSOE) e Ignacio Aguado
(Ciudadanos) interrogaban a Cifuentes poniendo sobre la mesa las mil y
una anomalías del caso. ¿Cómo pudo usted matricularse con el plazo ya
acabado? ¿Cómo pudo usted sacar notazas en un máster presencial sin
aparecer por clase? ¿Son falsas las firmas del documento que presentó?
¿Cómo pudo presentar un TFM que no aparece el mismo día que coordinaba
desde la delegación del Gobierno la celebración de la Eurocopa de la
selección española en Madrid?
Cifuentes, máster en navajeo político,
sonreía ante cada pregunta que después no contestaba a cambio de mostrar
los papeles que demostraban que era poseedora de un máster, como si no
fuese ese precisamente el problema.
La fe en la estupidez del espectador
de televisión es ciega. Y con motivos. Tras la comparecencia de
Cifuentes, en el canal 24h de TVE varios tertulianos coincidían, sin
caer en lo irónico del asunto, en que la comparecencia de la señora
Cifuentes merecía un notable. Un sobresaliente hubiera sido enseñar el
trabajo fin de máster, señalaba uno más crítico.
Lo de hoy en la Asamblea de Madrid ha sido una máster class impagable de
política española. Apunten ahí: si el precio de seguir en el poder es
desprestigiar lo de todos –política, universidad o medios de
comunicación- se paga con gusto.
La jornada acabó con la bancada del PP
en pie por la faena de Cifuentes escabulléndose de dar respuestas,
aplaudiendo a rabiar a la lideresa con el entusiasmo de las grandes
citas históricas –pareciera que la presidenta de Madrid hubiese
defendido masacrar Irak. Acabado el acto, entre bastidores, el lado de
la acusación que se había puesto de acuerdo en las preguntas no lo hacía
con las posibles respuestas.
Podemos quiere lanzarse de cabeza a la
moción de censura, el PSOE anuncia que va a ir metiendo un pie en el
agua y Ciudadanos –siempre implacable– anuncia que más que unirse a
cesar a Cifuentes va a proponer una comisión de investigación para que,
algún día cercano ya a las próximas elecciones de 2019, volvamos a
repetir la máster class de hoy." (Gerardo Tecé, CTXT, 04/04/18)
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