“Yo no sé a la gente que habré colocado en doce años,
pero entre Peñeta (complejo socioeducativo de la Diputación), el
hospital, la Diputación, el puerto…”.
En vísperas de las elecciones
autonómicas y municipales de 2007, y sin saber que alguien lo grababa,
Carlos Fabra se dirigía a los afiliados de una agrupación local: “El que
gana las elecciones coloca a un sinfín de gente, y toda esa gente es un
voto cautivo…; supone mucho poder, en un Ayuntamiento, en una
Diputación, en todas partes”.
Carlos Fabra Carreras
(Castellón de la Plana, 1946) responde al clásico patrón de cacique que
utilizó el poder político para extender sus redes hasta controlarlo todo
en la provincia. Absolutamente todo. Pertenece a la quinta generación
de presidentes de la Diputación de Castellón. El primero de ellos fue su
tío-tatarabuelo Victorino Fabra Gil, conocido como el “abuelo
Pantorrilles”, que presidió la Corporación provincial de 1874 a 1892.
En el trato personal es un hombre afable, socarrón, simpático y
divertido al que le gusta contar chistes –“Veo yo más con un ojo que la
oposición con dos”, dijo en una ocasión– e incluso presume de ser
cliente de puticlubs.
Fabra supo cultivar sus relaciones cuando el
matrimonio Aznar-Botella convirtió Oropesa (Castellón) en su primer
destino vacacional cuando en los noventa llegaron al poder, y aprovechó
el control que ejercía en la provincia a la hora de alcanzar acuerdos
con los líderes del Partido Popular en Valencia, Eduardo Zaplana y
Francisco Camps. Todos le debían rendir pleitesía para garantizarse
estabilidad. Porque Carlos Fabra es de los que se cobran los favores. (...)
Las victorias de Fabra, como las del PP valenciano, se
cimentaron sobre el anuncio de grandes obras faraónicas con las que
embelesaba a los castellonenses: el parque temático Mundo Ilusión, la
universidad virtual de Frank Gehry, un centro de convenciones diseñado
por Santiago Calatrava, la Ciudad de las Lenguas… o la gran urbanización
Marina d’Or, en cuyo entorno se construirían hasta 16 campos de golf
convirtiendo a Castellón en uno de los principales destinos turísticos
del mundo.
Se gastaron millones de euros vendiendo humo en anuncios,
anteproyectos y diseños, pero el único que vio la luz de todos sus
sueños fue el aeropuerto de Castellón, donde se han enterrado 200
millones de euros.
El “aeropuerto del abuelo”
construido para que “se paseen las personas” es una anécdota más de la
cultura del derroche en la que se instaló el PP valenciano, y de cómo
llegó a confundirse lo público y lo privado.
Para celebrar el Masters de
Golf, en el que se gastaron 12 millones de euros de las arcas públicas,
se eligió el Club de Golf de Borriol que él presidía. Todo avalado por
el prestigioso golfista Sergio García, con negocio en el mismo club y la
hermana en la nómina de asesores de la Diputación. Todo bajo control.
Sobre Carlos Fabra recae la sospecha de haber cobrado comisiones por
realizar durante años todo tipo de gestiones de intermediación. Incluso
creó una empresa en 1999, Camarcas S.L., supuestamente para cobrar por
estas gestiones. Como tantos otros dirigentes valencianos se sentía
impune. Su poder no tenía límites y nadie lo iba a cazar. (...)
El origen de la investigación que le ha situado en el
banquillo se sitúa en el enfrentamiento personal del matrimonio formado
por Vicente Vilar y Montserrat Vives, amigos de Carlos Fabra y su
expareja. Estos últimos apoyaron a la mujer en la batalla, y Vilar se
vengó denunciando los pagos al presidente provincial para obtener
licencias.
Pero no pasaba nada. Fabra tenía la convicción de que nunca
se sentaría en el banquillo. Ha presentado 141 escritos y recursos para
dilatar el procedimiento. Nueve jueces y cuatro fiscales han abandonado
el caso.
El último, Jacobo Pin, llegó a pedir amparo al Consejo General
del Poder Judicial por las injerencias de la Audiencia Provincial de
Castellón, que siempre ha tratado de beneficiar los intereses de Fabra.
De hecho, si no es por el Tribunal Supremo, hoy Fabra no sería juzgado.
¿Por qué? Las amistades.
Lo que era un secreto a
voces se conoció el pasado 14 de mayo, cuando el presidente de este
organismo judicial, Carlos Domínguez, solicitó formalmente quedar al
margen del proceso en base al artículo 219 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial, que se refiere, curiosamente, a la “amistad íntima con
cualquiera de las partes”.
Fabra confía en su
absolución. Y si algo no le ha fallado en esta vida ha sido la suerte.
De hecho, la misma sala de la Audiencia Nacional que negó en 2008 que
hubiera cometido cohecho es la encargada de juzgarlo. Nadie sabe con
exactitud cuántas veces le ha tocado la lotería y si todavía le puede
quedar algún boleto agraciado." (eldiario.es, 02/10/2013)
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