"(...) Wyoming, a priori, lo tenía fácil. Tan sólo debía adoptar un
rictus más serio que el ofrecido en televisión, y el tema ayudaba: un
juez que se atreve a remover el estercolero de la presunta financiación
irregular del partido en el Gobierno es acorralado judicialmente con el
fin de quitárselo de encima. O sea, que al magistrado de la Audiencia
Nacional que investigaba los crímenes del franquismo lo aparcaron en la
cuneta por el caso Gürtel. (...)
De los aquellos maravillosos años de un
adolescente del barrio madrileño de Prosperidad a las más de dos décadas
de Garzón al frente del juzgado de instrucción número 5 de la Audiencia
Nacional, donde combatió el terrorismo etarra, la guerra sucia del
Estado y a los narcos gallegos. “Ha abarcado tanto, que cabe
preguntarse: ¿y los demás jueces qué hacen?, ¿dónde están?
Encarna a ese
hombre en España que lo hace todo, como el de la canción de Astrud”,
dijo Wyoming del magistrado, un daño colateral de las cloacas del PP
por haber pisado la mina de la corrupción política. “No fue condenado el
9 de febrero de 2012”, pues “la cacería” había comenzado tres años
antes, cuando Mariano Rajoy leyó su sentencia.
Entonces, el presentador de El Intermedio amplificó a través de su micrófono las declaraciones del líder del PP: “El PP cree que Garzón debe abstenerse de la causa y pide la recusación del juez. Esto no es una trama del PP, sino una trama contra el PP”.
Entonces, el presentador de El Intermedio amplificó a través de su micrófono las declaraciones del líder del PP: “El PP cree que Garzón debe abstenerse de la causa y pide la recusación del juez. Esto no es una trama del PP, sino una trama contra el PP”.
Era
el 11 de febrero de 2009 y Rajoy comparecía ante la prensa rodeado de
los suyos: “Todas las contrataciones de esta casa se han hecho en el
marco de la legalidad. Todas, sin excepción, figuran en el Tribunal de
Cuentas y de ninguna hemos recibido beneficio alguno. Y quiero dejar
claro también que este partido no ha recibido ni un solo euro de las
personas implicadas en el asunto que nos ocupa”.
Junto a él estaban Soraya, Gallardón, Trillo, Montoro, Arenas, Botella… Tampoco faltaban Aguirre, Mato, Camps o Barberá.
“Si lo hace el PP, es una foto institucional. Si lo hace Podemos…”, ironizó Wyoming, que describió En el punto de mira
como “un mosaico de nuestra historia reciente” en el que Garzón le pega
“un repaso al imperio del mal”.
Sin embargo, el juez que destapó el
caso Gürtel fue condenado a once años de inhabilitación y expulsado de
la carrera judicial por el Tribunal Supremo por ordenar que se grabasen
las conversaciones entre los detenidos implicados en la trama de
corrupción y sus abogados, pese a haber preservado su derecho de
defensa.
“Es difícil sobrevivir entre las intrigas palaciegas si eres
independiente. Ese fue el pago que recibió de las personas que dirigen
la Justicia, instigadas por el PP”, criticó Monzón, intrigado por saber
quién estará cobrando los derechos de autor por haber descubierto la
Gürtel.
“Se lo atribuyó Aguirre”, respondió el abogado, quien
denunció que muchos jueces ascienden a la cúpula judicial no gracias a
sus “méritos”, sino a “fidelidades, acuerdos y conveniencias que, tarde o
temprano, se suelen pagar”. (...)
El titular del juzgado de instrucción número 5 de la Audiencia Nacional batallaba contra ETA, los GAL o, años después, la presunta corrupción del PP: “Las personas que me denostaron me besaban la mano cuando les interesó”. Federico Trillo,
por ejemplo, lo llamó “juez prevaricador”, recordó Wyoming [cuando
encarcelaron a los cabecillas de la Gürtel, en 2009 el responsable de
Justicia del PP dijo que el magistrado actuaba "con manifiesta
ilegalidad" y "en contra de la ley"].
Garzón lo tiene claro: “Desempeñó
el papel que le marcaron: coordinar la acción contra un juez al que
había que tumbar”.
Fue el inicio de “una actuación concatenada y que obedeció al único designio de acabar judicialmente conmigo”, sostiene en sus memorias, donde defiende que “el juicio y condena a los que fui sometido obedecieron a razones ajenas a un verdadero sentido de la justicia”.
Fue el inicio de “una actuación concatenada y que obedeció al único designio de acabar judicialmente conmigo”, sostiene en sus memorias, donde defiende que “el juicio y condena a los que fui sometido obedecieron a razones ajenas a un verdadero sentido de la justicia”.
En sus páginas también arremete contra los jueces que
demostraron “una animadversión congénita contra mí”, contra Manos Limpias y Ausbanc,
así como contra un “determinado sector judicial” que aceptó que un
“seudosindicato” y una “extraña organización” convirtiesen la acción
popular en “un instrumento de extorsión”.
La conclusión es
desesperanzadora: “Sabía que estaba condenado desde el comienzo. El
resto fue mero espectáculo, para mayor descrédito de una Justicia
suprema en la que ya no creo”. (...)
Si Almudena Grandes había considerado antes de la presentación que estamos ante “un caso de injusticia flagrante”, el abogado Manuel Ollé afirmaba
al término de la misma que “ese final jamás se tenía que haber
producido”.
La escritora cree que fue “una medida absolutamente
arbitraria y el modo de destrozar la carrera de un juez estupendo”,
mientras que el profesor de Derecho Penal Internacional, que ha
trabajado como letrado con Garzón, va más allá: “Fue una caza en la que
se cobraron su pieza. Cuando investigas, eres absolutamente
independiente, te quieren coartar esa libertad y no le gustas al
poderoso ni a los que desean controlar el poder judicial, te cortan la
cabeza”. (...)" (Henrique Mariño, Público, 26/11/16)
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