"(...) Porque Carlos Lesmes (Madrid, 1958) llegó en 2013 al
gobierno de los jueces después de haber estado ocho años como director
general en los gobiernos de Aznar, en el segundo al frente de la
Dirección de Relaciones con la Administración de Justicia. Es decir, era
“nuestro hombre en la curia”.
“Los puestos que ocupó Lesmes no se puede
decir que fuesen técnicos y no políticos. Cuando fue director general
de Objeción de Conciencia era en una época en la que los objetores iban a
la cárcel”, considera Margarita Robles, que fue magistrada del Supremo y
vocal del CGPJ, pero que nunca ocultó su cercanía al PSOE (tuvo cargos
con Felipe González, dejó el Supremo para ir en las listas con Pedro
Sánchez y fue de las que votó “no” a Rajoy).
El actual presidente del Supremo había llegado al Gobierno
Aznar, procedente de la carrera fiscal, desde el tribunal de lo
contencioso de Valencia. Con el advenimiento de Zapatero, retomó la
toga, ya para presidir la Sala de lo Contencioso de la Audiencia
Nacional.
El dolido adalid de la independencia judicial –de la “rabiosa
independencia”, dijo en el discurso-- atravesó el desierto de los
mandatos socialistas impartiendo o participando en cursos de la FAES, el
nada independiente (ni ideológica ni presupuestariamente) think tank conservador
de José María Aznar. Unos 16, una media de casi dos al año. Demasiados
para que parezcan un accidente o una casualidad.
Alguna de las decisiones que adoptó el autor del discurso,
ya como magistrado en la Sala de lo Contencioso del Supremo, quizá no
casen del todo con esa coherencia. Como la ilegalización de Sortu, que
posteriormente tumbó el Tribunal Constitucional.
O no se compadezcan
demasiado con el principio de igualdad ante la ley: el que llegaría a
ser presidente del Supremo se quedó solo en su apoyo al indulto al
kamikaze de la autopista de Valencia que mató a otro conductor (el caso
lo llevaba el bufete en el que trabajaba un hijo de Alberto
Ruiz-Gallardón, y su defensor en concreto era el hermano del dirigente
del PP Ignacio Astarloa).
Cuando el PP volvió al Gobierno, Lesmes era un candidato
natural al puesto que ahora tiene allí, en el CGPJ y en Supremo. Aunque
no tenía demasiada experiencia en el Supremo (con todo, más que Carlos
Dívar, que no lo había pisado), había participado en los cursos de la
FAES y en la redacción de las dos últimas reformas de la Ley del Poder
Judicial. Y era amigo de Alberto Ruiz-Gallardón (también fiscal de
carrera). (...)
“Es conservador, muy conservador, eso no es ningún
secreto. Es afable en el trato, pero un autoritario de tomo y lomo,
tiene poder, y lo ejerce, incluso con los suyos. Es muy consciente de
las debilidades de los demás, impone su criterio, sea justo o injusto, y
eso le hace tomar decisiones a veces un tanto arbitrarias, que le han
ocasionado algunas broncas, como cuando impuso al presidente de la
sección tercera”, dice uno de los vocales en su día designados por el
PSOE.
Contra la norma no escrita de que los presidentes de la
Sala de lo Contencioso del Supremo renovaban un segundo mandato, Lesmes
removió la silla de José Manuel Sieira, un juez de carrera con 21 años
de experiencia de magistrado, para promover a un amigo, Luis
Díez-Picazo, juez por el quinto turno con una experiencia de siete.
Sieira había sido el inductor de la anulación del indulto al kamikaze de
Valencia.
También, contra el criterio de su entonces compañero de sala
Carlos Lesmes, había promovido una cláusula en la sentencia de la
plataforma Castor que permitía al Gobierno no pagar la
indemnización multimillonaria a Florentino Pérez (que el Gobierno,
generosamente, declinó utilizar). Y sobre todo, Sieira era amigo
personal de Margarita Robles, la némesis de Lesmes, y se negó a dejar de
serlo. (...)
En lo de imponer su criterio le ha venido al pelo, además
de las dosis de imaginación, la reforma del Poder Judicial que ayudó a
redactar: todo el poder del CGPJ reside en la Permanente. Y a los cinco
vocales que integran la Permanente los escoge el Pleno, pero los propone
el presidente. De hecho, cuatro vocales del CGPJ presentaron un recurso
en el Supremo por presuntas irregularidades en la renovación de la
Permanente, en enero de 2015.
Entonces, seis vocales habían realizado
una propuesta por escrito, como punto del orden del día, tal y como
dicta el procedimiento, pero no fue discutida ni votada, “y en su lugar
se aprobó la formulada verbalmente por el presidente”. El pasado
miércoles 23, el Supremo desestimó el recurso. Lo hizo, como
corresponde, la Sala Tercera, la que preside Díez-Picazo.
Fuera de la Permanente hace mucho frío y nadie te oye. Los
vocales que no forman parte de ella no pueden viajar a Madrid sin
autorización expresa, y en ocasiones a algunos se les ha denegado la
autorización para consultar expedientes de temas sobre los que tendrían
que pronunciarse. “Nadie se atreve a plantarle cara. Ni en el pleno ni
fuera.
En cuanto llegó, diez días antes de Navidad, mediante un email,
echó a 20 trabajadores a la calle, dándoles media hora para recoger
todo. Sin embargo, convocó cinco plazas de letrados con carácter
vitalicio, que antes no lo eran, y al día siguiente de las elecciones de
diciembre, el tribunal calificador concedió dos, una de ellas al yerno
de su segundo en el Supremo”, comenta una fuente del CGPJ.
Margarita
Robles lo resume así: “Como presidente del Consejo, en vez de fortalecer
el organismo y, por lo tanto la independencia del poder judicial, lo
está haciendo un órgano completamente presidencialista, donde él es el
que toma todas las decisiones, más dirigidas hacia apuntalar su imagen
personal que a la institución”. (...)
“No se le conoce ninguna aportación, ninguna
propuesta, ni como fiscal ni como juez. Y lo que es peor, ningún interés
en hacerla. Ha vivido agazapado, esperando una oportunidad, aplicando
de forma burocrática la legalidad”, dice un compañero de carrera.
“Cuando le propusimos reunir todas una serie de causas pendientes
iguales que iban a ser cientos, o miles, en una sola, para evitar gastos
a la administración y complicaciones a las partes, no es que
argumentase a favor o en contra. Simplemente no escuchó”, se queja.
En el CGPJ, sin leyes polémicas sobre las que informar, ni
plazas a adjudicar por las que tengan que pelear las asociaciones de
jueces, con una Permanente de hierro, rige la pax Lesmes. Según los cgpjólogos, el
actual presidente intentará la muy difícil tarea de trabajarse la
reelección, en 2018, y si no, recalar en el Tribunal Constitucional. “Nuestro
compromiso institucional con el Estado de Derecho ha de guiarnos
siempre por la senda de la excelencia jurídica, con ecuanimidad e
independencia”. Ha dicho. " (Xosé Manuel Pereiro , CTXT, 30/11/16)
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