" Los regalos desmesurados y
atenciones a los médicos en la multinacional vienen de muy lejos y están
en el ADN de Pfizer. Ya lo hacíamos hace veinte años. Era una forma de
condicionarlos, aunque es posible que últimamente con los escándalos que
se han desatado y las multas millonarias a esta y otras farmacéuticas
se relajasen esas conductas".
Quien habla es V., que trabajó como delegado comercial de la
multinacional más de un lustro (se fue en 2001). Este extrabajador de la
farmacéutica sostiene que los conflictos de intereses entre su red
comercial y los médicos del sistema público sanitario que desencadenaron el despido de 30 directivos del gigante farmacéutico el pasado noviembre eran parte de la filosofía de la empresa.
A finales de los 90, cuando él era
uno de los delegados de la multinacional en España, Pfizer ya no
escatimaba en gastos para influir en las prescripciones de los médicos
de la Seguridad Social, explica. "Todas las empresas hacían lo mismo,
pero nosotros teníamos más dinero", recuerda ahora aquellos años.
Él
mismo contaba con su propio presupuesto: "Dos millones de pesetas para
regalos y atenciones, al margen de lo que invertía el laboratorio desde
la sede central en Madrid para pagar comidas, marketing, viajes, congresos y reuniones locales".
Y en esa partida asignada a cada
delegado comercial cabía de todo: ordenadores portátiles, teléfonos
móviles, carteras de cuero, viajes... que se utilizaban, según este
extrabajador, para convencer a los médicos. "Era una forma más de
corrupción pero cuando estás dentro lo ves como algo de lo más natural.
Porque es cierto que eran prácticas muy extendidas en todas las
compañías".
En aquella
época, los delegados comerciales de las farmacéuticas llegaron a acuñar
su propia jerga para referirse a las relaciones del negocio, un lenguaje
que todavía se maneja en el sector. "Los tarugos son los médicos que se
dejaban influenciar. Y de ahí surgió el verbo taruguear,
que describía básicamente los mecanismos para convencerlos.
Nosotros,
los jefes de ventas, éramos los romanos que estábamos ahí de pie con
traje y corbata a las puertas de la consulta, firmes, esperando al
especialista de turno. La mejor forma de taruguear era con bolsas de viaje, congresos internacionales o incluso fines de semana de placer con todos los gastos pagados".
V. recuerda un programa de una conocida agencia de viajes que alguno de
sus compañeros utilizaba para ir captando a los médicos más jóvenes.
"Los mandábamos de dos en dos a un hotel y les alquilábamos un coche
para el fin de semana. Luego la relación con esos médicos ya se mantenía
siempre y, cuando ascendían, estaban más abiertos a nuestras
recomendaciones y a citar nuestros productos en sus conferencias y
publicaciones".
Esos
médicos, jefes de servicio o especialistas, con capacidad de influencia
entre sus compañeros eran denominados "capos" en el argot. Y para ellos
había, según V., atenciones especiales: "El top de la época era el viaje
transatlántico, los congresos en Nueva Orleans o en Chicago. Eran
billetes de avión de medio millón de pesetas por persona.
Y uno muy
solicitado en el caso de los psiquiatras era el que programaba la
Asociación Psiquiátrica de America Latina (APAL) en lugares como Cuba o
Cartagena de Indias. Luego estaban los congresos europeos y en último
puesto, los españoles".
V.
sostiene, no obstante, que muchos médicos rechazaban estos tratos. Y que
incluso entre los "tarugos" había clases: "Estaban las plumas de oro o
capos, líderes de opinión, nacionales, provinciales, médicos con mucha
ascendencia entre sus compañeros. Puede ser un jefe de servicio de un
hospital con influencia sobre los demás. Si Pfizer montaba un congreso
en un hotel, ellos siempre tenían su charla".
Dos millones de pesetas en copas
Según el relato de este extrabajador, la multinacional ponía especial
esmero en mimar a la cantera de médicos. "En la rama de Psiquiatría, por
ejemplo, la multinacional programaba cada año, y siempre en ciudades
turísticas, el examen PRITE, una prueba que se realiza en Estados
Unidos, y que permitía comparar los resultados con los de sus colegas
norteamericanos.
La prueba se celebraba en fin de semana y tras el
examen llegaba la fiesta. Los aspirantes, recién acabada la
especialidad, disfrutaban de cena y copas a cargo de Pfizer. Recuerdo
una en la discoteca Olivia Valere de Marbella [un local frecuentado por
las élites económicas de la ciudad malagueña entonces]. Todos los
delegados íbamos con fajos de invitaciones a copas. La fiesta acabó
cuando se habían gastado dos millones de pesetas".
V. reconoce que desde principios del año 2000 las autorregulaciones de
las farmacéuticas se han hecho más exigentes y que la paulatina
introducción de los genéricos ha reducido mucho las posibilidades de
negocio. "Pero es muy difícil revertir esa cultura interna de intentar
influir en los médicos para que receten sus fármacos y ahora el botín
está en la farmacia hospitalaria asociada a los enfermos crónicos".
Ningún portavoz oficial de Pfizer ha accedido a hablar con eldiario.es
sobre estas informaciones. A la decena de preguntas planteadas desde
esta redacción, la compañía ha respondido con un comunicado escrito de
seis líneas en el que asegura:
"Pfizer se toma el compliance
[su código de buenas prácticas] muy en serio y nuestro objetivo es
asegurar que cada empleado en todo el mundo lo hace. Es por ello que la
compañía tiene procesos sólidos para ayudar a prevenir y detectar
potenciales infracciones de nuestras políticas internas. Todos estos
procesos se revisan regularmente para asegurar que se mantienen actuales
y que cumplen con los objetivos y requerimientos de los países en los
que tenemos presencia". (...)
Ni V. ni C. se atreven a pronunciarse sobre lo que hay detrás de los 30 despidos en Pfizer, aunque ambos aseguran que en el mundillo todos han oído hablar de la purga del pasado noviembre. Y coinciden en que además de fiscalizar a las multinacionales sería necesario establecer mecanismos de mayor control sobre determinados médicos." (José Precedo, eldiario.es, 11/04/16)
"El 19 de octubre de 2015 un cataclismo sacudió la sede de Pfizer España en el parque empresarial de La Moraleja, 15 kilómetros al norte de Madrid.
El primer ejecutivo de la farmacéutica en el mundo, Ian Read, había tomado las riendas de una crisis que hasta ese momento no pasaba de rumores de pasillo en las oficinas españolas.
Ese día rodaron cabezas. Una treintena de directivos y delegados
comerciales empezaron a desfilar desde sus despachos con las cartas de
despido, entre el pasmo general de sus compañeros y un absoluto
secretismo de la dirección. Treinta salidas sin un ERE, sin negociación
con los sindicatos, sin una comunicación oficial. La criba se llevó por
delante a varios peces gordos.
Cayó el director de la Unidad Legal y
secretario del Consejo de Administración de Pfizer España y Sur de
Europa, Vicente Morales, tras 17 años en el cargo. Cayó el jefe de
gestión hospitalaria, Antonio Rojo. Cayeron 22 delegados de ventas. Y
tres directores regionales.
Y sobre todo, cayó el director de Relaciones
Institucionales de la compañía, Juan José Polledo, un viejo conocido de
la Administración pública. Director general de Salud Pública del
Ministerio de Sanidad entre 1991 y 2000 con los gobiernos del PSOE y del
PP de entonces, también él aparecía asociado a un escándalo de malas
praxis empresariales vinculadas a pagos a médicos del sistema público.
La historia venía de lejos. De un año atrás, aproximadamente, cuando un
extrabajador de la compañía implicado en algunos conflictos internos y
con mala fama entre parte de la plantilla, decidió tirar de la manta y
denunciar directamente a la matriz en Estados Unidos a través de su
línea confidencial presuntas prácticas irregulares que vulneraron el
exigente código de autorregulación de la compañía.
La alerta, según las fuentes consultadas, censuraba las relaciones de
varios delegados comerciales de la multinacional con médicos y gestores
de hospitales públicos. Aludía a pagos supuestamente camuflados como
colaboraciones científicas y prohibidos en Pfizer, que como empresa
asociada a Farmaindustria está sujeta al código de buenas prácticas que
impide a su personal ofrecer regalos de más de 10 euros a médicos o
gestores sanitarios (60 euros, si se trata de material formativo, ya
sean libros o en soporte multimedia). Pese a que la denuncia era más o
menos conocida en las oficinas españolas de Pfizer, durante meses el
personal hablaba de una venganza que se quedaría en nada.
La noticia de los despidos la avanzó la publicación Revista Médica el mismo 19 de octubre y se publicó sin mucho despliegue en algunos medios económicos.
Pfizer ni siquiera emitió un comunicado. A la escasa prensa que se
interesó por la crisis, la multinacional le respondió que "unos
compañeros habían dejado la empresa".
Una patente a punto de caducar
Dos fuentes de Pfizer consultadas por eldiario.es, una que continúa en
la compañía y uno de los empleados que ha salido, han confirmado
ahora que las razones de las 30 salidas tuvieron que ver con esa
denuncia sobre prácticas no toleradas por el código interno de la
multinacional.
Aluden a un escrito que alertaba de pagos y prebendas
prohibidas por la normativa de Pfizer a médicos de la Seguridad Social
para prescribir el medicamento Enbrel, justo durante los años previos a
que caducase la patente –expiró en 2015– de este antirreumatoide.
La respuesta desde la cúpula de Pfizer en Estados Unidos no tuvo miramientos. Todo
el que tenía pistas sobre esas prácticas en la empresa fue depurado.
Bastó con estar en copia de algunos de los correos electrónicos que se
intercambiaban los delegados comerciales con médicos o gestores
hospitalarios. De ahí los 30 despidos.
A preguntas de
eldiario.es Pfizer confirmó el pasado viernes por primera vez que
detectó irregularidades en la división española que le empujaron a
establecer "sanciones" y despidos. En una respuesta escrita remitida a
esta redacción por su departamento de Comunicación, Pzifer explica:
"Como parte de nuestro programa interno de Integridad, Pfizer detectó
ciertas acciones en España y la compañía finalizó los contratos con
algunos empleados y sancionó a otros.
La compañía siempre mantiene la
privacidad cuando se trata de empleados, así que no vamos a comentar
nada más sobre la situación de estos empleados. Pfizer se toma el compliance
[el código de conducta] muy en serio y nuestro objetivo es asegurar que
cada empleado en todo el mundo lo hace también.
Es por ello que la
compañía tiene procesos sólidos para ayudar a prevenir y detectar
potenciales infracciones de nuestras políticas internas. Todos estos
procesos se revisan regularmente para asegurar que se mantienen actuales
y que cumplen con los objetivos y requerimientos de los países en los
que tenemos presencia".
Durante los meses que duró la
investigación interna y que, según fuentes internas, incluyó la
inspección de varios servidores informáticos, Pfizer estaba preparando
su fusión con otro mastodonte del sector, Allergan, el fabricante de
bótox, para constituir la primera farmacéutica mundial valorada en
160.000 millones de dólares. El acuerdo que finalmente se anunció el 23
de octubre (cinco días después de la escabechina en la sede española) se
deshizo sorpresivamente el 6 de abril, a raíz de las últimas reformas
fiscales de Estados Unidos.
Multa anterior de 60 millones de dólares por sobornos
En ese contexto previo al gran anuncio de fusión, Pfizer no podía
permitirse el escarnio de otro pleito, como el que le obligó en 2012 a
pagar 60,2 millones de dólares (unos 50 millones de euros entonces) a la
Comisión del Mercado de Valores de Estados Unidos y al Departamento de
Justicia para eludir la condena por cohecho que amenazaba a varias de
sus filiales precisamente por sobornar a médicos e instituciones
sanitarias de Europa y Asia.
En conversación con eldiario.es, uno de los empleados despedidos, que
ha pedido mantener su anonimato y ni siquiera confirma si su salida de
Pfizer está blindada con un contrato de confidencialidad, asegura que la
denuncia por malas prácticas existió pero defiende que se trató de una
"mera venganza que no tiene razón de ser y que se ha llevado demasiado
lejos".
En los tribunales tampoco constan
denuncias por los despidos de la multinacional. Fuentes internas de la
compañía aseguran que todas las salidas fueron pactadas. El comité de
empresa no atiende a periodistas y se remite a las explicaciones de la
dirección. Lo que pasa en la farmacéutica se queda en la farmacéutica." (José Precedo, eldiario.es, 10/04/16)
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