"Comparecieron en el Congreso Javier
López Madrid y Juan Miguel Villar Mir. Yerno y suegro. El primero,
exconsejero de la constructora OHL, condenado por las tarjetas black
e implicado en distintos casos de corrupción. Sobre él pende la sombra,
según los informes policiales, de haber mediado y pagado para conseguir
adjudicaciones de obras públicas.
El segundo, expresidente de la
compañía, gran fortuna nacional, exministro de Arias Navarro y sir
juancarlista (fue nombrado marqués por el emérito). Su biografía es un
manual de cómo medrar en una dictadura y luego convertirse
tranquilamente en un prohombre democrático. Se sospecha que ha gozado de
trato de favor de los poderes públicos durante su trayectoria.
No
obstante, sentenció que nunca –jamás– había donado dinero a ningún
partido político. A fundaciones sí. ¿Qué fundaciones? FAES. “He tenido
fe en FAES. Hace una buena labor”, confesó antes de especificar que
apoquinaba poca cosa, unos 25.000 euros al año. Pagar a FAES, entiende,
no es aportar al PP: está seguro de que los fondos se mantenían en el think tank.
Ambos comparecieron en la Comisión que
investiga la presunta financiación ilegal del PP. Una migaja. Se
intentó meses atrás que Villar Mir declarara también en otro órgano, el
que pretende esclarecer las dinámicas que derivaron en la crisis
económica y financiera. Gracias a la negativa del PP y la abstención de
Ciudadanos y del PSOE, se rechazó que los grandes magnates de la banca y
del sector de la construcción asistieran al Parlamento a explicar cosas
sobre bancos y obra pública. Un tema que un poco sí les atañía.
El
propio Villar Mir, en la mañana del 24 de abril, se reconoció como gran lord del empresariado. Lo hizo con humildad sarcástica: “Existo en el mundo económico, existo”, resumió tras enarbolar algunos rankings que reconocen su actividad.
A mediodía, tras una mañana de preguntas, negaciones y regates, se cerró la sesión. El octogenario Villar Mir, que triplicó su fortuna durante la crisis,
se rezagó a la salida para solazarse con los diputados del PP, a los
que había buscado durante casi cada frase de la intervención. No es que
desease su aprobación, que tenía asegurada; simplemente los miraba para
aliviarse: en vez de beber un trago de agua, miraba a los populares.
Salió un Villar Mir tan fresco como el
que entró, igual de marqués, igual de plagado de cruces: la de la Orden
del Mérito Civil, del Militar, la de Carlos III, la del Dos de Mayo y
la de Isabel la Católica (las tres primeras, durante el franquismo). Las
distinciones que otorga el Poder, por lo visto, en vez de pesar sobre
las cervicales, aligeran el cuerpo. Al empresario se le ve joven como
una cepa, y eso a pesar de no haber conocido en su vida, como aseguró, a
nadie que trabajara más que él.
Su yerno, López Madrid, en cambio,
entró y salió algo más cocido. Trae un historial más conflictivo:
detenido por el caso Lezo, imputado por la Púnica, condenado por las black
y procesado por la salida a bolsa de Bankia. El tema le cabrea.
Proclama con pasión que se arrepiente de haber participado en el
embrollo de Caja Madrid. Dijo que fue el más perjudicado y que perdió 21
millones de euros.
Los sumarios de los casos Lezo y Púnica lo señalan
como conseguidor y dispensador de sobornos. Según la UCO, en la agenda
de Francisco Granados, en la que se anotaban donaciones fraudulentas,
figuraban unas iniciales que le correspondían: JLM y JM. “Me están
preguntando por una agenda que no es mía ni he escrito yo. Hay cientos
de personas que pueden tener esas iniciales. Y yo no puedo ser JM y JLM
al mismo tiempo”, se defendió.
También negó las palabras en sede
judicial del empresario Adrián de la Joya, quien atribuyó a López Madrid
una transferencia de 1,4 millones de euros a través de una cuenta suiza
para que, a través de Ildefonso de Miguel (exgerente del Canal Isabel
II), el untamiento llegara a Ignacio González. El pago, presuntamente,
correspondía a la adjudicación del proyecto ferroviario entre
Navalcarnero y Móstoles.
El yernísimo declaró que nunca había pagado al
PP y que tampoco tenía competencias para hacerlo. Su puesto de
consejero, resaltó, no era ejecutivo. La denominación de su cargo era,
en realidad, la de “consejero externo dominical”, título que no supo
explicar muy bien: “Supongo que externo se refiere a que no tiene labor
ejecutiva”, tanteó. El empresario tampoco supo negar con contundencia la
existencia de una oficina compartida con Marjaliza, Granados y Blas
Herrero (director de Kiss FM). “¿Nunca ha tenido una oficina
compartida?”, inquirió Oskar Matute, del Grupo Mixto.
–Yo creo que no– escamoteó López Madrid
–Pero lo sabrá, pagaría un alquiler…– indagó Matute, extrañado.
– ... – se quedó en silenció, no negó ni afirmó, solo emitió una pequeña vibración craneal.
Sucedió algo ajeno a los hechos
concretos que aborda la Comisión, pero muy vinculado a los engranajes
relacionales que aclimatan el ambiente para la corrupción.
El diputado
Txema Guijarro, de Unidos Podemos, tras una performance
de cortesía, quizás para preparar el efecto sorpresa, soltó: “¿Por qué a
usted la reina de España le llama compiyogui?”. Aquello fue como tirar
un petardo en un gallinero. Hubo silencios, ruiditos, dudas, reojos
hacia el presidente de la Comisión Pedro Quevedo. Cundió la alarma.
Guijarro preguntó también sobre el rey y sobre un viaje en yate. López
Madrid fingía no escuchar. No contestaba, estaba en su derecho, pero
tampoco quería negarse en voz alta a hacerlo. Decir “no quiero
contestar” habría señalizado dónde está la puerta de la opacidad, dónde
termina el derecho a la información. Mientras caían los interrogantes,
el empresario buscaba a Quevedo esperando que fuera él quien trasladase
la negativa y diera pie a la siguiente cuestión.
Tras un receso, Villar Mir llegó con
retraso. Al sentarse se congratuló de intervenir en la sala Sagasta,
ingeniero de caminos, como él. Fue la primera tentativa de reservarse un
espacio en la historia de España. Hubo más, muchas como para
transcribirlas. “Hoy pertenezco a cuatro Reales Academias por decisión
de los académicos, eso no es por casualidad, sino porque has sido un
ejemplo de honorabilidad y moralidad. He tratado de ser un hombre
modélico y quiero morirme así”, expresó.
Villar Mir supo deslizar el titular,
lanzar un trocito de carne. “No todos los empresarios somos iguales” (de
buenos, se entendía). Él, aseveró, nunca había pagado mordidas a pesar
de que algunas regiones como Baleares funcionaran así. “Yo me retiré de
Baleares, pero antes ya me habían retirado a mí porque como no pagaba,
no me daban obras”. No quiso revelar otros territorios parasitados por
el mal del 3%, pero parpadeó muy asertivamente cuando Toni Cantó le
preguntó si se refería también a Cataluña.
Sobre aquel arreón de José María García en el
programa de Jordi Évole en el que insinuó su participación en sobornos,
concluyó: “Quien dijo eso fue un completo mentiroso”. También tildó de
embustero a Bárcenas, que confesó en su día una reunión junto a él y Pío
García Escudero para recoger dinero. El marqués desacreditó al
extesorero popular. Dijo que estaba demasiado manchado por sus
falsedades. Entonces volvió a mirar a los diputados populares, de nuevo,
como dando un trago de agua." (Esteban Ordóñez, CTXT, 24/04/18)
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