"La Fiscalía Anticorrupción ha presentado una denuncia en la Audiencia Nacional contra el expresidente de Catalunya Caixa, Narcis Serra, y otros 14 exaltos cargos, entre ellos el que fuera director general Adolf Todó,
por un delito de administración desleal supuestamente cometido al
haber causado un perjuicio de 720 millones de euros en una quincena de
operaciones inmobiliarias realizadas entre el 2000 y el 2007.
Las irregularidades fueron detectadas por el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB).
Serra tiene pendiente otro proceso judicial por la aprobación
de sobresueldos a directivos cuando la entidad registraba pérdidas.
La
denuncia del fiscal Fernando Maldonado expone que durante ese periodo
la caja de ahorros "ejecutó una intensiva y creciente actividad
inversora inmobiliaria" través de su filial PROCAM. Las inversiones no
solo se hicieron en España, sino también en Polonia y Portugal.
En
la mayoría de los casos el "aval y fiabilidad" que desde la entidad se
dio a esos proyectos se otorgó "confiando" en la palabra de los socios
copartícipes de las inversiones, sin previos informes externos
independientes y "sin realizar el análisis exhaustivo de aspectos tales
como la solvencia y capacidad de los asociados y su grado de implicación
con aportación de recursos propios" que, en algunos supuestos, "eran
poco significativos" en relación al volumen del negocio.
Según la
fiscalía, prácticamente todos los proyectos inmobiliarios tenían, en el
momento de su aprobación, condicionado su desarrollo a la consecución
de trámites urbanísticos "ineludibles" y de "resolución incierta".
Algunos terrenos, incluso, eran no urbanizables o estaban afectados por
resoluciones legislativas que los calificaban de especial interés, por
lo tanto, necesitaban un posterior desarrollo de los "diversos
instrumentos urbanísticos para poder construir viviendas". Esto
conllevaba "riesgo en la inversión".
SIN VALORACIONES INDEPENDIENTES
Las
decisiones de inversión, destaca la denuncia, se sancionaban
favorablemente "sin mediar previas valoraciones independientes de los
activos" urbanísticos con las que contrastar el precio demandado por los
vendedores y sin la confección de informes jurídicos sobre la
adecuación de los contratos.
El fiscal subraya que, además, las
operaciones se materializaron frecuentemente sin inclusión de cláusulas
resolutorias que cubriesen los intereses de la caja y en los supuestos
en los que si figuraban "estas no fueron ejecutadas o se
evidenciaron insuficientes". El objetivo, incide la acusación pública,
era "compensar las cuantiosas pérdidas de valor derivadas de la no
concreción de las expectativas urbanísticas iniciales".
Otra
anomalía detectada, presente en aproximadamente la mitad de los
proyectos, es la existencia de posibles conflictos de interés, pues los
activos adquiridos ya eran propiedad del socio copartícipe o de
sociedades o personas vinculadas a él. En algunos casos se habían
adquirido los solares solo días antes.
La comisión ejecutiva de
la caja, además, aprobó proyectos sin tener competencias para ello, ya
que por el importe de la operación correspondía hacerlo al consejo
administración. La fiscalía también apunta que la decisión del consejo
de administración del 29 de abril del 2008 de separación de socios ante
la situación de crisis inmobiliaria "fue un error" que supuso un mayor
perjuicio.
El control del presidente y directores generales
La fiscalía destaca que de la investigación previa practicada se desprende “la total falta de preparación técnica de la mayor parte” de los miembros del consejo de administración de CX para la aprobación de ”cualquiera de las propuestas” que les plantease el director general.Igualmente, se ha constatado que el expediente que se entregaba a los consejeros contenía una mínima información del proyecto y solo podía ser consultado en la misma sesión de la votación. "No extraña que nunca se realizaron auténticas votaciones y que todos los proyectos se aprobaran por asentimiento", indica.
La “ausencia de un auténtico control” provocaban que el presidente (Narcís Serra), el director general (José María Loza y Adolf Todó) y su adjunto eran quienes "realmente" decidían en la caja, sin que sus decisiones “jamás” fueran puestas en entredicho.
La denuncia concluye que "se entince indiciariamente que los denunciados elevaron propuestas y adoptaron acuerdos contrarios al buen sentido económico” y que entrañaron “un claro perjuicio patrimonial” a la entidad." (J. G. Albalat, El Periódico, 15/03/17)
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