"En abril del año pasado conocíamos que la Fiscalía
imputaba a altos cargos del gobierno gallego por no administrar a tiempo
el medicamento de la Hepatitis C a 6 enfermos que acabaron perdiendo su vida.
La excusa que esgrimieron a los médicos que los
recetaron, y presentaron numerosos informes y quejas, era que el
medicamento era muy caro. Sabemos que esto es parte de la verborrea de
los gobiernos empeñados en pagar a raja tabla la deuda, y que ese
medicamento era asumible por el Estado.
Del mismo que también es cierto
que las farmacéuticas actúan junto a los gobernantes para imponer
precios abusivos a sus nuevos productos, aprovechándose de aquellos que
los necesitan para sobrevivir.
En este sentido el colombiano Germán Velásquez, que
abandonó en 2010 la Organización Mundial de la Salud (OMS) denuncia el
control que en ella estaban ejerciendo las grandes compañías
farmacéuticas. Con motivo de la Semana Galega de Filosofía, en
Pontevedra, este año dedicada el tema de la salud, Velásquez fue el
ponente principal de la segunda jornada.
Velásquez destacó que grandes laboratorios fueron
ganando poder económico y político en las últimas décadas, acabando por
ser "empresas financieras que secundariamente producen bienes de consumo
que poden curar".
En este sentido, también destacó que la base del
problema son las patentes, que se introdujeron hace solo 20 años en los
productos farmacéuticos, coincidiendo con la fundación de la
Organización Mundial del Comercio.
Recientemente, dice, “en los dos últimos años… por
primera vez en la historia hay un medicamento -el tratamiento contra la
Hepatitis C- que los países más desarrollados no consiguen pagar, bien
sean los seguros públicos en Europa Occidental, bien los seguros
privados en los Estados Unidos. Esto es ya un problema global que afecta
a todo o mundo.”
Debemos matizar que por más que los países
desarrollados no puedan pagar el coste, lo que ocurre es que no están
dispuestos a asumir esas pérdidas, debido a los compromisos de deuda en
Europa Occidental, y a que las compañías privadas en Estado Unidos no
podrían seguir aumentando sus beneficios. Aun así el fraude de las
farmacéuticas es de proporciones bíblicas.
Para que nos hagamos una idea, Gilead sacó el
medicamento Sovaldi con un precio de 84 mil dólares, caundo su coste de
fabricación real fue de 60 dólares. España llegó al acuerdo de pagar 13
mil dólares por persona después de una dura negociación. En países como
Francia se sitúa en 41 mil euros y Alemania 50 mil euros. En los Estados
Unidos la industria farmacéutica tiene unos beneficios del 17%,
mientras que el resto de sectores está como máximo en el 3,1%.
Estas empresas gigantescas casi siempre tienen su sede
en paraísos fiscales y producen en países como Tailandia, donde los
costes de la mano de obra son mucho menores. Extorsionan y chantajean a
los gobiernos, que bien por coacción o por pura corrupción acaban
cediendo, con las penosas consecuencias para millones de seres humanos.
En muchos casos financian campañas electorales, comprando literalmente a
los gobernantes, para obtener leyes ad hoc a sus intereses.
Por otra parte la investigación privada se diseña en
exclusiva en función de los mercados de venta, y la maximización del
beneficio. No se usan criterios como la prevalencia de enfermedades
simplemente porque en muchos Estados, ni los gobiernos ni las personas
tendrían dinero para comprar sus productos.
Sin ir más lejos el SIDA es
una enfermedad, que sin tener cura permanente, está controlada en los
países ricos. Sin embargo en muchos países africanos sigue devastando a
la población. Así como con el caso del ébola, la malaria, la
tuberculosis u otras. Solo se produce para los países ricos.
En relación a esto, en las Facultades de Medicina,
Farmacia, Biología, Química, y en general en todas las ciencias
biológicas, cada vez es mayor la injerencia de empresas privadas en las
líneas de investigación. Como parte de un proceso privatizador de la
enseñanza universitaria, los fondos públicos para la investigación cada
vez son menores, siendo en el Estado español endémicamente bajos.
Las empresas privadas, y en este campo concretamente
las compañías farmacéuticas y las compañías de productos transgénicos
“salvan” a las universidades del colapso económico, pero a cambio de
condicionar los planes de estudio a sus intereses económicos. Además, en
Septiembre del 2016 Bayer se fusionó con Monsanto, siendo actualmente un conglomerado enorme que aglutina ambos sectores, gestionados de forma igualmente perversa.
Por otra parte, Velázques afirma que la OMS “cambió
substancialmente”, sufriendo una “privatización alarmante”. “Hace 20
años- dice- más del 51% del presupuesto de la OMS procedía de los
aportes de los 194 países miembros y hoy estos fondo representan menos
del 20 % de los ingresos de la Organización”. La industria farmacéutica y
fundaciones privadas aportan el 80 % restante.
Así creemos que para parar la progresiva privatización
de la Sanidad a cargo de las compañías de seguros médicos, las empresas
subcontratadas de gestión, las compañías farmacéuticas, así como los
gobiernos cómplices, sólo cabe una solución. La nacionalización completa
de las compañías farmacéuticas sin indemnización y la competencia
estatal de todas las líneas de investigación médica y científica en
general, bajo control de los profesionales y técnicos.
Así, es necesario cambiar las prioridades de dicha
investigación, adecuándolas a las necesidades sociales, y no al lucro
privado. Además, es imprescindible eliminar por completo el sistema de
patentes, de forma que los productos fruto de la investigación puedan
ser fabricados libremente en todos los países del mundo.
Para poder alcanzar estos reclamos, es necesario un
plan de lucha continuada agrupando a los distintos sectores de
trabajadores y el resto de sectores explotados. No pararemos hasta
conseguir un sistema sanitario que atienda a las necesidades, liberado
de las garras de los buitres de las compañías de seguros y la industria
farmacéutica." (Jacobo A. García , Izquierda Diario, 19/04/17)
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