"El fundador y director ejecutivo de Turing Pharmaceuticals, Martin Shkreli, se convirtió en una de las personas más odiadas del mundo tras comprar los derechos del Daraprim, el
único fármaco autorizado para combatir una infección que afecta a
personas con sistemas inmunológicos débiles, como enfermos de cáncer y
sida, y subir su precio de 13,50 dólares (12 euros) la caja a 750 dólares (672 euros). Un aumento del 5.555%.
Shkreli
defendió su decisión asegurando que no era una cuestión de avaricia,
sino una medida necesaria para que el negocio fuera sostenible y que,
además, no era el único que estaba acometiendo grandes subidas de
precios. Al menos en esto último tiene razón.
Las tácticas de
subidas de precios no están limitadas a unas cuantas ‘manzanas
podridas’, sino que son bien conocidas en toda la industria
DRX,
una compañía que compara precios de medicamentos para los seguros de
salud, ha analizado la evolución en el coste en Estados Unidos de 3.000 fármacos
de marca desde diciembre de 2014 hasta enero de 2015 y ha constatado
que se dobló el precio de 60 de ellos y se cuadriplicó en 20 casos. Unos
1.100 fármacos sufrieron un incremento del 10%. Sólo 50 rebajaron su
coste.
Aunque en España no rigen los mismos precios, que según un estudio de Wharton
son por norma general consistentes con las diferencias de renta entre
los países, nuestro país no se libra de este tipo de subidas. Aquí las
farmacéuticas no tienen libertad para elevar a su antojo el precio de
los medicamentos que están financiados por la Seguridad Social, y
renegociar los precios con el Gobierno es muy complejo, pero lo hacen en
cuanto tienen vía libre.
Sirva como ejemplo lo que ocurrió con los 400 medicamentos que el Gobierno decidió sacar de la financiación del Sistema Nacional de Salud
en 2012. Al quedar excluidos de la financiación pública, los
laboratorios responsables de estos productos tenían libertad para
comunicar al Ministerio su intención de comercializar los mismos a un
precio superior. Medicamentos populares como el Mucibron, el Mucosan, el
Romilar o el Fortasec aumentaron su precio por encima del 100% en sólo
un año. De los 400 fármacos sólo uno bajó de precio.
La forma en
que las farmacéuticas fijan el coste de los medicamentos está siendo muy
discutida en EEUU. Como aseguró el diputado demócrata Elijah Cummings,
que preside un comité del Congreso estadounidense para estudiar la
cuestión, “las tácticas de subidas de precios no están limitadas a unas
cuantas ‘manzanas podridas’, sino que son bien conocidas en toda la
industria” y “muchas empresas farmacéuticas se están llenando los
bolsillos a costa de los sectores más necesitados de la población”.
De la misma opinión es Jim Yocum, vicepresidente
ejecutivo de DRX, que apunta que las grandes subidas de precio “son una
parte integral del modelo de negocio” de las farmacéuticas.
Subidas escandalosas
Entre las mayores subidas de precio acontecidas en EEUU, por detrás del Daraprim, se encuentran el Novacort, una crema mezcla de hidrocortisona y pramoxina cuyo precio se incrementó casi un 3.000% y el Alcortin A,
una combinación de esteroides y antibióticos para tratar los eczema y
las infecciones de piel: el preció subió un 1.860% durante el periodo
analizado.
Entre las subidas de precio que afectarán a más pacientes se encuentra la del Crestor, un popular (y polémico) medicamento para tratar el colesterol cuyo precio se ha elevado un 15% para compensar la llegada de su versión genérica en
mayo –algo que no ha ocurrido en España–. O la del Viagra que cuesta un
13% más que el año pasado, pese a que ya cuenta con competidores
genéricos.
La compañía que ha efectuado, de largo, las mayores
subidas ha sido Valeant, conocida por comprar los derechos para
comercializar viejos fármacos
Según explica Yocum, en EEUU todas
las compañías farmacéuticas suelen cambiar sus precios de venta a
finales o principios de año, pero en los dos últimos meses la subida ha
sido mayor que en pasadas temporadas. Pfizer, por ejemplo, ha
incrementado el precio de 24 fármacos en un 12%.
Un portavoz de la
compañía ha explicado a ‘Bloomberg’ que los precios de catálogo no
reflejan los descuentos ofrecidos a los gobiernos y aseguradoras, pero
como explica Yocum, estos son por lo general el punto de partida en las
negociaciones. “Aunque no consiguen obtener el incremento total del
precio, consiguen una parte”, asegura.
La compañía que ha efectuado, de largo, las mayores subidas ha sido Valeant Pharmaceuticals International,
conocida por centrarse en comprar los derechos para comercializar
viejos fármacos genéricos y elevar sus precios.
El precio de trece de
sus medicamentos se ha doblado desde diciembre de 2014. Especialmente
escandaloso es el caso del Isuprel, un fármaco que se usa para
tratar las arritmias, cuyo precio subió en un 525% en cuanto la compañía
se hizo con los derechos para comercializarlo y se ha elevado un 720%
en todo el periodo analizado.
Las farmacéuticas siempre defienden
estas subidas de precio (muy por encima de la inflación general) por los
altos costes de investigación y producción que conlleva el desarrollo
de nuevos medicamentos, pero es un argumento difícil de sostener, más
aún cuando muchos de estos fármacos llevan décadas en el mercado.
AstraZeneca vendió el derecho a comercializar en EEUU dos viejos medicamentos para controlar la presión arterial, Zestril y Tenormin, a Alvogenen
enero de 2015. Tras esto, tal como constata el informe de DRX, sus
nuevos propietarios incrementaron el precio en un 800 y un 600 por
ciento, respectivamente.
El doctor Joan Ramon Laporte asegura que “El precio de los medicamentos es puramente arbitrario”. Una vieja historia
El
incremento exagerado del precio de algunos medicamentos es un asunto de
largo recorrido, que ha provocado grandes tensiones entre empresas,
gobiernos y ciudadanos.
En España todos recordamos la polémica en torno
al Sofosbuvir, el medicamento para tratar la hepatitis C cuyo
coste ascendía a 84.000 dólares por 12 semanas de tratamiento, un precio
inasumible para el Gobierno español, que tardó meses en negociar una
rebaja con la farmacéutica Gilead,propietaria de la patente.
¿Cómo se justifican precios tan elevados? Como reconoció Raymond Gilmartin, exdirector ejecutivo de Merck, a Marcia Angell,
exredactora jefa del ‘New England Journal of Medicine’, “el precio de
los medicamentos no está determinado por los costes de investigación.
Lo
que lo determina, en su lugar, es el valor que tienen en cuanto a su
capacidad de evitar y tratar una concreta enfermedad o dolencia”. En
definitiva, si tu fármaco es el único que puede ayudar a un grupo de
pacientes puedes elevar el precio hasta (casi) donde quieras.
El
precio de un nuevo fármaco no tiene nada que ver con sus costes de
desarrollo, depende por completo de cuánto estemos dispuestos a pagar
Como explicó a El Confidencial Peter C. Gøtzsche,
el médico danés autor de ‘Medicamentos que matan y crimen organizado’
(Los libros del lince), “gran parte de la investigación que permite el
desarrollo de nuevos fármacos ha sido financiada por el dinero de los
ciudadanos, que pagan las nóminas de los investigadores públicos.
Si un
medicamento es considerado un gran avance, la norma es que la compañía
farmacéutica que se hace cargo del desarrollo de ésta cobre un precio
obsceno, abusando de ese modo el monopolio que la sociedad le ha
otorgado. El precio de un nuevo fármaco no tiene nada que ver con sus
costes de desarrollo, pero depende por completo de cuánto estemos
dispuestos a pagar por él”.
En 2010, un grupo de investigadores italianos analizó el mercado de lo que se conoce como“medicamentos huérfanos”,
aquellos fármacos que se destinan a tratar enfermedades graves que
afectan a muy poca gente y, por tanto, su comercialización resulta poco
probable sin medidas de estímulo.
Pero el precio es por sí sólo un
incentivo suficiente. Según la investigación,
publicada en el ‘British Medical Journal’, el coste anual de estas
medicinas está inversamente relacionado con la prevalencia de la
enfermedad.
En definitiva, nada justifica el precio de los fármacos más allá de la ley de la oferta y la demanda. ¿Y los costes de desarrollo?
Según un informe del Congreso de EEUU redactado en 2000, “quince de los
veintiún medicamentos más importantes aparecidos entre 1965 y 1992 se
desarrollaron gracias al conocimiento y a las técnicas de la
investigación financiada públicamente”. (Miguel Ayuso, El Confidencial, en Rebelión, 10/03/16)
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