"(...) Gerardo Díaz Ferrán, expresidente, vaciador, apandador, socio de una
organización criminal (lo dice una sentencia judicial), que el jueves
pasado dijo que se confesaba culpable, para cambiar quince años de
cárcel por cinco y medio, ofreciendo su cabeza y el paradero de veinte
millones de euros desaparecidos de la empresa Marsans.
Díaz Ferrán empezó sus fechorías hace muchos años. Era uno de los
dueños de la empresa Trapsa. Todavía le recuerdan con especial cariño
gente que trabajó para él, como Joaquín Navarro, “el andaluz de las
pecas”.
Un día Navarro estaba lavando el coche al acabar su servicio y
pasaba por allí Vicente García Ribes, armado como siempre con una
pistola, que solían llevar los presidentes de los sindicatos verticales,
acompañado por Díaz Ferrán. Tras un diálogo intrascendente, Ribes
preguntó a nuestro héroe por el otro, y cuando él le contó que era un
revolucionario, le ordenó: “Despídele ahora mismo”. Y eso hizo Díaz
Ferrán.
“El andaluz de las pecas” era el hombre al que buscaban los
asesinos de Atocha cuando mataron a los abogados. No hay nada que
relacione a Díaz Ferrán con aquellos asesinatos. Pero sí con la huelga
que los precedió, y con los García Ribes y García Carrés, unos
pistoleros fascistas que actuaban como tales.
El jueves, Díaz Ferrán compuso un gesto muy raro para admitir su
culpabilidad. Mientras decía que sí con la voz, decía que regular con la
cabeza.
Cuando todavía no le habían pillado por los cientos de millones de su
última fechoría se permitió el lujo de decir a los trabajadores: “Hay
que cobrar menos y trabajar más”.
La patronal no ha hecho todavía un verdadero ejercicio de limpieza
histórica. Díaz Ferrán les ha dado un buen argumento para seguir.
Bienvenido su gesto democrático. " (Jorge M. Reverte
, El País, 6 JUL 2015)
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