"Desde el 14 de Junio de este año, unos jardines del Distrito de Aluche,
de Madrid, llevan el nombre de Yolanda González Martín, en homenaje y
memoria de su compromiso político y de su trágica muerte.
Yolanda, de 18
años, fue víctima de un asesinato terrorista el 2 de Febrero de 1980.
Su asesinato fue una constatación más de la permisividad, cuando no
complicidad, de las instituciones democráticas con las fuerzas de
extrema derecha que, después de 1978, persistían en la abierta oposición
y desestabilización del régimen instaurado por la Constitución.
Primero, en el proceso penal, cuando el Tribunal no solo no condenó a
los responsables del crimen como terroristas sino que la norma penal fue
aplicada de forma favorable a las organizaciones de signo fascista,
como era la banda armada Grupo 41 del Batallón Vasco Español, vinculado a
Fuerza Nueva, al que pertenecían los coautores y, particularmente, el
autor material de la muerte, el asesino Emilio Hellín Moro que resultó
condenado a 43 años de prisión. Pero no fueron condenados por el delito
de asociación ilícita. (...)
Pero, la más reprobable complicidad de las instituciones con los
responsables del asesinato de Yolanda fue la que tuvo lugar durante el
cumplimiento de las penas por Emilio Hellín. En primer lugar, el injusto
permiso de salida otorgado a dicho penado por el Juez de Vigilancia
Penitenciaria(VP) en Enero de 1987, aprovechado para fugarse a Paraguay,
incumpliendo las penas impuestas durante tres años, durante los que
prestó servicio a la dictadura de Stroessner.
Posteriormente, el
favorecimiento judicial continúa.Primero, cuando la Sala 2ª del Tribunal
Supremo rechaza la querella presentada por los padres de Yolanda por la
presunta prevaricación cometida por dicho Juez.Y, después, cuando un
Juez del Registro Civil de Madrid autorizó a principios de 1995 al
asesino Emilio Hellín, cuando aún estaba cumpliendo las penas, a cambiar
su nombre por el de Luis Enrique, con la evidente finalidad de ocultar
su identidad.
Y, a continuación, como si todos estuvieran de acuerdo, la
Juez de VP de Granada, ese mismo año, otorgaba al penado Hellín el
tercer grado penitenciario en una resolución burocrática en la que se
refería al “arrepentimiento del delito” –cuando había sido condenado por
once– y en la que omite que trece años después de la condena aún no
había satisfecho a la familia de Yolanda parte alguna de los seis
millones de pesetas en concepto de responsabilidad civil a que había
sido condenado.
Decisión que, prácticamente, representó el cumplimiento
de las penas pendientes y, objetivamente, favoreció los intereses
espúrios del penado, oponiéndose a los fines constitucionales de la
pena.
Responsabilidad civil que, finalmente, fue satisfecha a los padres de
Yolanda por el Ministerio del Interior en 2000 en aplicación de la Ley
32/1999, de Solidaridad con las Víctimas del terrorismo, actuación que
acreditó la verdadera dimensión penal de su asesinato y los enormes
dislates de todas las actuaciones judiciales desde la sentencia.
La
resolución del Ministerio se fundaba en que “las sentencias han ganado
firmeza y el contenido del fallo relativo a la declaración de
responsabilidad civil no ha podido ser ejecutado”. Añadiendo que los
beneficiarios de dicha indemnización, los padres de Yolanda, “han
realizado cesión al Estado de las acciones de responsabilidad civil que
les pudieran corresponder”. Quedando, pues, una cuestión pendiente.
El
Estado, ¿le ha exigido al asesino y penado Emilio Hellín el abono de
dicha cantidad, como responsable civil y obligado judicialmente al pago
de la misma?. O, lo que no sería imaginable, ¿le ha dispensado de su
pago?. Porque, si esto fuera cierto, quiere decir que el Estado ha
concedido un trato de favor, nada menos que suplirle en el cumplimiento
de la responsabilidad civil, a un condenado por un asesinato que,
realmente, constituyó un acto de terrorismo. Es exigible una aclaración
inmediata.
Hasta aquí llegan los ecos favorecedores de quien fue responsable
penal de uno de los crímenes mas dramáticos de la transición. Por todo
ello, Yolanda sigues viva en nuestra memoria." (Carlos Jiménez Villarejo, La Lamentable)
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