"El
escándalo vergonzoso de las tarjetas de Caja Madrid (que posiblemente
debe haberse dado en muchas otras cajas) pone sobre la mesa un
presupuesto sobre el que coinciden muchos economistas desde hace mucho
tiempo: la confianza y la probidad son condiciones fundamentales sin las
cuales es muy difícil que se produzca progreso económico.(...)
Desde
entonces, otros economistas e investigadores han demostrado, incluso
con experimentos de laboratorio como los de Paul Zak, profesor de
economía y fundador de un conocido centro de neuroeconomía en
California, que la confianza es la base de la actividad económica y que,
como mostró también el Nobel Douglas North, su ausencia es lo que puede
explicar el atraso y la mala gestión económica en muchos países y
épocas históricas.
Los estudios del primero indican que fortalecer el
estado de derecho aumentando las libertades, reducir las desigualdades y
la corrupción y facilitar el entendimiento interpersonal son factores
decisivos para generar una “buena política” y que ésta es la que
promueve la confianza que es el fundamento de la prosperidad permanente.
Y un economista del Banco Mundial, Steve Knack, incluso ha llegado a
evaluar lo que llama “la economía de la confianza”, afirmando que es la
mayor responsable de la ventaja económica de Estados Unidos sobre otros
países.
Otros estudios de Yann Algan y Pierre Cahuc, entre otros muchos, han
comprobado que la confianza influye directamente en la evolución a medio
y largo plazo de la renta per cápita, y en la Chicago Booth School of
Business se elabora un conocido indicador que muestra también que la
confianza es determinante de la estabilidad de los mercados y las
actividades financieras.
Son también muchos los economistas que consideran que la falta de
confianza es lo que está impidiendo que se salga con prontitud y éxito
de la crisis en la que estamos inmersos.
Y esta idea, ya tan
generalizada desde hace tanto tiempo, es la que lleva a considerar que
será imposible recuperar la confianza en las instituciones y en las
relaciones interpersonales necesarias para que haya de nuevo suficiente
actividad económica generadora de riqueza sin que se persiga y condene a
los responsables de todo lo que ha sucedido en la economía mundial y,
en nuestro caso, en la española.
Así lo han defendido premios Nobel de Economía como Joseph Stiglitz o
George Akerlof, quien subraya que dejar de castigar a los criminales de
cuello blanco es un incentivo para que se cometan nuevos delitos
económicos que destruyen la economía.
Sin embargo, lo que está ocurriendo en casi todo el mundo es
justamente todo lo contrario. Los responsables de los grandes fraudes y
estafas económicas tienen cada vez mayor impunidad porque han acumulado
mucho poder político.
Un estudio de la Syracuse University de Estados
Unidos (sus resultados pueden verse aquí)
demuestra que la persecución a los fraudes cometidos por entidades
financieras viene disminuyendo en los últimos años, justo cuando en
mayor número se han cometido. A Obama le cabe también el lamentable
honor de perseguir este tipo de delitos en mucha menor medida que Reagan
o Bush.
En España estamos llegando a niveles de impunidad y desvergüenza que
no solo han destruido la confianza de la población en las instituciones y
en la clase política y financiera, sino que producen ya una indignación
que está a punto de crear otro tipo de problemas sociales.
No se puede dejar libres a los ladrones, por muy alta que sea su
cuna, por muy grande que sea su influencia, por muy poderoso que sea el
partido que lo encumbra, por muy abultada que sea su cartera o por muy
alto que esté quien puede ser que caiga si cae el ladrón.
Sin perseguir y castigar a los ladrones y criminales de cuello blanco
que han provocado la crisis, sean quienes sean, ni saldremos de ella ni
podremos evitar que la otra crisis que nos espera sea mucho peor y más
trágica." (Juan Torres López, Publicado en Público.es el 3 de octubre de 2014, en Ganas de escribir, 05/10/2014)
No hay comentarios:
Publicar un comentario