13.6.13

El fracaso de la universidad pública española está en su corrupción generalizada

"La universidad pública española (50 centros) ha fracasado. Pero no solo por su baja calidad, sino por su corrupción generalizada: el “enchufismo” en el acceso al profesorado y al personal laboral está tan arraigado que ha terminado por expulsar a los mejores o más honrados y ha creado una auténtica “casta” que comienza por los rectores y vicerrectores, pero que continua con los decanos y jefes de departamento.

 Las ofertas de empleo se ocultan incluso hasta a los propios docentes, el gasto se dispara, el absentismo no se fiscaliza (no se ficha), los controles no existen… Algún día se hará pública la lista de aquellos profesores que, aprovechándose de sus cargos, despidieron a otros profesores antes que renunciar a sus dietas, viajes, congresos, suministros e incluso “gastos de representación”.

 O decidieron construir elefantiásicos edificios antes que salvar puestos de trabajo. Su inhabilitación como gestores públicos universitarios y su degradación como académicos para que sirvan de ejemplo a la ciudadanía, a los estudiantes y a los demás docentes será una de las principales tareas para la regeneración democrática,  económica y civil de España. 

Sus nombres están en boca de todos, pero no se hacen públicos. Son los profesores que, aprovechándose de la crisis, expulsaron de la universidad española a otros profesores. Los 50 rectores de la CRUE son los responsables de un trágico desaguisado: relegar as los que imparten la educación a la categoría de “material sobrante” en una época en la que eran la única esperanza para la salida de la crisis. 

Lo hicieron porque la ley favorecía su autonomía, sin dar cuentas a nadie. Solo reciben fondos públicos, nunca justifican su reparto ante los ciudadanos que los benefician. Y optaron por la decisión más cruel: despedir a los profesores más precarios para conservar sus privilegios, lo ocurrido en la Universidad de Murcia es solo un ejemplo más de lo que ha ocurrido en cada una de las 50 universidades públicas.

 Junto a ellos, fueron cómplices del latrocinio los vicerrectores. Una media de entre diez y quince por universidad. La estafa piramidal universitaria continúa con los decanos, escogidos por los vicerrectores. Y los decanos eligen a su vez a la mayoría de los jefes de departamento, que son los que certifican los abusos. En el campo del resto del personal laboral, son los sindicatos los que mandan. 

 Todos ellos apoyan a los rectores en el poder a cambio de conservar su cuota de reparto. Este es el actual sistema universitario español, de ahí el fracaso generalizado. La autonomía solo ha servido para fomentar la corrupción y que familias enteras se beneficien de los empleos públicos, una verdadera bicoca en tiempos de crisis.

 Por contra, se han expulsado a los pocos profesionales que impartían clases y que engarzaban la teoría y la ciencia con la experiencia, tan necesaria hoy para levantar el mercado de trabajo con autoempleo o emprendimiento. Ha ocurrido en Medicina, en Derecho, en Ingenierías, en Arquitectura, en Informática, en Comunicación…

A día de hoy no existe aún en España un listado de profesores despedidos en cada universidad. Ningún sindicato ni partido político lo ha pedido ni lo pedirá. Se esconden los datos alegando que son contratos parciales finalizados, becas concluidas, servicios ya acabados… 

Las mil y una triquiñuelas en que la administración universitaria española consagra la explotación laboral. Hasta en la “jerga” académica persisten términos y usos medievales: asignaturas “esclavas”, propuestas de docencia “gratuita” (sin cobrar), junto a denuncias por abusos, falsificaciones, persecuciones, oscurantismos e incluso plagios.

Relatar los miles de casos de corrupción en la universidad española es una tarea hercúlea que está intentando realizar la web Corruptio.com sin apenas medios. En lugar de alentarla y protegerla, se la condena al anonimato, por fortuna sorteado desde internet. El problema reside en que, gracias a la autonomía universitaria y a la ausencia de un código disciplinario para sus gestores, aunque sean condenados por los tribunales no son expulsados jamás de la institución.

 Ni siquiera son sancionados, aunque se demuestre judicialmente que sus actos provocaron ruina económica o socavaron derechos fundamentales de otros profesores  o empleados.

 El ejemplo más palmario ha sido la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), no podía ser de otra manera con ese nombre por bandera. Mientras su actual rector, Pedro González Trevijano, es ascendido por la “casta” política y partitocrática a la que pertenece hasta la categoría de Magistrado del Tribunal Constitucional, su denunciante, el profesor David Ríos Insúa, que se atrevió a decir algo parecido a la fábula de “el rey está desnudo”, sufre las consecuencias de su valentía, honradez  y civismo habiendo padecido el desmantelamiento de su departamento, relegándole además al ostracismo.

 El rector se presentó a un tercer mandato cuando las leyes impedían prolongar su gestión más allá de dos, pero en un sarcasmo propio del feudalismo, la trampa electoral fue recompensada haciéndole miembro de la Junta Electoral Central. Quien no respetaba los procedimientos electorales académicos ahora vigila los procedimientos electorales políticos.

 En cada universidad española existen otros “David Ríos” que osaron enfrentarse a los abusos académicos, no hay más que asomarse a internet para encontrarlos, como el profesor Daniel Jesús García (UAL). Algún día serán ellos los rectores que dignifiquen una profesión que ha sido degradada al extrarradio de la moral y la ética en estos años de infamia y brutalidad."           (Un espía en el congreso, 13/06/2013)

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