1.9.23

El principal problema que tiene la democracia española no son los políticos, los partidos, la polarización del Parlamento o la crispación, sino que es la Justicia. España necesita una verdadera revolución en todo lo que se refiere al funcionamiento de los tribunales, revolución que debe iniciarse con una investigación a fondo y sin piedad de todos y cada uno de los jueces, magistrados y fiscales... La situación de los tribunales es crítica. En España se adoptan decisiones injustas a sabiendas de que lo son, sin que los jueces que las adoptan o los fiscales que las incitan sufran castigo alguno. En España no hay tribunales de Justicia, sino corporaciones de generar injusticias y dolor... Los jueces han implantado una dictadura judicial... En España ya no hay ruido de sables en los cuarteles, sino rasgueo de togas en los tribunales (J. A. Gómez)

 "El principal problema que tiene la democracia española no son los políticos, los partidos, la polarización del Parlamento o la crispación, sino que es la Justicia. España necesita una verdadera revolución en todo lo que se refiere al funcionamiento de los tribunales, revolución que debe iniciarse con una investigación a fondo y sin piedad de todos y cada uno de los jueces, magistrados y fiscales.

Evidentemente, esto no se soluciona con la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), sino que esa inspección ha de ser individual, cotejando las decisiones tomadas por los profesionales de la Justicia y si éstas han sido adoptadas de manera libre o ha habido injerencias externas.

La situación de los tribunales es crítica. En España se adoptan decisiones injustas a sabiendas de que lo son, sin que los jueces que las adoptan o los fiscales que las incitan sufran castigo alguno. En España no hay tribunales de Justicia, sino corporaciones de generar injusticias y dolor.

Además, se ha llegado a un punto en que las actuaciones de jueces y fiscales, siempre favoreciendo a los poderosos, gozan de una impunidad muy superior a la que tiene el Jefe del Estado con su inviolabilidad. Nadie puede toser a un juez porque, en el momento en que un ciudadano o una empresa denuncia las injusticias perpetradas, entonces se produce una concatenación de represalias que terminan con la vida del osado que se ha atrevido a cuestionar una sentencia. 

En España no sirve la máxima de «hay que respetar las decisiones judiciales» porque la gran mayoría de las que se toman en las altas instancias proceden de comportamientos presuntamente corruptos o de sublimar intereses espurios. (...)

Los jueces, y esto requerirá un análisis paralelo, han implantado una dictadura judicial que les coloca, en pleno siglo XXI, en la misma posición que los militares durante la Transición. En España ya no hay ruido de sables en los cuarteles, sino rasgueo de togas en los tribunales. Ante esto, Sánchez ya debería saber lo que tiene que hacer y a la ciudadanía no le importaría que, por tomar decisiones justas, le llamaran jacobino."         (J. A. Gómez, Diario16, 02/08/23)

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