27.10.17

La fiscal Sabadell y el abogado del Estado fueron cercando al partido del Gobierno hasta llegar a una conclusión terminante: el PP se nutrió de la trama: “el PP y no el grupo municipal”

"De espaldas, Luis Bárcenas es un tipo opaco. De frente, en cambio, también. Su cogote cuadrado y su barbilla presionada contra el propio pescuezo lo convierten en el candidato perfecto a hablar raro. 

En él es coherente decir cosas como “remanente de liquidez” (expresión que recordó el abogado del Estado): tanta extravagancia para hablar de algo parecido a “ahorros” sugiere que hay algo oscuro tras ese montón de pasta. No sabemos qué fue antes, si la pedantería o el cogote, pero sí intuimos lo que va después: la cárcel.

Días finales de la Gürtel. La fiscal Concepción Sabadell seguía espulgando el caso los días 24 y 25 de octubre, e iba trabándose, quedándose sin voz, bebiendo agua. A Sabadell le cabe el sumario en la cabeza. Usaba papeles, pero los miraba poco. Fueron dos jornadas protagonizadas por el extesorero popular, cuyos delitos se utilizaron como un hilo de Ariadna para regresar a Génova. Las sesiones de informes están sirviendo para situar la Gürtel en su contexto político. 

Sabadell consideró contrastada la veracidad de los papeles de Bárcenas y su pertenencia a la caja B del PP. Luis el Cabrón era, a su entender, el extesorero, y no Luis Delso, como declararon los de Correa; más tarde, el abogado del Estado Edmundo Bal se sumó a la opinión de la Fiscalía. Poco a poco se fue cercando al partido del Gobierno hasta llegar a una conclusión terminante: el PP se nutrió de la trama, “el PP y no el grupo municipal”, matizó Sabadell. 

La última frase del alegato de la fiscal nos desubicó: “Los acusados consiguieron que unos mecanismos viciados se consolidaran como algo estructural. Atentaron contra el Estado de Derecho y resultará muy difícil la reparación social”, casi parecía que estaba hablando de los independentistas. A punto estuvo la Audiencia de llenarse de periodistas. Pero fue solo un segundo, pasó rápido.    

Antes de eso, Sabadell se empleó en romper las líneas de flotación de Bárcenas y la tribu de los indefendibles de la Gürtel. Podemos calificar así a procesados como Bárcenas, López Viejo, Ana Mato o Carlos Clemente Aguado. Su ADN político los dotó de un instinto para el falseamiento, el encubrimiento y el trilerismo. Se convencieron de que la retórica prevalece sobre los hechos. 

Lograron, en su fuero interno, conectar sus intereses personales a un constructo mayor, el partido, y se identificaron a sí mismos como parte de ese bien mayor hasta encarnarlo. Finalmente, se sintieron merecedores de privilegios: intocables. Cayeron en la trampa de creer que las palabras cambian la realidad, y han mantenido esa dinámica en sus declaraciones. No confesaron, no reconocieron ningún hecho ni probaron la falsedad de lo que se les imputaba; solo palabrearon, se contradijeron. 

El abogado del Estado se escandalizó en su informe: “Bárcenas, en ningún momento, ofreció una sola prueba documental sobre sus negocios” de los que sacó el dineral que escondió en el extranjero. “Nos tenemos que creer sus palabras cuando son negocios que deberían haber dejado rastro”, clamó –porque si la fiscal explicaba, el abogado clamaba: ejercitan diferentes niveles de apasionamiento procesal--.

Se refería a los millones que, según la fiscalía, acumuló como producto de sobornos y actividades ilícitas. Según el relato del Ministerio Público, justo cuando el proceso implicó al extesorero, su fortuna en el extranjero empezó a dispersarse por el mundo. No fue la crisis ni las caídas en bolsa lo que motivó al acusado, “sino la existencia de este proceso y su afán de ocultación”. 

Hizo una Declaración Tributaria Especial, pero no para regularizar su situación, “sino para ocultar al verdadero titular”. Bárcenas puso a dos ciudadanos uruguayos: un tal Ángel Pérez y una tal Cristina González. “Nunca pretendió ser una regularización completa”, acusó Sabadell. 

Los millones de Bárcenas se expandieron como una palmera de fuegos artificiales. Hubo transferencias a distintas sociedades que no eran “más que salidas para desconectar los fondos de su origen”. La pirueta fue tal que todavía hay dinero fantasma que las investigaciones no han conseguido localizar. De ninguna de estas operaciones que él justifica como negocios de inversión o compraventa de arte se aportó documentación creíble.

 Más estratagemas. Desde su cuenta en Dresdner Bank, mandó tres millones de euros a Brixco, una sociedad de la familia de Ángel Sanchís, extesorero de Alianza Popular. Este monto, más tarde, fue retornando a Bárcenas como pago por supuestos asesoramientos. 

“Son contratos falsos. Un asesoramiento donde, curiosamente, no hay informes ni nada relacionado con ese servicio (…) Su único fin era repatriar el dinero con facturas falsas”, indicó Sabadell. Bárcenas tenía tan poca idea de cítricos (que es a lo que se dedican los Sanchís) como de arte. Según declaró en su día Rosendo Naseiro, el gurteliano ni es marchante ni entiende del tema.

Le tocó turno a otros indefendibles como Jesús Sepúlveda, exalcalde de Pozuelo y exsecretario nacional del Área Electoral del PP, o Ana Mato, exministra y exmujer de Sepúlveda. “Ha quedado acreditado que Sepúlveda –J.S. para los amigos y los papeles en B-- cobró comisiones por su cargo de senador, de alcalde y por la intermediación en adjudicaciones y cobros de los que se benefició Ana Mato y el PP”.

 Fue empezar a contratar con el grupo de Correa y, según la acusación, la trama le puso un sueldo de 3.000 euros al mes con pagas extraordinarias (además de un Jaguar). Ana Mato disfrutó el pastel en forma de cumpleaños para sus hijos, una comunión y viajes. Todo gratis. En su declaración en el proceso, Sepúlveda siguió la línea retórica en su defensa y, como recordó la fiscal, presentó un documento sobre el pago de la comunión, pero “no tenía nombre ni fecha”.

Los indefendibles crearon un mecanismo delictivo autoenvolvente. Al desgranar cómo afectó la plaga en el Ayuntamiento de Madrid, Sabadell contó que se trataba de “una intermediación entre cargos y empresarios en que se cobraba una comisión que se cargaba contra las arcas públicas” y que, de esa forma, el empresario se ahorraba hasta el soborno. En la capital, desde el aterrizaje de los gurtelianos, los presupuestos se aumentaban un 40% con respecto a los de años anteriores.

En la Comunidad de Madrid, Alberto López Viejo mediante, las facturas se fraccionaban para evitar concursos públicos. En principio, se hacía con calzador: se enviaban varias facturas a la misma empresa.

 Con el tiempo, la cosa se sofisticó: repartían los pagos a consejerías que no tenían nada que ver con los servicios; los de Correa crearon más sociedades para ocultar la misma titularidad; y, en honor a la “estética”, que diría el cabecilla, se emplearon empresas pantalla. La adjudicación se entregaba a CMR, por ejemplo, y esta subcontrataba el 100% de los servicios a una firma de la trama a cambio de una comisión. 

Ese es el cuadro de lo que, como dijo el abogado del Estado, ha sido un “cáncer de corrupción, que ha infectado todas las administraciones que toco la organización de Correa”. Los indefendibles lo son porque, en un momento de esta historia, se creyeron intocables y actuaron como papas medievales: gente santificada por un poder colosal. No sabemos si fue antes la desfachatez o la ocupación de cargos públicos, pero sí intuimos qué será lo siguiente. "                    (Esteban Ordóñez  , CTXT, 25/10/17)

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