"Plano general. Hombre entrado en carnes, poco pelo en la cabeza y gruesa
cadena de oro en pecho peludo habla desde un jacuzzi de azulejos. Le
acompañan a remojo cuatro mujeres jóvenes. Tres se sientan detrás
también en traje de baño. Alrededor y en perfecta simetría, se
despliegan otras cuatro mujeres en bikini, dos plantas y un plato de
cerámica.
“Yo a lo mejor tengo más de 300 millones de pesetas ya.”
Primer plano. Cuando se cierra el cuadro sobre el rostro
del varón se ven detrás dos torsos de mujeres sin cabeza: tres tetas y
un ombligo.
“Y no sé qué hacer con ellos. Y tengo mi barco…”
El hombre, por si no lo han adivinado ya, es Jesús Gil y
Gil, el constructor que le puso su propio nombre al partido que le llevó
a la alcaldía de Marbella entre 1991 y 2002. El hombre de cadena de oro
en pecho, que llegó a decir que se hizo alcalde para defender su
patrimonio.
Gil y Gil, también expresidente del Atlético de Madrid,
generó en Marbella el perfecto laboratorio político del neoliberalismo
municipal construido sobre la base de la especulación inmobiliaria y la corrupción.
Todo un ejemplo. La democracia española arrastró desde el principio
estas formas corruptas que ya se originaron durante la dictadura
vinculadas al lanzamiento del boom turístico de los 60 –el milagro
económico español.
El ladrillo significaba financiación para los
municipios e instituciones pero también, para los partidos y sus
intermediarios. Esta actividad ha sido el núcleo del PIB español, el
corazón del modelo. Poco a poco, los casos estallarían en sedes
judiciales, el de las corruptelas marbellís fue conocido como el “caso
Malaya”.
“Malaya fijó la pauta estética y folclórica del corrupto a la
española, que se parecía mucho a la vaticinada por el dúo Luna/Bardem:
hombre hecho a sí mismo inicia una enloquecida escalada por la pirámide
social en tres actos: business inmobiliario, trapicheo con la autoridad
competente y actitud de ir por la vida con la mano en el paquete”, explicó el periodista Carlos Prieto en un artículo.
La Púnica, la Gürtel, el Caso Cursach, los casi 800 imputados del PP…
nos hace interrogarnos por la descomposición del PP. ¿Es irreversible?
¿Se van a llevar consigo la corrupción o ya es un problema estructural?
¿Y la estética del machirulo con poder? Es cierto que la imagen de los
señores del ladrillo ha cambiado algo con respecto a la era Gil y Gil,
al menos públicamente. Ya no suelen hacer ostentación de sus cacerías,
sus megalujos, ni exhiben descaradamente mujeres como posesiones,
símbolos de estatus y poder, reto al resto de varones: mira los bienes
de consumo a los que tengo acceso.
Sin embargo, los relatos recogidos en
los informes policiales nos hablan de un mundo con estética de mafia
kosovar. Sistemáticamente, además, cada vez que emerge un caso de
corrupción, cada vez que hay escuchas de conversaciones privadas,
aparece, tarde o temprano, el consumo de prostitución, o mejor, el pago
de favores con sexo.
Pagar con sexo, pago en especie
Del celebrarlo con un “volquete de putas” –desafortunada
metáfora de constructores enunciada por un ex alto cargo de la Comunidad
de Madrid– al “ojalá yo pudiera hacer esas cosas pero estoy muy mayor“,
del senador valenciano del PP Pedro Agramunt. (Estas cosas: caviar y
putas en hoteles de lujo sobre lechos de billetes de 500 que refleja el
informe.)
En los sumarios de las investigaciones vemos que no van a un
lugar cualquiera a pagar por sexo, sino que el consumo de prostitución
se hace casi de forma ritualizada. Por sexo no se paga, las putas te las
regala el constructor o el empresario como parte del intercambio de
favores. El secretario del alcalde de Baena, por ejemplo dijo en una de
estas conversaciones: “A mí es que me da cosa gastarme mi dinero en
estas cosas".
Por su parte, Francisco Granados, mano derecha de Aguirre y
capo del PP en Madrid, pedía “putitas de confianza” para pasar la
noche. Pero su sumario es bastante jugoso: visitas a clubes, un
picadero, boxes para caballos, joyas Cartier, cabezas de toros Miura.
Sexo de pago que pedía para cerrar las largas jornadas de cacería donde
celebraban una ceremonia de iniciación en la que acababan cubriendo al
novato con la sangre de las piezas que mataban. Cubrir al novato con
sangre.
Cubrir al novato con putas
Un amigo sindicalista me contaba que cuando empezó a
viajar a Madrid para las negociaciones, su sindicato pidió a la empresa
el dinero del alojamiento para alquilar habitaciones en una pensión.
¿Pensión? La empresa les pagaba directamente un hotel de cinco
estrellas. En uno de los bares del hotel, a todas horas, podía encontrar
trabajadoras sexuales. Hoteles de lujo y mujeres. Mujeres y lujos
sirven para subir de estatus, para sentirse parte la élite.
¿Quieres
corromper a alguien? Lujo y mujeres. Cuando además se montan orgías –de
esto también hay muchas noticias– las mujeres sirven para sellar pactos
de silencio. En España la vida sexual no penaliza mucho políticamente
–por suerte– pero cuántos vídeos en cajas fuertes estarán sirviendo hoy
para cerrar algunas bocas. Siempre hay compañeras, madres de tus hijos
que proteger de los deslices: no todas son comprensivas con las reglas
de la fratría masculina.
Las complicidades masculinas gestadas en el consumo de sexo implican que
se comparte algo que te une, pero también que todos tienen algo que
ocultar. Por eso hay espacios donde no es fácil que penetren compañeras
de trabajo. Están vedados a las mujeres porque estas no pueden ser
corrompidas tan fácilmente con sexo, y los espacios de consumo de
prostitución están separados por géneros.
A veces, los negocios también
se aceitan con prostitución. En ciertos sectores, en algunas ferias y congresos como el Mobile World Congress de Barcelona,
las mujeres no son seleccionadas para hacer de chófer y tienen que
conformarse con ser azafatas –peor pagadas en peores trabajos–. Y esto
es así porque al acabar las jornadas muchos ejecutivos son conducidos a
locales de alterne por esos mismos chóferes. Una mujer rompería la
presupuesta complicidad masculina.
La antropóloga, Rita Laura Segato, habla de la “cofradía masculina”.
Lo hace para explicar las violaciones o las formas más extremas de
violencia contra las mujeres. Pero no es necesario que medie violencia
para que operen estos pactos entre varones, porque son inherentes a como
se ha construido tradicionalmente la sexualidad masculina hegemónica.
Desde una cierta forma de narrar las conquistas a los amigos hasta ir de
putas juntos pueden formar parte de la exhibición que te constituye
como hombre ante otros hombres. El mandato de masculinidad implica un
espectáculo ante los demás varones que son los que reconocen tu hombría y
eso conlleva exhibición de poder. Pagar por sexo, o mejor, que te
regalen sexo y además se haga con los cómplices, puede formar parte de
esa exhibición.
En el caso Cursach, que implica a políticos del PP y policías de Baleares, estamos hablando de algo mucho más grave. Según algunos testigos, estos policías y políticos estaban dando soporte a una probable red de trata
cuando evitaban la inspección de determinados locales a cambio de sexo,
drogas y Viagra.
Los testigos aseguran que había orgías constantes
bañadas con champán francés en compañía de prostitutas del este. Un
testigo ha declarado que a estas mujeres les quitaban el pasaporte y las
obligaban a prostituirse –o a hacerlo en condiciones de esclavitud–.
Volviendo a Segato,
a cierto nivel de corrupción, de infiltración del crimen organizado en
el Estado o del Estado en el crimen organizado, la trata –la violencia
contra las mujeres– se puede leer como un signo de una transformación
económica y política más amplia relacionada con el desarrollo de la
economía criminal y con la descomposición del Estado. Cuánto más
corrupto es un país, menos derechos y más violencia sufren las mujeres.
Después de la crisis económica hemos asistido a una crisis
política generalizada que todavía está latente.
El sistema se está
reconfigurado con la marea de fondo de los casos de corrupción
vinculados fundamentalmente al ladrillo. No parece haber una salida a
medio/largo plazo para el modelo económico español y por tanto, esto
tendrá que reflejarse de una u otra manera en el tipo de corrupción
inherente al sistema. El gran peligro, que de Jesús Gil y Gil al PP de
Baleares haya verdaderamente un salto cualitativo y que sea este último
modelo el reflejo más acabado de las formas corruptas que corresponden a
un sistema que se descompone.
Cuánto más corrupto es un país ¿por qué
no se protege de verdad a las mujeres que denuncian ser víctimas de
trata como señalan las ONG que trabajan con ellas? ¿Por qué nadie parece
tener interés real en poner algo de luz y control en el trabajo sexual?
¿No importan porque la mayoría son migrantes y mujeres o esas tramas
están ya infiltrándose en el Estado? Tan importante como respondernos
estas preguntas es articular la fuerza necesaria para hacer frente a
este sistema corrupto que pasa sobre la vida y sobre los derechos de las
mujeres." (Nuria Alabao, CTXT, 15/05/18)
No hay comentarios:
Publicar un comentario