"Los votantes no castigan la corrupción. La investigación académica
mundial está de acuerdo en que el voto no es una herramienta
satisfactoria de control político. A los españoles les puede parecer que
su país es lamentable por haber dado la victoria a un partido lleno de
casos de corrupción, pero pueden estar tranquilos: en todas partes
ocurre igual.
“No somos un país raro. El nivel de penalización de la
corrupción aquí es similar al de otros países”, dice Elena Costas,
profesora de Universidad Autónoma de Barcelona. Estos son los motivos:
1. Solo tienes un voto y quieres decir muchas cosas. La
corrupción no se castiga porque nos afecta poco. Cuando un ciudadano
decide su voto valora su ideología, sus impuestos, los candidatos
alternativos o quién va a construir un carril bici. La corrupción puede
ser un factor, pero es difícil que sea el principal y seguro que no es
el único.
“El
voto es ideológico y partidista -dice Gonzalo Rivero, doctor en Ciencia
Política por la Universidad de Nueva York. Esa decisión te pone unas
gafas ideológicas”. Las elecciones del 26-J tenían un panorama claro.
Había habido elecciones seis meses antes y después de las largas
negociaciones de la legislatura, los papeles eran evidentes: “La
división estaba entre un gobernado liderado por el PP o por Podemos”,
dice Rivero.
Era obvio que el votante del PP iba a dejar de lado la corrupción
para evitar un mal mayor. “Si han protegido tu pensión y tus ahorros, lo
agradeces votando”, dice Víctor Lapuente, profesor en la Universidad de
Gotemburgo y coordinador del reciente La corrupción en España.
"El principal obstáculo para el castigo tiene que ver con el
partidismo: los seguidores de un partido tienden a ver la corrupción de
ese partido como menos grave", dice Jordi Muñoz, profesor de la
Universidad de Barcelona.
2. Aunque si la corrupción es extraordinaria, sí se castiga un poco.
Las estrategias de racionalización de los votantes son infinitas. Solo
hay que entrar en Twitter un rato para comprobarlo. “Tampoco es para
tanto”, suele decirse cuando algo malo afecta a uno. O el penalti
siempre es más injusto en el área propia.
Hay veces sin embargo en que la corrupción se impone, pero son casos
extraordinarios: necesita intervención judicial y una cobertura total de
los medios.
“La publicación se ha sesgado mucho y los ciudadanos daban
por descontados los escándalos en determinados medios porque se veían
como un instrumento político”, dice Lapuente. Solo los casos que reciben
una cobertura total, empiezan a ser injustificables para los votantes.
Aunque no suele ser definitivo: "Los políticos corruptos pierden votos,
pero no como para dejar de gobernar", dice Costas.
Una racionalización habitual es equiparar con cinismo la corrupción
en todos los partidos: para que estén otros corruptos, que estén los
míos. Los votantes del PP tienen una solidez especial, según los
estudios: “En el PP hay un suelo de votantes súperideologizado. Este
votante incluso viendo casos de corrupción, no solo no cambia su voto,
sino que su percepción de corrupción cambia y dice que no hay”, según
Costas.
3. Pero en el fondo quizá sí ha pasado algo de factura.
Dentro del Partido Popular creen que en el 20-D sí les afectó:
“Nosotros pagamos la corrupción el 20-D”, dice Andrea Levy,
vicesecretaria de Estudios y Programas del PP. No hay datos académicos
que lo corroboren, pero es posible. El 26-J el PP creció más de 600.000
votos. Según Levy, esos votos venían de Ciudadanos y la abstención.
La abstención era el refugio del votante que quería castigar la
corrupción en épocas bipartidistas. “Los datos dicen que allí donde hay
corrupción repetida en distintos mandatos, hay más abstención. Sobre
todo crece en los votantes que no son muy partidistas”, dice Costas. Las
dos expresiones más importantes en esa cita son “repetida” y “no muy
partidistas”. La corrupción municipal se castiga cuando ocurre y se
repite y lo hacen los votantes moderados. (...)
4. El sistema político español era ideal para la corrupción.
El sistema de elección mayoritario elige a personas. Son los modelos
británico y norteamericano. “Ahí cada político se juega su reputación”,
dice Lapuente.
España tenía un sistema proporcional con listas cerradas y solo dos
partidos. En los países multipartidistas como los nórdicos, un votante
de derechas o izquierdas tiene más de una opción con posibilidades de
estar en el Parlamento. Un porcentaje pequeño de voto garantiza
representación: ¿cuánta gente más habría votado a VOX o el PACMA si
hubiera sido segura su aparición en el Congreso?
En España hasta 2014 solo había dos opciones cerradas. Era un sistema
ideal para tener un votante cautivo a pesar de la corrupción. Ahora las
opciones se han ampliado a cuatro en la mayoría de provincias, pero no
en todas. El bipartidismo aún sobrevive en algunas.
El voto es en suma un instrumento insuficiente para eliminar la corrupción de las instituciones públicas. Las reformas son un remedio mejor
para castigar la corrupción. Para los votantes, es una prioridad solo
cuando les preguntan por los problemas de España, no ante la intimidad
de la urna." (Jordi Pérez Colomé, El País, 28/06/16)
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