"Para José María Aznar, Muamar el Gadafi era "un hombre
extravagante, un hombre raro", pero también "un amigo". La buena
relación entre el expresidente del Gobierno con el dirigente libio era
algo conocido; incluso cenaron juntos en Sevilla, en 2007, cuando Aznar ya había dejado La Moncloa.
El presidente de la fundación FAES y presidente de honor del PP fue uno
de los pocos líderes europeos que, en marzo de 2011, se opuso a la
intervención militar en Libia contra Gadafi, argumentando que era "muy
difícil entender una política que deja que los amigos caigan y que los
enemigos permanezcan en el poder". Lo que no se sabía es que José María
Aznar, al mismo tiempo que intercedía en público a favor de Gadafi,
hacía negocios en privado con empresas españolas que querían conseguir
contratos con el Gobierno libio.
El 8 de septiembre de 2010, unos meses antes de la
guerra civil y posterior intervención militar internacional que acabó
con Gadafi, José María Aznar firmó un contrato de intermediación con
Befesa, una filial del grupo sevillano Abengoa dedicada a la
construcción de desaladoras, depuradoras y otras obras públicas
medioambientales.
Befesa estaba interesada en
conseguir las adjudicaciones de cuatro grandes desaladoras que quería
construir el Ministerio de Servicios Públicos de Libia: en Tobruk,
Misurata, Sirte y Yarafa. En total, las cuatro desaladoras sumaban una
inversión de 950 millones de euros, según los propios cálculos de Abengoa, que figuran en este documento para inversores (página 94). Para conseguir esas adjudicaciones, Befesa contrató a Aznar como intermediario.
Según el contrato,
al que ha tenido acceso en exclusiva eldiario.es, José María Aznar es
“una persona con reputada experiencia en el mercado internacional y en
particular el libio”, que cuenta con “conocimiento de las instituciones
públicas, así como de la legislación local reguladora de las ofertas,
programas de promoción público privada y concursos públicos”.
La remuneración que Aznar firmó con Befesa es muy
generosa: una "comisión de éxito" –como la define el contrato"– del 1%
"hasta que la cifra de adjudicación acumulada de proyectos dentro del
programa llegue a 250 millones de euros". A partir de esta cifra –es
decir, después de que Aznar se llevase los primeros 2,5 millones de
euros–, la comisión se reduciría al 0,5%. En total, si Befesa hubiese
conseguido los 950 millones de euros en adjudicaciones que esperaba en
Libia, Aznar habría cobrado una comisión de seis millones de euros:
alrededor del 0,6% de los 950 millones esperados.
Además de esa comisión, Aznar consiguió otro 0,25% adicional del precio
convenido por Befesa con el Gobierno libio por administrar las
desaladoras cuya gestión se incluya también en el contrato de
construcción. Esta comisión se recibiría durante los cinco primeros años
de mantenimiento de las instalaciones.
El contrato
con Befesa incluía también un adelanto de 100.000 euros más IVA. José
María Aznar facturó esa cantidad cinco días después de firmado el
contrato, el 13 de septiembre de 2010. Eldiario.es ha tenido también
acceso a esa factura, que tiene sello de entrada en la contabilidad de
Befesa el 30 de octubre. En el documento, con la firma del propio Aznar,
consta también su número de cuenta de Caja Madrid.
Por parte de Befesa, el contrato está firmado por Javier
Molina Montes, presidente de Befesa. En el momento de la firma, la
filial de Abengoa "tiene identificados" cuatro proyectos de desaladoras
en Tobruk, Misurata, Sirte y Yarafa.
El primero de ellos consiste
únicamente en la construcción de las instalaciones, mientras que los
otros tres incluyen la gestión de éstas. No obstante, la empresa
especifica que "la colaboración se extiende a todos los proyectos de
desalación que adjudique el Ministerio bajo el programa". En julio de
2010, según la información que daba Abengoa a sus inversores, Befesa ya tenía firmado un memorándum de entendimiento con el Gobierno de Gadafi por tres de las cuatro desaladoras.
En el acuerdo también se especifican las obligaciones del expresidente
del Gobierno, "el prestador", según el contrato. Entre ellas, el
"prestador" se compromete a "suministrar a Befesa toda la información
necesaria tendente a que ésta pueda presentar oferta"; "asistir y
prestar todo apoyo comercial necesario durante el curso de las
negociaciones con clientes con el objetivo de obtener la adjudicación
del contrato"; "realizar gestiones para dar a conocer los productos y
soluciones" de la empresa, y "apoyarla en las demostraciones de
productos, preparación y presentación de ofertas, visitas al territorio,
etc.".
Además, la filial de Abengoa establece que "su actuación
deberá regirse en todo momento por los principios de corrección,
licitud y buena fe". Por ello, prohíbe "influir o inducir, directa o
indirectamente, sobre cualquier acto, decisión u omisión" de
funcionarios y autoridades locales, así como "realizar cualquier tipo de
pagos a cuenta de aquellas personalidades mediante cuentas no
registradas oficialmente".
Eldiario.es ha intentando
ponerse en contacto con José María Aznar a través de la FAES para
recabar su versión de los hechos. No ha habido respuesta.
Un portavoz de Abengoa ha confirmado a eldiario.es que Befesa contrató a
Aznar "como asesor", pero que la guerra civil y posterior intervención
militar en Libia frustraron las adjudicaciones. La ejecución de Gadafi
el 20 de octubre de 2011 –un año después de la firma de este contrato– y
el cambio de Gobierno dejaron a José María Aznar y a Abengoa sin un
negocio millonario. En 2013, Abengoa vendió Befesa a un fondo de inversión.
El amigo "extravagante" de Aznar
José María Aznar no tardó mucho tiempo en convertirse en padrino
de Gadafi en el intento del líder libio de recuperar sus relaciones con
Occidente tras años de aislamiento. El régimen libio había sufrido los
efectos de las sanciones aprobadas por el Consejo de Seguridad de la ONU
a causa del atentado de Lockerbie en el que murieron 270 personas en
1988. Cuando Gadafi aceptó la responsabilidad y prometió indemnizar a
los familiares de los supervivientes en 2003, las sanciones fueron
levantadas, lo que dio vía libre a Aznar.
El entonces presidente
del Gobierno fue el primer líder occidental que visitó Libia tras la
decisión de la ONU. Lo hizo en septiembre de 2003, es decir, sólo un mes
después de que el embajador libio en las Naciones Unidas admitiera
oficialmente con una carta la responsabilidad de su país.
Para
justificar tal premura, Moncloa destacó entonces que, después del 11S,
Libia se había comprometido a colaborar en la lucha contra Al Qaeda. Los
países europeos aún veían a Gadafi con prevención, incluso después de
resolverse el asunto del atentado de Lockerbie, pero Aznar decidió en
seguida que Libia era un campo abierto para los negocios entre ambos
países y que Gadafi valoraría su actitud.
En su visita a Trípoli, Aznar aceptó jugar la carta propagandística
que más le gustaba al líder libio: visitar las ruinas convertidas en
museo de su antigua residencia, destruida por aviones norteamericanos en
1986 por orden de Reagan en represalia por un atentado cometido en
Alemania.
Las relaciones entre España y Libia se intensificaron
cuando meses después Gadafi aceptó clausurar su incipiente programa de
armas de destrucción masiva. Libia dejaba de ser un Estado paria a ojos
de Occidente. Tony Blair llegó a Libia en marzo de 2004, también con la
vista puesta en hacer negocios con Libia. Gadafi visitó España en 2007,
ya con Zapatero en el poder.
Está claro que Gadafi le estaba
agradecido a Aznar y que eso abrió a este último posibilidades de
intervenir como mediador en contratos millonarios. Tampoco Aznar dejó
tirado a su amigo libio.
En abril de 2011, se mostró en una conferencia
en una universidad de Nueva York completamente en contra de la
intervención militar de EEUU y Europa contra el régimen libio. Gadafi
era "un amigo extravagante (de Occidente), pero un amigo", una vez que
aceptó destruir sus armas químicas y ayudar a EEUU en la guerra contra
Al Qaeda, dijo Aznar. Lo que no dijo es que esa guerra le iba a hacer
perder mucho dinero." (Jesús Rodríguez
/
Gregorio Verdugo
, eldiario.es, 29/10/2014)
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