"Este día 10 de junio de 2013 se cumplen 10 años desde aquel lamentable episodio conocido como el tamayazo,
que ha pasado a la reciente historia de España como el golpe más
importante ejercido sobre nuestra democracia desde el 23-F, con la
salvedad de que este último no triunfó, afortunadamente, y aquél sí lo
hizo. (...)
Respecto al origen y el desarrollo de la trama hay poco que añadir a
lo que ya ha sentenciado la sociedad española como convicción
generalizada. Aquello fue exactamente lo que parece
. Una banda de
malhechores formada por dirigentes del Partido Popular y detentadores de
importantes intereses económicos en la Comunidad de Madrid, con el
imprescindible concurso de dos diputados traidores del PSOE,
confabularon y actuaron para robar el Gobierno regional que los
ciudadanos madrileños habían votado en unas elecciones libres y
democráticas.
¿Cuándo? Desde la misma noche en que se conocieron los resultados
electorales, como lo prueban las llamadas telefónicas entre Tamayo y sus
cómplices en el PP. ¿Cómo? Mediante la compra de la voluntad de dos
diputados electos.
¿Por qué? Para defender intereses espurios de algunos
especuladores del suelo, algunos privatizadores de servicios públicos y
ciertos próceres de la caja de ahorros regional, que vieron en el
Gobierno que llegaba una grave amenaza.
¿Quiénes? Varios de ellos
aparecieron perfectamente retratados en aquellos días: además de Tamayo y
Sáez, los Romero de Tejada (del PP), los Bravo y Vázquez (del PP), los
Verdes (del PP), los Ramos (del PP)… ¿Alguno más aún camuflado? Claro
que sí, solo hay que seguir el quid prodest, ¿a quién benefició el golpe? (...)
Algunos aún me preguntan: pero ¿qué peligro tenía a aquel Gobierno?
Ninguno para la mayoría, desde luego, pero mucho para unos pocos
poderosos. Solo hay que releer con los ojos y la experiencia de 2013 lo
que algunos leyeron en el programa electoral del PSOE en 2003.
El “Plan
Regional de Estrategia Territorial” iba a frustrar buena parte de los
desarrollos especulativos sobre el suelo comprometidos por el PP, y que
después generaron plusvalías multimillonarias para sus promotores,
algunos de ellos protagonistas y paganos del tamayazo.
Prometimos transparencia en las decisiones urbanísticas, que es el
antídoto de la corrupción generalizada que entonces reinaba sobre la
gestión del suelo madrileño.
Hablamos de reservar suelo para vivienda
barata, para los espacios verdes, para la industria y el empleo, para
los servicios a la ciudadanía… Íbamos a reventar el negocio más sucio
del siglo, y no lo permitieron. ¿Cuántos parados nos hubiéramos evitado
atajando a tiempo el monocultivo del ladrillo, y apostando por la
industria y la innovación como modelo alternativo de desarrollo?
¿Cuántas familias hubiéramos salvado del desahucio y la exclusión
social?
El programa sanitario que ganó aquellas elecciones descartaba
claramente la privatización de servicios públicos, y promovía la
atención primaria, los nuevos centros de alta resolución, el atajo de
las listas de espera…
Yo mismo recibí en aquella época a los dueños de
las poderosas empresas privadas que hoy gestionan algunos hospitales de
Madrid en clave de negocio, y les dije claramente que mi Gobierno no les
permitiría poner las manos sobre un solo hospital o un solo centro de
salud. Tomaron buena nota, desde luego.
¿Cuánto hubieran perdido ellos?
¿Y cuánto han perdido los madrileños con el despido de miles de
sanitarios públicos, la rebaja de la calidad asistencial y la
multiplicación de las listas de espera?
Un capítulo de aquel programa electoral de 2003, con más de 300
páginas cuidadosamente elaboradas por cierto, despertó especiales
reservas en algunos de los cenáculos más exclusivos de la capital. Se
titulaba El papel de Caja Madrid. Su contenido era
irreprochable, pero aquellos comensales con grandes puros entendieron
perfectamente el mensaje.
Con un Gobierno decente, la caja regional se
pondría al servicio del interés general, y dejaría de ser el chiringuito
donde el compañero de pupitre de Aznar, el hoy presidiario Blesa, junto
a Romero de Tejada, Díaz Ferrán y otros secuaces se repartían créditos
insolventes y alimentaban el monstruo criminal del ladrillismo
madrileño. Yo lo dije por aquel tiempo abiertamente: “Cambiaremos a
Blesa en cuanto podamos”.
Entonces se me criticó por arrogante, hoy se
me critica por imprudente. Yo tengo la conciencia tranquila: dije lo que
pensaba hacer. Y ellos lo entendieron perfectamente. ¿Hasta qué punto
hubiéramos evitado el agujero de Bankia y el rescate desastroso para la
vida de millones de españoles? (...)
¿Cuándo acabarán en la cárcel los culpables? Tarde o temprano. Estas
tramas acaban estallando siempre desde dentro. Ocurrió con Gürtel, con
Naseiro, con Filesa… y ocurrirá con el tamayazo. Estuvo a punto hace unos meses con aquel paseo infame de Tamayo por la Puerta del Sol." (
Rafael Simancas , El País,
8 JUN 2013 )
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