26.10.18

Los millonarios negocios del comisario Villarejo

"El primer paso era señalar a la víctima. El segundo, escuchar sus conversaciones, rastrear sus cuentas bancarias y fisgonear en su patrimonio. Por último, llegaba el turno de detectar las vulnerabilidades. Y actuar.

El comisario de policía jubilado y presunto cerebro de la red de tráfico de información desmantelada en la Operación Tándem, José Villarejo, siguió esta pauta para ejecutar sus trabajos de espionaje y búsqueda de trapos sucios a golpe de talonario.

EL PAÍS ha tenido acceso a la hoja de ruta de uno de los ocho “proyectos” –eufemismo para definir campañas de desprestigio- que el agente ofreció a adinerados clientes entre 2013 y 2017 desde una discreta oficina en la novena planta de la madrileña Torre Picasso.

La misión se llamó Proyecto King (rey, en inglés). Duró dos años. Y exigió viajes internacionales, compra de confidentes, datos bancarios y fiscales de la víctima: Gabriel Mbega Lima, Gabry, ministro de Minas e Hidrocarburos de Guinea Ecuatorial y posible sucesor en la presidencia en el país africano de su padre, Teodoro Obiang, según la documentación.

El precio del servicio se fijó en cinco millones de euros en marzo de 2012. Y el cliente fue el abogado en España de la petrolera nacional ecuatoguineana Gepetrol, Francisco Menéndez.

La primera fase de Proyecto King contempló un rastreo patrimonial internacional. Se ejecutó durante dos meses. E incluyó un “análisis de las cuentas corrientes” de Gabry. Una información confidencial que el comisario –entonces en activo- habría obtenido a través de empleados de banca, según fuentes de la investigación.

Después llegó el momento de “conseguir” que Gabry “dejara de actuar” contra “Teodoro Obiang hijo”, Teodorín, otro descendiente del presidente de Guinea Ecuatorial en liza en la carrera sucesoria.
A razón de 300.000 euros mensuales arrancó la siguiente etapa. La tercera. Duró un año. Y consistió en monitorizar a la víctima. Los trabajos combinaron seguimientos, filmaciones “con sensores electrónicos” y hasta cinco desplazamientos internacionales.

Villarejo empleó en su misión –o al menos eso le dijo al cliente para justificar la minuta- ocho “dispositivos de comunicaciones”, 12 coches, cinco motos “para vigilancia y transporte”, equipos de grabación “en situaciones adversas” y “software y hardware para acceder a bases de datos”.

Una partida de 100.000 euros reservó el expolicía para el pago de “informadores y colaboradores nacionales y extranjeros”. El viejo comisario tenía por norma no abonar más de 30.000 euros a un mismo chivato, según este documento de 23 hojas rubricado bajo la advertencia “Información confidencial”.

Blindar el trabajo ante filtraciones mereció un capítulo en el texto. El comisario y su red –una decena de policías, empleados de bancos y funcionarios de la Agencia Tributaria- se comprometieron ante el cliente a lograr el “máximo hermetismo”. Para ello, crearon un sistema de “compartimentos estancos”. Solo dos miembros del equipo asignado al Proyecto King conocían todos sus detalles.

Villarejo presumió en su informe de tener acceso a tres fuentes “muy fiables” del entorno de Gabriel Mbega Lima, Gabry. También a “fuentes cercanas a entidades bancarias”. El agente encubierto alardeó incluso de haber “captado” a asesores de su objetivo en el marco de una “estrategia de penetración” a golpe de talonario.

El documento dedica unos párrafos a arremeter contra Transparencia Internacional, una organización no gubernamental que impulsa en París una causa contra el vicepresidente de Guinea Ecuatorial, Teodoro Nguema Obiang, Teodorín.

Para desenmarañar los negocios, inversiones y supuestos vínculos con petroleras de Gabriel Mbega, el comisario justificó viajes a Francia, Panamá, Luxemburgo, Liechtenstein, Suiza, Estados Unidos y Gibraltar.

Sobre el papel, el expolicía pronostico que la misión tendría “un porcentaje de éxito del 85 %”. Y utilizó su madeja societaria internacional –un entramado con tentáculos en Panamá, Uruguay y EE. UU.- para cobrar su campaña de desprestigio.

El resto de la historia es conocido. Cliente y detective acaban mal. Villarejo duerme en prisión desde el pasado noviembre. Se le acusa de ser el cabecilla de una presunta red de tráfico de información con tentáculos en organismos clave del Estado. El juez del caso Tándem, Diego de Egea, atribuye a este comisario que se jubiló en 2016 los delitos de pertenencia a organización criminal, cohecho y blanqueo de capitales.

Menéndez, el empresario que tocó a la puerta de Villarejo para encargarle el Proyecto King, también figura como investigado en la causa. EL PAÍS ha intentado sin éxito recabar su versión. Hoy, se ha convertido en el principal testigo de cargo contra el viejo comisario.


Los vaivenes de investigar a un agente encubierto


25 de abril de 2017. Un sobre anónimo llega a la sede madrileña de la Fiscalía Anticorrupción. 40 hojas salpicadas de esquemas, tablas y anexos que trazan los millonarios negocios de un comisario. La documentación adjunta el Proyecto King.

Así comenzó a escribirse el guion del caso Tándem, la trama de tráfico de información pilotada presuntamente por José Villarejo que culminó el pasado noviembre con el arresto y envío a prisión preventiva del agente encubierto más controvertido de España.

El investigador privado David R. Vidal (Ferrol, 1966) se atribuye la autoría del documento que acabó en manos de los fiscales Anticorrupción Ignacio Stampa y Miguel Serrano. “Me enteré de que había un empresario que regalaba coches al excomisario del Aeropuerto de Barajas Carlos Salamanca a cambio de colar a ecuatoguineanos y que este era un cliente de Villarejo”, explica Vidal, excolaborador de la Policía en materia de inmigración y autor del libro “Diario de un espía” (Cúpula, 2014).

El juez del caso Tándem investigó a Salamanca, su hijo y su mujer. Pero decidió el pasado 18 de julio archivar la causa contra ellos. Vidal no da crédito al movimiento. Sostiene que, antes de remitir su anónimo a Anticorrupción, se reunió en marzo de 2016 con un comisario en un bar frente al madrileño complejo policial de Canillas. “Le di las transferencias de la red de Villarejo. Nunca me llamó”.                   (Joaquín Gil, José María de Irujo, El País, 06/08/18)

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