"Lo que viene sucediendo en Madrid desde el “tamayazo” –pero no solo─ es
un ejemplo paradigmático de una determinada forma de competencia
política, que bien merecería un estudio científico particularizado, o
una tesis doctoral. Aunque la realidad daría para más de una tesis.
El mismo hecho de que el “tamayazo” nunca fuera aclarado –porque no se
quería aclarar─ y que Esperanza Aguirre desplazara a Rafael Simancas, al
margen de lo que votaron los madrileños y con total apariencia de
naturalidad, indica que en Madrid se ha venido produciendo una lucha
despiadada y asimétrica por el control de los resortes públicos de
poder.
En realidad, Madrid es mucho Madrid, no solo por todas las actividades
económicas, los grupos de interés y las redes de influencia que existen y
que se pueden tejer desde la capital y la Comunidad Autónoma, sino
también por su alto valor simbólico y proyectivo.
De hecho, buena parte de las redes que han estado bombeando notables
cantidades de dinero en las arcas del PP para que este partido pudiera
competir con mayor ventaja con otros partidos (principalmente el PSOE)
han tenido orígenes y/o terminales significativas en Madrid.
De ahí la
importancia de entender que, en contraste con otros fenómenos de
corrupción con raíces más personales y/o particulares, en este caso todo
parece indicar que hemos estado en realidad ante una corrupción
política sistémica, orientada a brindar una gran ventaja al PP para
poder competir con medios y recursos muy superiores a los de otros
partidos, al margen de las leyes y los procedimientos establecidos
legalmente con la anuencia, o incluso el liderazgo, del propio partido
que las ha incumplido deliberada y sistemáticamente. Insisto, desde
bastante antes del “tamayazo”.
Lógicamente, esto supone hacer trampas a gran escala en la vida
política, traspasando una barrera peligrosa en la tolerancia –e incluso
la incentivación─ de prácticas que tienen una gran capacidad erosiva de
la vida política y de la misma credibilidad democrática. Como se está
viendo palmariamente.
Y de paso haciendo un gran daño a muchos
empresarios que, o bien no se avienen a estas prácticas, o bien actúan
de buena fe y no desean entrometerse en pugnas políticas que les puedan
causar daños directos e indirectos. Por no hablar de esos empresarios
que actúan abiertamente como agentes activos del PP, sin importarles los
problemas que puedan inferir a sus empresas y a su imagen pública.
A partir de esta situación y de la arrogancia antipática y la
insensibilidad social con la que muchos líderes del PP han venido
ejerciendo su poderío durante los últimos años, se puede entender el
shock que les ha supuesto el 24 de mayo. Y, sobre todo, lo sucedido en
Madrid. De ahí la desesperación con la que han intentado hacer valer su
peso en la campaña electoral, primero, y en las intentonas de pactos,
después. Aunque en esto último han tenido un buen aliado en Ciudadanos.
Esta desesperación llevó a Esperanza Aguirre ─¿o la llevaron?─ a una
campaña disparatada de insultos y descalificaciones poco fundadas –y
nada propias de la competencia leal─ contra Manuela Carmena y su
formación, con el resultado de situar dicha candidatura en primer plano
de atención, generando corrientes de simpatía y apoyo en bastantes
madrileños originariamente apartados de estos enfoques. (...)" (José Félix Tezanos, Sistema digital, 15-21/06/2015)
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