"La revista The Economist acaba de publicar los resultados de una investigación o estudio propio, “A crisis of culture: valuing ethics and knowledge in financial services”.
En él se examina el papel de la integridad y el conocimiento en la
industria de los servicios financieros.
Los resultados no pueden ser más
demoledores y desalentadores. Según los mismos, la integridad y el
comportamiento ético parecen incompatibles en una gran mayoría de
aquellos que trabajan en el sistema financiero. Ello invalida, tal como
hemos defendido desde estas líneas, la pretendida cultura de la
autorregulación, vendida como un mantra por la industria financiera.
Existe, de partida, una tremenda contradicción. Por
un lado los ejecutivos de la industria financiera defienden la
importancia de un comportamiento ético, incluso afirman que luchan por
que los beneficios obtenidos se consigan mediante estándares éticos.
Aunque una gran mayoría están de acuerdo en que la conducta ética es tan
importante como el éxito financiero en su empresa, el 53%, según el
estudio, afirma que el estricto cumplimiento de dichos códigos haría muy
difícil su carrera o progresión dentro de la empresa o sector. (...)
En nuestro país el episodio reciente más lamentable fue el de aquellos responsables de cajas de ahorro insolventes y el tema de las preferentes.
Cuando en su momento quisieron colocar acciones preferentes entre los
inversores profesionales, la mayoría de ellos se negaron a comprar.
¿Recuerdan lo que hicieron entonces?
Las élites decidieron que si el
mercado profesional no las compraba, no quedaba más remedio que
venderlas a los ahorradores patrios a través de los bancos locales,
ofreciéndose bajo el calificativo de productos de bajo riesgo. Y ya
saben ustedes las consecuencias.
¿Dónde está la verdadera responsabilidad? No vale
con decir que otros lo estaban haciendo. Los bancos deberían ser
multados. Sin embargo, las personas que realmente son responsables de
los desaguisados ni han asumido, ni asumen, ni asumirán nada. Se trata
de los jefes, los gerentes y directores generales de las instituciones
financieras.
Son quienes marcan la pauta, aquellos que dieron forma a
una cultura. Seguimos sin aprender nada. Un recordatorio de que las
reglas están ahí para cumplirse. Y la excusa aceptada por la mayoría de
estos jefecillos, la ignorancia, es el peor de los pecados. (...)
La fe ciega en la eficiencia de los mercados de capitales y en la
perfecta racionalidad de los inversores espoleó toda una corriente
económica, política y académica a favor de la desregulación y la cultura de la autorregulación.
Además se establecieron unos modelos de remuneración salarial de los
ejecutivos absolutamente ineficientes, injustos, y que favorecieron un
masivo fraude contable.
La desregulación del sistema financiero global, unida a las
externalidades negativas de la globalización y a los errores de política
monetaria, acabó produciendo las bases de la actual crisis sistémica.
Sin embargo, aún no se ha hecho nada para cambiar la situación, al
revés. (...)" (Juan Laborda, 27/11/2013)
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