Su isla feliz se llama Camigliano, 2.000 habitantes a los pies de las montañas que dominan Caserta, la ciudad que digiere la mayoría de los residuos producidos en Nápoles, un puñado de kilómetros más al Norte. En Camigliano, los desperdicios se recogen casa por casa. El 80% se recicla frente al 7,1% de media en la zona.
El pueblo no es un negocio, ni para la política ni para el crimen organizado. Eso le valió a Cenname la suspensión de su cargo durante nueve meses, hasta que los ciudadanos le volvieron a sentar en el Ayuntamiento.
Recién elegido, en 2007, el joven alcalde organizó una gestión autónoma: cuatro funcionarios, un camión, cada día la recogida de un tipo de desecho distinto. "Nos reunimos con los ciudadanos durante meses.
Distribuimos cubos coloreados y diagramas de la recogida. Les explicamos que respetar el medioambiente conviene", relata el primer edil. Hace cuentas. "Una familia paga aquí 90 euros anuales. En los otros Ayuntamientos, 115".
Dos años más tarde, una ley instituyó un consorcio provincial que debía encargarse de todo el territorio. "Nada malo en juntar los esfuerzos. Pero el consorcio que crearon aquí no garantizaba un buen servicio y me negué", dice. Cenname no facilitó los datos necesarios para ingresar en el consorcio, así que él fue suspendido y el Consejo Municipal, disuelto.
Era agosto de 2010. Pocos meses después, la Fiscalía Antimafia de Nápoles condenaba a cuatro años de cárcel a Giuseppe Valente, presidente del consorcio de Caserta. Sergio y Michele Orsi, socios privados de esa entidad, acabaron uno condenado a cuatro años y, el otro, asesinado por la Camorra. De los 104 Ayuntamientos de Caserta, 25 han sido intervenidos en los últimos 20 años. Todos, por infiltración mafiosa. (...)
"Aquí la política, de cualquier color, demostró su incapacidad. Si levantas la cabeza, te metes donde no debes, es un ultraje a su arrogancia y un inmenso daño económico. Camigliano demuestra que es posible otra política: una que actúa y no favorece a los amigos, que mira al bolsillo de los ciudadanos y no al suyo propio, que ama el territorio y no lo desbarata para mantener su escaño", dice el primer edil.
El alcalde soñador tiene los pies bien anclados en tierra. "Siento la responsabilidad de elegir lo mejor para mi gente". En 2007, averiguó que la cantera privada que saca caliza de la colina llevaba 30 años excavando más de lo permitido. La cantera se paralizó. Luego, la región quiso realizar un parque eólico.
"Convoqué un referéndum con el cual aprobamos un plan. Pero la región y las empresas presentaron otro proyecto, mucho más agresivo". La obra no arrancó. Cuando la provincia quiso otorgar a una empresa privada la gestión del agua, Cenname impugnó el decreto porque no había habido concurso público. Ahora, en el parque público, al lado del tobogán, una casita de madera alberga una fuente: "Agua del alcalde, pública, gratis y purificada".
"Esta fórmula funcionaría en Nápoles. Somos un ejemplo. La política debe saber indicar la vía. Si les explicas la alternativa y la haces posible en la práctica, los ciudadanos escogen lo mejor para sus hijos". (El País, ed. Galicia, 23/08/2011, última)
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