Pero sí tuvo en consideración otras vertidas el 26 de mayo: las de un miembro del Comité Ejecutivo y secretario general de la Concacaf (la Confederación de América del Norte y del Sur y el Caribe), Chuck Blazer, que aseguró que su presidente, Jack Warner, y el candidato alternativo a Blatter a la presidencia de la FIFA, el catarí Mohamed bin Hammam, ofrecieron 40.000 dólares (27.600 euros) a cada uno de los 24 directivos de federaciones de la zona si votaban por Hammam.
El catarí, que preside el fútbol asiático, renunció a sus aspiraciones presidenciales horas antes de ser suspendido, el domingo pasado, por la FIFA. Warner, que también fue suspendido, divulgó como represalia parte de un correo de un alto cargo de la FIFA en el que este critica a Hammam por retar a Blatter: "Creyó que se puede comprar la FIFA como compró el Mundial".
Esta catarata de acusaciones de corrupción han convertido a la FIFA en un organismo bajo sospecha al mismo nivel que estaba el Comité Olímpico Internacional (COI) hace 10 años. (...)Mucha gente se ha opuesto al golpe de mano inglés no para defender a Blatter sino por la dudosa legitimidad moral de quienes han querido derrocarle.
De la misma forma que la inmensa mayoría de quienes se oponían a la guerra de Irak detestaban a Sadam, pero no entendían por qué querían derrocarle quienes le tuvieron como aliado cuando cometió sus peores crímenes.
Inglaterra apoyó el ascenso de Blatter a la presidencia de la FIFA en 1998 porque pensaba que eso le ayudaría a conseguir el Mundial de 2006, que finalmente se fue a Alemania. Y ahora ha ocultado los casos de corrupción que conocía para no dañar sus opciones a conseguir el de 2018. Solo cuando ha perdido esa batalla ha decidido denunciar la corrupción de la FIFA.
El propio lord Triesman admitió en su declaración en los Comunes que no había hablado antes para no poner en peligro la candidatura. ¿Habría hablado después si Inglaterra hubiera conseguido el Mundial?
"La federación inglesa no tiene autoridad moral" para presentarse como alternativa a Blatter, escribió el miércoles el periodista Matthew Syed en un valiente artículo en The Times, encuadrado en el grupo mediático más activo contra Blatter. Inglaterra no sólo ocultó la corrupción de otros para no dañar sus intereses, sino que la practicó.
Aunque de manera más sibilina que ofreciendo cheques contra votos. Así lo concluye Syed al analizar varios episodios de la candidatura inglesa al Mundial 2018. Por ejemplo, se comprometió a jugar un amistoso en Tailandia que se canceló horas después de que el representante tailandés en la FIFA reculara en su promesa de votar por Inglaterra.
"Quizás en la FA crean que proponer un amistoso no constituía un acto de corrupción. Pero entonces tienen que explicar la diferencia moral entre enviar un sobre lleno de dinero a la federación tailandesa y enviarle el valor más preciado -sus jugadores- para conseguir el mismo objetivo", escribe Syed.
El periodista recuerda lo sorprendida que se quedó Inglaterra al saber que solo había logrado dos votos. Eso significaba que Corea del Sur, que optaba al Mundial 2022, no había cumplido su compromiso de intercambiarse los apoyos, algo prohibido. (...)
La FIFA está abocada al mismo proceso de renovación que vivió el COI. Y los garantes no van a ser pulcros académicos o combativos periodistas, sino frías multinacionales que no quieren arriesgar en un organismo con mala imagen: Adidas, Coca-Cola, Sony, Visa, Hyundai/ Kia y Emirates. Poderoso caballero, don Dinero." (El País, 05/06/2011, p. 64)
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